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'Hace lo que quiere', 'no me desea' y otros clásicos de las terapias de pareja. ¿Cómo funcionan?

'Hace lo que quiere', 'no me desea' y otros clásicos de las terapias de pareja. ¿Cómo funcionan?

¿En qué casos no sirve la ayuda profesional? Tres expertas nos explican qué se 'cuece' en estas consultas

Viernes, 9 de septiembre 2022

Salvar el amor... ¡Qué poético! ¡Qué épico! ¡Qué... endiabladamente difícil! Nadie dijo que fuese sencillo, ni tampoco que siempre deba ser reflotado, porque hay casos en los que no resulta aconsejable y lo mejor es dejarlo ir. Pero, si lo que queremos es que la relación que tenemos no termine mal –en una ruptura o en una inercia de broncas, indiferencia y amarguras, que cada cual elija qué opción es peor–, debemos tomar cartas en el asunto, ya que la solución rara vez viene sola. Puede que logremos, por nuestros propios medios, arreglar las cosas, pero hay gente que no se ve capaz y prefiere acudir a terapia de pareja, algo que, hasta hace poco, nos sonaba a película americana. Ya no: en nuestro entorno, aunque normalmente no se airea, hay muchas personas que acuden a un profesional.

¿Qué se 'cuece' en una de esas consultas donde dos personas que en algún momento estuvieron muy enamoradas quieren arreglar las cosas? Hay de todo: miedo, pudor, escepticismo, autocrítica, dolor, decepción, cerrazón, desencuentros, fuego cruzado de reproches... Pero también esperanza, porque, si no, no habrían buscado ayuda. «Para la mayoría, venir a terapia es el último cartucho: ven que eso se rompe», apunta la psicóloga Mónica Dosil, con una larga experiencia en terapia de pareja.

Los más escépticos estarán pensando que, cuando una relación está muy dañada, lo mejor es darla por perdida, pero no siempre es así: «He visto a muchísimas parejas que vinieron súper rotas y que ahora son muy felices», asegura Dosil. O sea, que la terapia de pareja funciona bien... «Ojo, solo si los dos miembros que acuden a consulta creen que puede funcionar. Si uno de ellos viene por un ultimátum (algo que suele pasar) o totalmente obligado no va a valer de nada, a no ser que la cosa cambie tras los primeros compases, que es algo que también ocurre». En muchas ocasiones, el miembro de la pareja que se cerraba en banda y acudía a regañadientes ve cómo el experto abre un canal de comunicación y empieza a apreciarlo.

«Por lo general, la terapia es más fluida y útil en personas capaces de abrirse emocionalmente, de expresar sentimientos e integrar nuevas habilidades y estrategias. Por contra, aquellas personas con nula implicación emocional y con un grado de madurez emocional que está por debajo de lo que la terapia (y las relaciones) requieren, perderá el tiempo, el dinero... y a su pareja», sentencia la psicóloga y escritora Valeria Sabater.

Hasta el 75% de efectividad

Si pertenecemos al grupo de los 'salvables', tenemos muchas posibilidades de resucitar la pareja. No lo decimos desde el romanticismo, sino desde las cifras : «Antes de los años 80, la tasa de éxito de las terapias de pareja no iba más allá del 50%. A partir de entonces empezaron a desarrollarse nuevas estrategias y se realizaron, además, estudios para conocer mejor esas razones que originan las rupturas. Los trabajos del psicólogo John Gottman, por ejemplo, fueron clave. En la actualidad, con enfoques como la terapia de pareja centralizada en las emociones, podemos alcanzar hasta el 75% de efectividad», destaca Sabater. Entendiendo el éxito como una mejoría respecto a la situación inicial, claro. Según explica Sabater, detrás de ese 25% de cuota de fracaso hay múltiples realidades, incluidas relaciones donde se detecta que hay maltrato, presencia de algún trastorno psicológico en un miembro de la pareja, pensamiento inflexible e incapacidad para generar cambios, falta de confianza en la propia terapia… Y el más habitual, «ir forzado a terapia aun sabiendo que ya no hay amor en alguno de los dos».

«Los motivos de las crisis son variados, pero casi siempre se trata de un problema de comunicación»

Myriam Arenillas, coordinadora del centro de terapia del Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP)

De todos modos, hablar de éxito y fracaso en lo que concierne a relaciones amorosas es muy relativo: los expertos creen que hay que resolver el conflicto de modo que la pareja adopte la decisión acertada, seguir juntos o no. Y, si es que no, dejarlo de la mejor manera posible.

