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Tenemos tan interiorizado que una piel bronceada resulta más atractiva que no reparamos en el daño irreversible que le hacemos a nuestro cuerpo cada vez que nos tumbamos al sol a base de horas de vuelta y vuelta. No cabe duda de que los dermatólogos tenemos una guerra pendiente: acabar con la moda de la piel morena». La doctora Ana Molina se muestra así de contundente para «hacer entender a la gente que lo más bonito y saludable es el color natural de nuestra piel, con el que venimos de serie. El sol tiene muchos beneficios para nuestro organismo, pero debemos tomarlo de la forma adecuada», alerta la autora de 'Piel sana, piel bonita' (Ed. Paidós).
Y esa manera adecuada de hacerlo no se limita a meternos debajo de una sombrilla toda la tarde o embadurnarnos con la primera crema protectora que veamos por casa. «La exposición al sol se tiene que hacer de manera gradual. Poco a poco y con sentido común. Y para eso lo más recomendable es no exponerse a las radiaciones solares en las horas centrales del día. Tenemos que meternos en la cabeza que debemos evitar las quemaduras por encima de todo», insiste el doctor Agustín Buendía, director de campañas de la Fundación Piel Sana de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Por cierto, ¿sabe cuánto dura el bronceado? «Pues aproximadamente una media de 28 días o algo más si nos ha seguido dando el sol, justo el tiempo que tarda la epidermis en renovarse por completo. Pues eso: un mes bronceado, toda la vida dañado», resume la doctora Molina, una de las divulgadoras más conocidas en el ámbito de la dermatología. Estas son algunas de las claves para disfrutar del sol sin necesidad de castigar nuestra piel.
Vitamina D
Todos los estudios hablan últimamente de las bondades de la vitamina D para nuestro organismo, pero también alertan de que una exposición prolongada al sol perjudica la salud de nuestra piel. ¿Cómo se resuelve entonces esta ecuación? Para los dermatólogos, la clave está en «buscar el equilibrio» entre tomar el sol el tiempo suficiente para sintetizar la vitamina D sin llegar a dañar la piel.
«Basta con tomar el sol en brazos y piernas durante diez minutos sin protección tres días a la semana para que nuestro cuerpo sintetice la vitamina D. El resto del tiempo tenemos que usar crema solar para protegernos, además de fotoprotectores físicos como la propia ropa, viseras o gafas de sol», aclara el doctor Buendía. Un dato de interés: el ala de los gorros debe tener un mínimo de siete centímetros para proteger toda la cara.
Fototipos e índice de quemadura
Los dermatólogos insisten en que cada uno deberíamos saber nuestro fototipo de piel de la misma manera que conocemos nuestro grupo sanguíneo para extremar los cuidados. Después de los albinos, el fototipo más débil es el de los pelirrojos, que son los que peor se defienden del sol. «De hecho, nunca se broncean, solo se queman. El fototipo II corresponde a personas rubias de ojos y piel clara, que también se queman pero pueden broncearse levemente, mientras que los más frecuentes en nuestro país son el III –en invierno tienen la piel clara y en verano se broncean, aunque la primera vez que toman el sol se ponen rojos– y el IV: se broncean con facilidad y raramente se queman», precisan en la AEDV.
Además del fototipo, también es importante tener en cuenta el llamado índice de quemadura, «que en los meses de verano se produce a la media hora de estar expuestos al sol, por lo que debemos tener mucho cuidado con los paseos al aire libre», alertan los expertos. Si además se está tomando alguna medicación es importante consultar con el médico antes de exponerse al sol. «Algunos fármacos muy habituales, como las tetraciclinas que se toman para tratar el acné y sus derivados –entre otros muchos medicamentos– aumentan la fotosensibilidad de la piel, de tal forma que se puede producir una respuesta exagerada al rebajar ese índice de quemadura a solo cinco minutos», alerta la doctora Molina. Un truco: cuanto más larga sea la sombra que proyecta nuestro cuerpo sobre el suelo, mejor. Eso significa que la radiación ultravioleta a esa hora es más baja y podemos tomar el sol con mayor tranquilidad.
Dice la dermatóloga Ana Molina que los autobronceadores, ya sean en crema, spray o toallitas, son «el mejor invento del mundo» porque consiguen el efecto bronceado sin necesidad de exponernos al sol ni dañar la piel. «Lo hacen mediante la dihidroxiacetona (DHA), una molécula que oxida las proteínas de la superficie de la piel produciendo melanoidinas, unas sustancias marrones diferentes a la melanina, que también nos dan un aspecto bronceado. Es como un maquillaje, pero duradero y sin dejarlo todo pringado. Eso sí, no nos protegen del sol, por lo que tendremos que ponernos fotoprotección. Un truco es usarlos con un poco de crema hidratante y hacer una exfoliación de la piel antes de aplicarlos para obtener un resultado más uniforme».
