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Anemia, cuando 'perdemos' glóbulos rojos

La más habitual es por falta de hierro, pero hay muchas más

Lunes, 7 de noviembre 2022, 18:43

Si últimamente se siente cansado, está pálido, nota que se le cae el pelo más de lo habitual o las uñas se le parten con facilidad, tiene la tensión por los suelos, le duele la cabeza y siente que el corazón se le desboca cuando ... hace ejercicio no descarte que pueda padecer una anemia. De confirmarse el diagnóstico, lo que le ocurre a su cuerpo es que no dispone de los suficientes glóbulos rojos sanos para transportar un nivel adecuado de oxígeno a los tejidos y el organismo se debilita, de ahí la sensación de agotamiento extremo que sienten muchos de los pacientes.

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La realidad es que existen muchos tipos de anemia y cada una tiene su origen en una causa diferente. «La más habitual es la que se produce por falta de hierro, que en nuestro país afecta al 6% de la población, niños incluidos, y su porcentaje se duplica en el caso de las mujeres mayores de 50 años», precisa la doctora Ana Isabel Sánchez Marcos, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). La mayoría de las anemias son temporales y se resuelven sin mayores complicaciones, pero también las hay que esconden enfermedades graves e incluso mortales. Estas son sus principales características, según los expertos de la SEEN.

¿Qué es y por qué es importante saber su causa?

La anemia es básicamente una disminución del número total de hematíes en la sangre o bien de los niveles de hemoglobina, la proteína de los glóbulos rojos encargada de llevar el oxígeno de los pulmones al resto del cuerpo. «Y esta afección puede deberse a una patología propia de la sangre o ser el síntoma de otras enfermedades, tanto agudas (hemorragia, hemólisis….) como de larga duración», añade la endocrinóloga.

Las causas son múltiples y abarcan desde un bajón puntual de hematíes por pérdidas menstruales a patologías graves, como leucemias o tumores digestivos. Existen tres motivos principales por el que nuestro organismo 'pierde' glóbulos rojos: «por una insuficiente producción en la médula ósea (aplasia medular, falta de hierro, insuficiencia renal…); por un trastorno en la maduración de los hematíes (déficit de vitamina B12, enfermedades hematológicas); o por una destrucción o pérdida acelerada de glóbulos rojos en la sangre (hemolisis, hemorragias, causas hereditarias)», enumeran en la SEEN.

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Falta de vitaminas, de ácido fólico, genética...

La anemia más frecuente es la ferropénica, asociada a una carencia de hierro. Es habitual en embarazadas, mujeres con reglas muy abundantes, pero también por úlceras en el estómago, determinados medicamentos como la aspirina o incluso algunos tipos de cáncer. En estos casos es fundamental determinar el origen de esa falta de hierro para poder establecer el tratamiento. En los casos más leves basta con hacer pequeños cambios en la dieta y suplementar esa carencia puntual de hierro. Los niños tampoco se libran. Según los datos de la OMS, cuatro de cada diez menores de 5 años son anémicos.

Otra muy frecuente es la anemia por deficiencia de vitamina B12 o perniciosa, relativamente habitual entre los vegetarianos al no comer carne ni pescado. Otras veces se debe a que el intestino del paciente no absorbe bien esta vitamina. La anemia por deficiencia de folato completa el ránking de las tres más habituales y se debe a una carencia de ácido fólico. Sus síntomas se suelen confundir con los de la ferropénica y suele estar asociada también al consumo de determinados fármacos e incluso con problemas de alcoholismo crónico. «Aunque la mayoría de los casos de anemia son por carencia de algún nutriente o secundarios a otras enfermedades, también existen cuadros de causa genética como la anemia de células falciformes, la beta-talasemia, porfiria y protoforfiria eritropoyéticas, anemias sideroblasticas congénitas...», completa la endocrinóloga.

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¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico de la anemia se hace inicialmente con una analítica rutinaria de sangre y, en función de los resultados, «se pueden solicitar otras pruebas más elaboradas para encontrar la causa en sangre como, por ejemplo, un frotis sanguíneo, biopsia de médula ósea o estudios genéticos…», especifica la doctora Sánchez Marcos.

Cuando en un análisis de sangre, el número de glóbulos rojos se encuentra por debajo de los valores de referencia por norma general indica que el paciente puede tener anemia. Ahora bien, «en lo que deberíamos fijarnos no es tanto en el número total de hematíes como en la hemoglobina, porque puede ocurrir que la cantidad de glóbulos rojos en la sangre sea suficiente, en torno a los cuatro millones y pico, pero si hay falta de hierro su tamaño será pequeño y con poca hemoglobina. Sin embargo, cuando la hemoglobina está baja, pero los glóbulos rojos son grandes es probable que esa anemia sea debida a una falta de ácido fólico o vitamina B12», precisa el doctor Martín Axpe, experto en análisis clínicos y director médico de Laboratorios Axpe.

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Tratamientos

Según explica la doctora Sánchez Marcos, no existe un tratamiento único para la anemia. «Depende de las causas que, además, pueden ser muchas y variadas. De ahí la importancia de un correcto diagnóstico. En el caso de que la anemia sea grave, brusca o amenace la vida, se tratará con una transfusión de concentrado de hematíes procedentes de donantes de sangre. En el resto de los casos, se procederá al tratamiento de la enfermedad causante o a subsanar el cuadro carencial que la produce (vitamina B12, ácido fólico, hierro...). En algunas enfermedades, también será necesario estimular la producción de glóbulos

rojos mediante eritropoyetina, una hormona producida por los riñones, que estumula la médula ósea para producir más glóbulos rojos».

Una dieta para cada tipo

  • Por falta de hierro. «Para la anemia ferropénica, la más común, es recomendable tomar alimentos ricos en hierro hémico como carnes, pescados, yema de huevo y mariscos como, por ejemplo, mejillones, berberechos o almejas», precisa la endocrinóloga Ana Isabel Sánchez Marcos. Si la comida incluye productos ricos en hierro no hémico de origen vegetal (legumbres, frutos secos, albaricoques, quinoa...), estos deben acompañarse siempre de frutas ricas en vitamina C (naranjas, kiwi, fresas, pimientos, tomates...) para favorecer su absorción. «Bebidas como el té o el café también impiden que nuestro organismo absorba bien el hierro, así que lo mejor es tomar estas infusiones o 30 minutos antes de la comida o dos horas después», precisan en la SEEN.

  • Por carencia de vitamina B12. En el caso de que la anemia se deba a una escasa ingesta de vitamina B12, la idea es reforzar la dieta con alimentos ricos en este nutriente como carnes (especialmente hígado y riñones), pescados (sardinas, caballa, chicharro),moluscos (ostras y mejillones), huevos y lácteos.

  • Por deficiencia de folato. Es un tipo de vitamina B, más conocida como ácido fólico. Cuando este nutriente escasea, «se deben incluir en la dieta hortalizas de hojas verdes y oscuras, frutas cítricas y legumbres, cereales, cacahuetes y avellanas», aconseja la doctora Sánchez Marcos.

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