Todo esto se determina en terapia. ¿Cómo se hace? La persona que guía el encuentro esta formada para detectar dónde está el problema, para hacernos reaccionar y para 'ponernos' ejercicios. Sí, para hacer en consulta y para casa. Así que es algo más práctico de lo que se pudiese creer. Mediante distintas técnicas, el experto ofrecerá unas herramientas a cada miembro –porque el 'arreglo' es cosa de dos– y otras para ambos. «Muchas veces la gente que viene a consulta pretende que nosotros nos convirtamos en sus aliados... y no, no estamos para ponernos de parte de ninguno», aclara Myriam Arenillas, coordinadora del centro de terapia del Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP). Según afirma, es normal que busquen 'apoyos', porque en la terapia la gente se ve muy vulnerable y está acostumbrada a tratar su relación como una 'guerra', con continuas frases como 'es que va contra mí', 'prefiero no decir nada'... Esto es lo primero que hay que cambiar: no se trata de ganar o perder, sino de resolver el conflicto, y en este punto es indispensable cambiar el chip y ejercer la autocrítica (hay que dejar el 'vicio' de echar la culpa al otro). De hecho, el orden correcto de actuación es: primero 'arreglo' lo mío y luego lo de la pareja. Si no, supone comenzar la casa por el tejado. Y otro detalle: normalmente se llega a un pacto en terapia y no se habla fuera de lo que se dice en las sesiones (que deben ser un paréntesis).

¿Y qué cosas son las que habitualmente hay que arreglar? «Los motivos de las crisis son variados, pero casi siempre se trata de un problema de comunicación, generalmente sobre las necesidades que tenemos y no vemos satisfechas y sobre la forma en que se lo expresamos al otro (en forma de reproche). Y la otra gran causa es la infidelidad, que crea una situación dolorosa y de desconfianza grande, porque nos hace ver que hemos perdido el control y entramos en pánico», repasa Arenillas, quien sostiene que incluso la realidad más dura se puede aprender a gestionar.

¿Qué se escucha en la terapia?

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«No tiene ni un detalle»

«Entiende lo que le da la gana: no me escucha»

«Ni me toca, siento que no me desea»

«No me da cariño como al principio»

«Todo tiene que hacerse a su manera»

«No me valora, trata a los demás mejor que a mí»

«Todo lo saca de quicio y hace una montaña de un grano de arena»

«No podemos hablar»

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Cuando el estrés es el origen del problema, diversos estudios, como el de Bruno Rodríguez-Sahagún Alesanco, de la Universidad Pontificia de Comillas, apuntan que la terapia es especialmente efectiva. En su trabajo destaca que la activación emocional durante las discusiones y la visceralidad en las técnicas de poder en la pareja pueden ayudarnos a predecir el resultado de la terapia: «A mayor activación y visceralidad, peores resultados».

Afortunadamante, en la consulta los dos implicados no están solos y el profesional debe equilibrar la situación (la terapia de pareja ha sido definida como una de las modalidades de psicoterapia más difíciles que existen) y brindar herramientas (hay distintos tipos de terapia). Básicamente, todas suelen incluir, antes o después, esta hoja de ruta: decir de forma clara qué esperamos del otro y también qué estamos dispuestos a hacer o cambiar nosotros para mejorar la situación y romper dinámicas recurrentes y destructivas como la de estar continuamente discutiendo. Esto se logra con mucho diálogo y con paciencia. A veces, las actitudes llevan años de arraigo. Y lo más curioso es que puede que haya amor entre esas dos personas que se pasan el día como el perro y el gato. «En consulta oímos mucho 'pero si es que nos queremos'», apunta Arenillas. Y no mienten, solo es que en una parte del camino se han 'perdido' y han olvidado cómo tratarse bien (o no saben). ¿Qué tal si empezamos a 'entrenar'?

Para quienes quieran intentarlo en casa sin ayuda profesional, ahí va un primer truquillo con resultados sorprendentes. Parece poca cosa, pero no lo es. Es el llamado 'yo siento que...'. Cuando estamos enfadados, discutiendo con la pareja, es cuando salen los trapos sucios a escena. Y no es buen momento. La ira altera el lenguaje (y no hablamos de tacos o insultos, aunque a veces también) y ambos miembros de la pareja empiezan a arrojarse reproches a la cara. Esto carga toda la culpa en el otro, que, claro, se defiende de la misma manera. Una espiral terrible. ¿Qué hacer? Esperamos a que el enfado se pase y, en un momento tranquilo, abordamos el tema conflictivo, poniendo el 'yo siento...' por delante. 'Yo me siento mal porque creo que me podrías ayudar más', 'yo siento como si me ignorases' o 'desde que nacieron los críos siento como si yo estuviese al margen y eso me duele'. Es decir, no pones el foco en el otro, no le culpabilizas, sino que te centras en tus propios sentimientos. «Recriminar nunca lleva a la solución», según coinciden en subrayar las terapeutas.

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