Fotoprotectores, ¿por qué factor 50?
Hoy en día se comercializan fotoprotectores para todos los gustos: en crema, aerosol, brumas, más densos, menos... «Lo importante es que cumplan tres condiciones. La primera, que tengan un factor de protección solar (FPS o SPF, por sus siglas en inglés) muy alto, 50 como mínimo para todas las partes del cuerpo. La segunda, que protejan frente a los rayos UVA –normalmente viene indicado con un circulito que rodea la palabra UVA– y, por último, que también lleven protección frente a infrarrojos y luz visible. Lo ideal es usar un protector de amplio espectro que nos proteja de las cuatro radiaciones», explica la doctora Molina, dermatóloga del hospital Fundación Jiménez Díaz de Madrid. Pero, ojo, porque los dermatólogos desaconsejan embadurnar de crema a los bebés menores de seis meses al existir «un riesgo de reabsorción».
En cuanto a los filtros solares, que son sustancias que se añaden a las cremas para otorgarles el efecto de protector solar, pueden ser de tres tipos: físicos (minerales), químicos y biológicos (extractos de plantas). «Los primeros, los que dejan la piel con una capa blanquita, son perfectos para pieles sensibles y niños pequeños porque el producto no se absorbe y empieza a actuar antes, mientras que los químicos resultan más fáciles de aplicar (no dejan manchas blancas) pero dan más problemas de intolerancia –precisa la experta–. Los biológicos, que suelen ser sustancias antioxidante, no protegen de la radiación solar en el sentido más literal, sino que ayudan a reparar el daño celular causado por la radiación».
¿Por qué todos los dermatólogos aconsejan usar un factor de protección 50? Pues básicamente porque nos echamos poca crema y mal, por eso nos quemamos con tanta frecuencia. «Normalmente aplicamos menos cantidad de la que deberíamos, por lo que es mejor que la protección sea muy alta. La recomendación son dos miligramos de producto por centímetro cuadrado –unos 30 gramos para el cuerpo y dos dedos bien colmados para la cara– y los estudios dicen que apenas nos ponemos 0,5 miligramos», lamentan los dermatólogos. Y tan importante como echarnos la cantidad adecuada es reaplicar la crema solar «cada dos horas».
Una textura para cada actividad
Cuenta la doctora Ana Molina en su libro 'Piel sana, piel bonita' que la galénica es lo que realmente ha revolucionado el campo de los fotoprotectores en los últimos años, «ya que ha ayudado a que la gente los use». Elegir la textura adecuada dependerá, sobre todo, de la actividad que se vaya a realizar. «En este sentido, los niños son la población más importante. En los mayores de seis meses se recomienda usar filtros minerales y en crema mejor que en aerosol para saber en qué zona aplicamos el fotoprotector. Si solo tenemos en spray, lo mejor es que lo echemos en la palma de la mano y después sobre la piel del niño».
Elegir una textura adecuada también es clave para la protección de los deportistas. «No hay nada más incómodo que empezar a sudar y que empiecen a llorarte los ojos por el fotoprotector. Hoy en día ya existen en el mercado texturas ultraligeras de base acuosa que no generan sensación de grasa ni escuecen los ojos, mientras que para practicar deportes de agua lo ideal es usar protectores en barra, que son mucho más densos y aguantan mejor en la piel. También existen cremas de protección solar específicas para personas con piel atópica, brumas que se aplican como un agua termal por encima del maquillaje, en polvo...», enumera la dermatóloga.
Uno de los fotoprotectores más demandados de un tiempo a esta parte son los que incluyen color en su composición. «Y aquí hay una controversia importante que se debe aclarar –explica Molina–. Prometen un todo en uno: hidratación, fotoprotección y maquillaje. El problema es que se ha demostrado que cuando aplicamos este tipo de producto nos ponemos menos cantidad de la recomendada para no vernos tan maquillados. Por eso, ahora se recomienda usar primero un fotoprotector sin color en la cantidad adecuada y, por encima, la base tradicional o el fotoprotector con color».
Lo deseable es aplicar la protección entre quince y veinte minutos antes de exponernos al sol, sobre todo si el producto tiene filtros químicos, porque tardan unos minutos en absorberse y empezar a actuar. Y reaplicar cada dos hora. También es aconsejable dejar pasar unos minutos desde que aplicamos la protección y nos metemos al agua.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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