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A estas alturas, ya llevamos todos muchos años leyendo novelas de abogados y viendo películas y series de juicios, donde todos los personajes del mundillo –heroicos, malvados, brillantes, corruptos– tratan de poner de su parte al jurado, a veces con métodos poco ortodoxos. Y aunque sabemos que esta no es la realidad, esa es la idea fantasiosa que se nos pasa fugazmente por la cabeza cuando de repente encontramos en nuestro buzón una carta remitida por la Audiencia Provincial. Algo que, si no tenemos problemas con la Justicia, suele significar una cosa: que nos ha tocado en suerte –tal cual, va por sorteo– entrar en la bolsa para ser jurado popular.
Y la mayor parte de las veces es saber que nos convocan, y empezar a buscar excusas para escaquearnos. Aunque, ojo, también hay personas –las menos– que reciben la notificación con alborozo, porque sienten curiosidad y una punzada de emoción al «tener la potestad de juzgar» que contempla la Constitución. Eso sí, tanto los desganados como los motivados tienen algo en común: muchas dudas previas. Estas son las más frecuentes.
Si ignoramos el llamamiento, podemos ser sancionados con una multa de 150 euros –la primera vez– y de hasta 1.500 euros si insistimos en no atender a la convocatoria.Así que, si de ninguna manera queremos ser jurado, lo mejor es comprobar si nos podemos excusar de manera legal, algo posible en estos casos: si eres mayor de 65 años o una persona con discapacidad, si has sido ya jurado los cuatro años anteriores, si sufres un grave trastorno por tus cargas familiares o si tienes un trabajo de interés general, de modo que si te sustituyen, podrían producirse grandes perjuicios. «También es un eximente residir en el extranjero, ser militar profesional en activo... o demostrar cualquier otra causa que te dificulte de forma grave el desempeño de la función de jurado», añade la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). En la carta ya te indican un plazo para hacer valer estas causas de exclusión.
1995 fue el año en el que se instauró en España el Tribunal del Jurado, una figura ajena a nuestra cultura, pero que en los países anglosajones se usa desde el siglo XII. Así que, aunque en nuestro país lleve ya casi tres décadas, aún somos muy novatos.
Pero que nos manden 'la carta' no quiere decir que vayamos a ser, sí o sí, miembros de un jurado. Solo significa que entramos en una bolsa de personas –muy amplia– y que en los siguientes dos años pueden llamarnos... o no. Y si nos convocan para algún juicio, tampoco significa que vayamos a formar parte del jurado automáticamente : primero tendremos que pasar unos filtros, rellenar formularios... todo con el objetivo de que no se 'cuele' nadie inapropiado o no fiable. Además, posteriormente, los abogados de ambas partes 'eligen' a los miembros del jurado que les interesan (buscan un perfil) y en ese proceso también podemos ser descartados si no respondemos a sus expectativas. En estos preliminares para elegir a los miembros del jurado «no se les puede preguntar sobre política, religión ni orientación sexual», indica la abogada penalista Estefanía Rojo. Aunque un ojo experto ya ve por dónde va cada uno, claro.
«Cada dos años (los años pares) las delegaciones provinciales de la Oficina del Censo Electoral elaboran una lista de los candidatos a jurado entre los habitantes de cada provincia –explican desde la OCU–. Se propone un número de candidatos igual al resultado de multiplicar por 50 la cifra de causas que se prevé que puede conocer el Tribunal del Jurado, teniendo en cuenta las enjuiciadas en años anteriores». Y entre estos candidatos se realiza un sorteo público.
67 euros al día. La Administración también te pagará los gastos de viaje (por kilómetro si usas tu propio coche) y los de alojamiento, incluido desayuno (65,97 euros) y de manutención (18,70 por cada comida o cena). Los casos que nos pueden tocar solo son de la provincia.
¡Disponen de más tiempo libre y además, se llevan algo de dinerillo! «No se puede tirar de estudiantes y desempleados porque el jurado es una escuela de ciudadanía y la Constitución lo plantea como un derecho y un deber. Si se recurriese a algunos colectivos se caería en una estigmatización y, además, si el jurado se formase solo con voluntarios habría suspicacias», sostiene Javier Tajadura, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco (UPV/ EHU). Y pone este ejemplo. Si en nuestro portal alguien quisiera voluntariamente ser presidente de la comunidad todos los años, ¿no recelaríamos de que tiene algún interés poco claro? «Pues con los juicios, igual. Y con la gente de las mesas electorales», añade Tajadura. Es decir, los 'motivados' suscitan sospechas. El sorteo es lo más seguro y democrático.
En España, el jurado no participa en todos los juicios, solo en los concernientes a estos delitos: homicidio, amenazas, omisión del deber de socorro, allanamiento de morada, infidelidad en la custodia de documentos o de presos, cohecho, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos y fraudes y exacciones ilegales o negociaciones prohibidas a funcionarios. «Se supone que son casos donde la autoría está clara y donde una persona de la calle no debería tener problemas para pronunciarse sobre los hechos», apunta Estefanía Rojo.
Sí. En principio, si tenemos cuentas pendientes con la Justicia (condenados, procesados, acusados...) no estamos capacitados para ser jurado.Tampoco 'valemos' si conocemos los hechos enjuiciados como parte o si existe relación con algún implicado o vínculo de parentesco o de pareja con los profesionales de la Justicia que van a llevar ese caso en concreto.
