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Solange Vázquez
Martes, 7 de marzo 2023, 18:38
Se habla mucho de que el 'amor líquido' –relaciones sentimentales poco sólidas, de usar y tirar y sin un ápice de compromiso de ningún tipo– es el signo de los tiempos, el modelo afectivo que está desplazando el concepto clásico de amor romántico, donde, supuestamente, ... nos preocupa cuidar al otro y evitarle sufrimientos. Pues bien, en esta tesitura, con los portales de citas 'on fire' y el 'ghosting' –'borrar' de tu vida a alguien sin aviso ni explicación– de moda como recurso fácil para disolver vínculos, el mundo de la psicología está recalcando que esta deriva deja muchos 'cadáveres' sentimentales por el camino y no poco sufrimiento. Por eso, cada vez se reivindica más la importancia de la responsabilidad afectiva.
¿Qué es exactamente? «La capacidad o decisión de hacerse cargo de la felicidad de la otra persona», resume Jordi Panyella, experto en terapia de pareja y autor de 'No me quieras tanto y ámame mejor' (editorial Larousse). Es decir, sea cual sea el modelo de relación que tengamos –monógama (en serie o no), abierta, poliamorosa...–, para evitar salir escaldados debemos ejercer esa responsabilidad afectiva, un recurso de doble cara: «La tenemos que dirigir hacia los demás y también hacia nosotros mismos, que es donde normalmente fallamos todos». ¿Cómo se hace para ser responsable emocionalmente y no dañar a la gente que nos quiere o se interesa por nosotros? «Primer punto: no debemos hacernos nunca cargo de la otra persona al 100%, porque entonces eso sería dependencia emocional», apunta el terapeuta. Es decir, cada cual debe hacerse cargo de sí mismo, desde luego.
Pero, lanzado este primer aviso, los expertos nos indican cómo actuar «con empatía y asertividad» para que nuestras relaciones amorosas sean lo más sanas posibles y, sobre todo, no dejen mal recuerdo a nadie.
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Las dos partes deberían saber qué terreno pisan cuando están en una relación. Y para ello es fundamental que empecemos por analizarnos a nosotros mismos. «Tenemos que preguntarnos qué necesitamos, porque, si nos olvidamos de nosotros mismos y solo nos enfocamos en el otro, ya empezamos mal», advierte Panyella.Esto puede parecer algo egoísta, pero, en el fondo, no lo es. No se puede actuar 'limpiamente' con la otra persona si antes no hemos barrido nuestras propias basurillas internas. «Tratamos a los demás como nos tratamos a nosotros», sentencia.
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Las relaciones 'salvadoras' pueden terminar siendo muy tóxicas. Por eso, lo de responsabilizarnos al 100% de hacer mejor la vida del otro no funciona. Ese porcentaje debe ser siempre menor: primero, porque la persona 'responsable' tiene muchas papeletas para acabar agotada y trasquilada; segundo, porque cada cual tiene que aprender a gestionar sus sentimientos.Así que lo conveniente en toda relación es establecer unos límites y mostrarlos: esto es lo que puedo ofrecer y esto no. Un paso que nos solemos saltar muchas veces.
«Dedicamos poco tiempo, a veces ninguno, a pensar en el amor, en las relaciones... y por eso luego hay muchísima gente incapaz de gestionarlas. Y, al no saber cómo actuar, les entra el miedo y ese miedo les lleva a la huida. Y viene el 'ghosting', por ejemplo». Panyella, por lo que ve en consulta, considera que detrás de esta práctica hay menos dejadez de la que se piensa y «más incapacidad que otra cosa». Así que, si alguien es irresponsable afectivamente con nosotros (y nos deja por whatsapp sin mucha explicación, otro de los clásicos del género), lo más seguro es que se trate de incompetencia más que de maldad, todo ello dicho sin ánimo de justificar estas actitudes.
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Para Pilar Berzosa, profesora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), psicóloga clínica y terapeuta de pareja, el problema de la irresponsabilidad respecto a la gente con la que forjamos vínculos (sean sexuales, emocionales o mixtos) es que se «se está asumiendo como normal lo que no es». «Ahora mismo hemos llegado a un punto en el que hay que reclamar una especie de 'código de honor'. Algo tan sencillo como pararnos a pensar en eso tan básico de 'no hacer lo que no quieres que te hagan'. Y tenemos que reclamarlo precisamente porque se han dinamitado todos los límites y se ha aceptado socialmente el 'todo vale' (y, psicológicamente, los humanos creemos que lo admitido es válido). Y no.Si todos jugamos al mismo juego y con las mismas normas, vale, pero no suele ser así, lo veo en consulta continuamente», lamenta la psicóloga. Le preocupan las consecuencias de esta falta de responsabilidad, más típica en edades tempranas: «Por un lado, la 'víctima' de esas conductas termina haciendo lo mismo.Por otro, las personas de 40 o 50 años se lanzan a 'copiar' estas actitudes inmaduras».
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