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En mi casa, los 'chritsmas' son un elemento más de la decoración navideña. Recuerdo que, de pequeña, abrir el buzón durante estos días me hacía especial ilusión. Siempre ayudaba a mis padres a responder a cada una de las tarjetas y, cuando me hice más ... mayor, no quise perder esa tradición», cuenta Marta Vicente, una madrileña de 28 años que todavía hoy, a pesar de la incursión de la tecnología en nuestra vida, sigue mandando tarjetas de Navidad.
«Cada vez menos gente envía 'christmas', y es una pena, porque es una tradición preciosa. Cuando te llega una carta así te sientes, de alguna manera, especial, porque sabes que alguien ha pensado en ti y ha dedicado su tiempo a escribirte», opina. Este gesto cobra especial importancia en una época en la que reina la inmediatez y la norma se ha convertido en reenviar cadenas de mensajes navideños a través del móvil, ya sea en forma de texto, imagen, vídeo o gif.
Lo peor de todo es que, a pesar de la cantidad de herramientas que tenemos actualmente a nuestro alcance para crear felicitaciones digitales originales y personalizadas -como 'apps' Elf Yourself o Santa Yourself, para crerar vídeos navideños; o PicCollage, para hacer postales de Navidad digitales con composiciones de fotos- los buenos deseos que mandamos en muchos casos son impersonales. ¿A quién no le ha llegado en vísperas de Nochebuena o Año Nuevo el mismo mensaje navideño de parte de tres, cuatro o cinco personas distintas? El gnomo que baila y te canta un villancico, el vídeo de un belén, una frase bonita pero tan ñoña que nunca la dirías en voz alta, el mensaje que al difundirlo entre 10 contactos hará que ocurra un milagro… Reenviar, reenviar, reenviar.
Darle a un botón es más práctico, más rápido y, sobre todo, más cómodo que darle al 'coco' y pensar unos segundos lo que verdaderamente nos gustaría decirles a la personas a la que felicitamos las fiestas. «Parece que ya nadie quiere 'perder' ese tiempo en hacer algo que hará ilusión a otro, ¡ni siquiera en Navidad! Lo más triste es que estos mensajes en cadena en ocasiones sustituyen hasta a las llamadas telefónicas», expresa Marta.
La realidad es que, si bien todos hemos caído en la tentación de reenviar un mensaje en cadena, en general pocos consideran ese gesto como una verdadera felicitación. «Puede enviarse con las mejores intenciones, pero solo sirve para cubrir el expediente y pensar: ya le he felicitado (aunque sea de forma impersonal). Pero lo que realmente valoramos las personas de los mensajes navideños o de los regalos es comprobar que el remitente ha invertido tiempo y esfuerzo pensando en nosotros. Por eso, generalmente, nos hace más ilusión un regalo hecho a mano que un obsequio carísimo. Al igual que nos emociona más un mensaje personalizado que uno en cadena», expresa la psicóloga clínica Karmele Zabala.
Marta, por ejemplo, tiene su propio 'ritual'. «Primero pienso a quién va dedicada la felicitación y elaboro el mensaje según la persona que vaya a recibirlo. Me parece bonito que cada 'chritsma' sea diferente, aunque no es tan fácil. Este año he escrito tantos 'christmas' que, al redactar los últimos, ya me quedaba sin verbos y adjetivos. ¡Creo que en alguno he escrito la palabra 'espero' más de tres veces en una misma tarjeta de 10 centímetros!».
Al menos ella sabe lo que quiere transmitir, pues un problema cada vez más frecuente es la incapacidad que sienten muchas personas para expresar lo que piensan o sienten. Esta dificultad se aprecia especialmente entre las nuevas generaciones. «Muchos jóvenes no son capaces de describir sus emociones –en la práctica clínica esto se llama alexitimia– porque han aprendido a expresar lo que sienten a través de los emoticonos», declara Zabala. Sin embargo, un icono de una cara sonriente no manifiesta lo mismo que escribir un 'me haces feliz'.
Por otra parte, hay quienes ni siquiera se dan la oportunidad de conectar con sus sentimientos y reflexionar sobre ellos. «Al igual que hemos hecho 'fast food' con la comida o 'fast dressing' con la ropa, también hemos desarrollado una especie de 'fast emotions', es decir, emociones de rápido consumo y de muy baja calidad», lamenta la psicóloga. «Debería formar parte de nuestra cultura emocional el agradecer y desear cosas buenas a las personas de nuestro entorno de forma habitual, y no solo en Navidad, donde hasta de la felicitación hemos hecho un producto comercial».
Su consejo es huir de las frases hechas, como 'mis mejores deseos' o 'te deseo lo mejor', que son afirmaciones que van implícitas en una tarjeta navideña, y apostar por rememorar vivencias concretas que hemos tenido con el destinatario durante el año, y que han estrechado ese vínculo emocional compartido.
A pesar de todo, hay cierta esperanza pues, como dice Klaus (protagonista de la película de dibujos animados 'Klaus', de Netflix), «un acto sincero de bondad siempre provoca otro». Así ha ocurrido, por ejemplo, entre los amigos de Marta, que se han contagiado del espíritu navideño de esta joven animándose a escribir sus propias postales navideñas. «Cada día me encuentro más gente que ha vuelto a retomar esta tradición y ojalá vaya en aumento», espera.
¡Feliz Navidad! Los nombres propios de las festividades siempre se escriben con mayúscula, como: ¡Felices Reyes!, ¡Felices Fiestas!, ¡Felices Pascuas!, ¡Feliz Navidad! o ¡Feliz Año Nuevo!
Periodos festivos Para referirse a un periodo del año, no a la festividad, se utiliza la minúscula inicial. Por ejemplo: navidades.
Referencias litúrgicas 'Adviento', 'Reyes Magos', 'Niño Jesús', 'Santos Inocentes' o 'Virgen María' se escriben con mayúscula inicial. 'Papá Noel' también, aunque no es una referencia bíblica. Por su parte, 'Belén' va en mayúscula si se refiere a la ciudad, como en 'el portal de Belén', pero si designa la representación del nacimiento de Cristo, como 'belén viviente', que es en minúscula.
Los premios Los términos 'lotería' o 'sorteo' se escriben con minúscula, pero en 'sorteo del Niño' o 'lotería de Navidad', la festividad y el nombre propio van en mayúscula, al igual que 'el Gordo'.
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