No es que valga. ¡Es lo que se busca! Por eso, el personal de la Administración de Justicia, abogados, procuradores, profesores universitarios de disciplinas jurídicas o de medicina legal y miembros en activo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no pueden ser jurado.Es incompatible. «Es que la función del jurado es determinar hechos, no impartir Derecho», recalca Tajadura. Y este es un punto clave: todo llamado a ser jurado 'sufre' porque cree que va a mandar a la cárcel a alguien. Y no. Eso, en las películas. En España su tarea es esta: «Te van a pedir que te pronuncies sobre unos hechos –señala Tajadura– junto al resto del jurado.Luego, el juez decide». Te preguntarán si crees probado que ha pasado esto o lo otro. Todo muy dirigido. «A algunos magistrados no les gusta lo del jurado por una cuestión de tiempo y porque les obliga a estar muy pendientes», apunta Antonio María Lorca, catedrático de Derecho Procesal, al que han llamado 'el Quijote del jurado en España' por su implicación en el desarrollo de esta figura.
Si resultamos seleccionados finalmente, formaremos parte de un grupo de nueve ciudadanos (estos son los titulares), apoyados por dos suplentes. Este Tribunal de Jurado estará presidido, a su vez, por un magistrado.
Depende de cada caso. «Si hay muchos testigos y muchas pruebas... A más pruebas, más trabajo para el jurado, obviamente», indica De Lorca. Pero, salvo excepciones, los juicios que nos pueden tocar tiene una duración máxima de una semana.
«Estamos en época de que lleguen las cartas», anuncia Antonio de Lorca, director del Instituto Vasco de Derecho Penal, y figura clave en la puesta en marcha del jurado en España. Según afirma, este derecho-deber ciudadano aún causa «perplejidad» a quienes son elegidos por sorteo porque la gente «no sabe qué va a hacer». «Aquí, el jurado no emite un veredicto, responde a cuestiones que se les plantea», recalca. Sí, esto la gente no lo sabe. «No hemos logrado acostumbrarnos al jurado popular. La gente sigue viéndolo como algo ajeno», lamenta. A su juicio, ha faltado formación.
Estefanía Rojo, penalista
«Olvídense de todo lo que han visto hasta ahora en televisión...». Pasados ya todos los filtros y constituido el jurado, este es el mensaje habitual que se les lanza a sus miembros en un alegato inicial donde se les recalca qué se espera de ellos. ¿Por qué? Pues porque lo único que sabemos de juicios es lo que hemos tomado de la ficción. «Es que uno de los requisitos es que no sepan de Derecho...», aclara Estefanía Rojo, abogada penalista. Según explica, ella ha trabajado ya «en cuatro o cinco casos con jurado... y muy bien», ya que ha visto que tanto los que no tenían ninguna gana de hacerlo como los que ya estaban 'motivados' de antemano, dejan de lado sus ganas o la falta de ellas y se sumergían en el trabajo «con mucha seriesas». Los universitarios y la gente más mayor, especialmente.
¿No ha visto nunca a alguno salirse del tiesto por ignorancia o por el simple gusto de dar la nota? «Lo que yo he percibido es que todos tienen un sentido de la resposabilidad tremendo... Muchos toman un montón de apuntes, preguntan cuando no les queda algo claro e interactúan un montón entre ellos. Además, como según va avanzando el juicio este se vuelve más interesante, suelen acabar encantados de la experiencia», asegura.
Aunque, a veces, se indignan. En uno de los últimos juicios con jurado que ha tenido Rojo, la actitud del abogado de la acusada –un caso de asesinato muy mediático– irritó muchísimo a buena parte del jurado por su falta de sensibilidad y de tacto. «Estábamos hablando de una muerte y en unas circunstancias... Es comprensible», apunta Rojo. Según cuenta, no llevaron bien «ese tono faltón». «Alguno hasta me dijo después que había estado tentado de interrumpirle», recuerda. Pero no lo hizo, claro. Es formar parte de un jurado y dejar atrás las bravuconadas que a veces decimos en nuestra vida diaria.
«Todos somos muy 'condenones' de boquilla, cuando estamos con los amigos en un bar, pero luego ante asuntos reales nos hacemos pequeños», desvela. Es decir, nadie se toma lo de ser jurado a la ligera y todos invierten el tiempo que se precise para hacer bien este 'trabajo'. «Si en el plazo de 48 a 72 horas no se ponen de acuerdo, se disuelve el jurado», recuerda Rojo, quien añade que esto no es en absoluto frecuente. «A mí nunca me ha tocado», apunta. Los miembros del jurado son conscientes de que hay unos plazos.Y si se 'atascan' en algún punto sobre el que tienen que pronunciarse, siempre pueden acudir al magistrado para que se lo explique. «De todos modos, el jurado tiene que pronunciarse sobre atenuantes o agravantes... son matices», explica la penalista.
Ypara los abogados, ¿es agradable 'trabajar' con un jurado? Hay opiniones para todo dentro del gremio. Muchos aborrecen este método, porque consideran que complica las cosas y alarga el proceso. Otros, sin embargo, ven bien a estos 'nuevos compañeros'. «Yo me siento a gusto con ellos y a veces me permite ir más al límite», afirma la penalista.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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