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Por desgracia, casi todos nos vamos a ver en el difícil trance de dar una mala noticia alguna vez en la vida. Anunciar una muerte, comunicar una enfermedad grave, decir a la pareja que todo ha terminado, un despido... El catálogo de malas noticias –de ... distinto calado y diferente impacto– es muy amplio y variado. ¿Sabemos cómo transmitir estas informaciones haciendo el menor daño posible? Nadie nos enseña. Todo queda en manos de la sensibilidad, la sentatez y las habilidades sociales de cada cual..., que a veces dejan mucho que desear. Los únicos que cuentan con una formación específica son los profesionales de ciertos gremios –sanitarios, policías, psicólogos– que, por las características de su trabajo, deben dar pésimas noticias con cierta frecuencia.
Estas son algunas de las claves que les enseñaron (y que ellos transmiten a sus colegas más jóvenes) para que la forma de comunicar los hechos sea la más adecuada. A veces, la realidad es tan dura que no hay manera de hacerla más digerible, pero siempre se puede transmitir mejor o peor para, al menos, no empeorar la situación. «No es nada fácil, pero todos podemos mejorar», indica la prestigiosa neuróloga Mar Mendibe, toda una referencia en esclerosis múltiple y 'maestra' en anunciar el diagnóstico de esta enfermedad, algo que enseña a los residentes.
Si tenemos que dar una mala noticia –por ejemplo, decir a uno de nuestros hermanos que nuestro padre tiene cáncer–, debemos hacer antes un ejercicio de reflexión y pensar muy bien qué quiere escuchar y si es el momento adecuado para ello. Lo mejor es ofrecerle un avance de la información (sin mentir), diciendo que todo apunta a que puede ser algo grave, por ejemplo. Y, en vista de la reacción, continuar o esperar a otro momento para seguir. A poder ser, debemos aguardar a que la persona que va a ser informada no esté en un momento de estrés por otras causas, porque puede responder peor a este primer impacto. Lo mismo pasa, por ejemplo, si vas a anunciar que quieres el divorcio. Primero, es mejor dejar caer que hay que tomar alguna determinación porque la pareja, obviamente, no va bien. Según la reacción, seguimos o esperamos. Esto, claro, si no queremos hacer daño a la otra persona.
«Lo primero es que nos pongamos en el lugar de la otra persona y pensemos cómo querríamos que nos dijesen a nosotros esa noticia», resume Mendibe. Para ello, la neuróloga indica que es muy útil conocer al destinatario (o, al menos, observarlo un poco). Su nivel cultural, sus creencias (algunas personas muy religiosas encuentran consuelo en su fe), su edad, su situación familiar... Hay que modular el mensaje teniendo en cuenta estos factores. «Los que peor reaccionan son los que consideran que se les ha ocultado información y quienes no tienen margen para reflexionar ni ven salida alguna», apunta Mendibe. Por eso, siempre que se pueda, conviene que el individuo que acaba de ser golpeado por una noticia no se sienta pasivo.
«Hay que buscar un momento tranquilo, sin gente que pueda interrumpir. El teléfono, desconectado, por supuesto», apunta Mendibe, quien explica que la persona que recibe la mala noticia debe notar que tiene toda la atención de quien se la transmite, ya que eso la reconfortará.
«Se trata de intercalar mensajes.Por ejemplo, a los pacientes se les dice el primer diagnóstico, con franqueza. Pero a continuación les explicas que les vas a ayudar en todo lo que se pueda, que hay recursos en los que se puede apoyar...», desgrana Mendibe. Es decir, inmediatamente después de la mala noticia, dejar una puerta abierta a una solución o a una mejora. Y es importante que se sientan activos y que formen parte de las decisiones. Enrique Huete, profesor de Psicología de la Salud en la Universidad Cisneros y director de Quality Psicólogos, manifiesta que, por ejemplo, decirles a unos padres que han perdido a un hijo adolescente en un accidente y, a continuación, solicitar permiso para trasplantar sus órganos requiere de toda la pericia y sensibilidad del mundo. No hay nada que les pueda consolar de un impacto así, ni forma de hacerlo más digerible. ¿Qué capa 'buena' intercalamos? «No hay. En estos casos debes ser respetuoso con el drama, con el estallido inicial, la negación... y, sin perder tiempo, plantear una pregunta dicotómica: '¿Quieren enterrar a su hijo o donar sus órganos para ayudar a otras personas?'», indica Huete. Por su experiencia en los años más duros del sida, comprobó que decir a alguien que le queda poco de vida 'mejora' si la persona se siente arropada y se le anticipa lo que va a pasar. «Les decimos que la ciencia tiene recursos para que ya nadie muera ni con dolor ni con angustia. Y que resuelva sus asuntos, que se le va a ayudar», apunta. También se les pide que expresen sus 'escenas temidas': dolor, soledad, qué pasa con los niños... y se les van 'desmontando' esos temores.
Esto también vale para las rupturas amorosas, infidelidades, despidos... Preguntar por las escenas temidas y desactivarlas vale para casi todo. Si ha habido 'avisos' o preparación previa, lo adecuado es decir que tenemos una mala noticia y explicar lo que ocurre objetivamente, sin hacer que se sienta responsable el destinatario del mensaje para 'aliviarnos' nosotros. «A la gente ni le gusta que le oculten cosas ni que se las digan de manera brutal», sentencia Mendibe.
-Es mejor que quien recibe la mala noticia esté sentado, porque así el cuerpo se relaja y se evitan desmayos. También conviene que la persona que da la información esté a su misma altura para hacer sentir cercanía (por eso también es conveniente que no haya mesas de por medio)
-Mejor no dar rodeos si se 'huele' en el ambiente la mala noticia. Sólo acrecentamos el agobio y podemos producir un estallido. Es mejor ir al grano, ser claros y usar pocas palabras al arrancar. Luego esperar y escuchar. Mejor que no sea un monólogo.
-¿Tocamos al afectado? La mano, el brazo... No antes de soltar la noticia. Estos gestos le alterarán y le anticiparán el tema.
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