Cómo afrontar la primera visita al psicólogo

Siempre es un momento de dudas y resistencias. Así se rompe la barrera y se va «soltando»

Domingo, 7 de noviembre 2021, 00:19

Hola Javier, ¿cómo está? Pase por favor por aquí, tome asiento'. «El saludo debe ser sencillo pero cordial. Y antes de la pandemia le hubiera dado la mano, claro; ahora ya es diferente». Así recibe Valentín Martínez-Otero a sus pacientes por primera vez en ... la consulta. Es psicólogo y en ese primer contacto, en esa sesión inicial, ha visto de todo, «desde quien se pone a llorar porque necesita ese desahogo, hasta el que está deseando marcharse porque es tan angustioso lo que vive que no puede ni hablar». La primera visita al psicólogo es siempre un momento de incertidumbre y de «ciertas resistencias; lógicas por otra parte porque se van a abordar temas muy personales y a veces muy duros».

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La importancia del espacio

En positivo:

«El encuadre es muy importante. El espacio físico debe ser agradable y no tener la pinta de un despacho lleno de papeles, sino de una consulta. Lo del diván ya no es tendencia y es preferible poner una silla cómoda», explica Antonio Labanda, psicólogo sanitario y educativo. En el caso de los niños, «si son menores de 4 años el espacio debe tener juguetes e, incluso, dibujos de otros chavales pegados en las paredes», sugiere el experto.

En negativo:

«El sitio debe ser acogedor pero sin excesivas comodidades y, por supuesto, sin elementos distractores como colores, pantallas o música», completa Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. En este apartado de 'cosas a no hacer', Labanda añade las consultas en casa: «Algunos profesionales lo hacen así, especialmente cuando atienden a niños o adolescentes, se trasladan a su domicilio; pero no es buena idea porque estás en el terreno del otro y pueden generarse conductas en las que el paciente acabe diciendo: 'Estoy en mi casa y aquí hago lo que quiero'».

Romper el hielo

En positivo:

«Todos llevamos una coraza, más o menos gruesa, y hay que ir eliminándola poco a poco. Es importante que el paciente no vea esa sesión como una intromisión hacia su persona. En ese primer encuentro hay que dejarle hablar, asentir cuando dice algo, formular las frases partiendo de lo que dice, por ejemplo: 'Veo que estás preocupado', y no: 'A vér, cuéntame qué te preocupa'», advierte Valentín Martínez-Otero. E insiste en que «el paciente debe ver desde el primer momento que el psicólogo le va a ayudar, que va a obtener un beneficio de ese encuentro». Hay quien en esa primera sesión se echa a llorar o se queda callado. ¿Y entonces? «Hay que dejar que la persona se desahogue con el llanto y, si se calla, tampoco es malo. No hay que romper esos silencios porque significa que su cabeza está dando vueltas a algo. Forzarle a romperlo sería una intromisión».

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En negativo:

«Parece una obviedad pero hay que preguntar a la persona si sabe por qué está allí. Porque hay adolescentes que dicen: 'No sé, a mí me han traído mis padres'. Entonces se debe insistir: '¿Por qué crees que ha sido, qué dificultades piensas que tienes?'. Nunca: 'Estás aquí porque tienes dificultades'», advierte Labanda.

La relación psicólogo-paciente

En positivo:

Puede haber 'feeling' desde el principio, claro, pero normalmente la relación entre el profesional y el paciente «se trabaja». «Cuando alguien va por primera vez al psicólogo hay un punto de duda porque es una situación nueva y no conoces a la otra persona. El profesional debe tratar de procurar un clima de confianza y de empatía». Para ello, dicen, es muy importante dirigirse a esa persona por el nombre. «Imagina que en tu primera visita al psicólogo te dice: 'A ver, usted, ¿cómo se llama'?».

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En negativo:

Esa confianza entre profesional y paciente debe tener, sin embargo, unas líneas rojas bien marcadas. «No son dos amigos, se trata de una relación horizontal, de persona a persona, pero asimétrica, en la que hay roles diferenciados. Esa barrera debe ser infranqueable», hace hincapié Antonio Labanda. Aceptar una invitación por parte del paciente a comer o a tomar una copa, continúa, «sería contraproducente y atentaría contra el código deontológico». Otra cosa, dice, es que en un determinado momento «se visite al paciente en un centro médico si se encuentra ingresado o se le atienda telefónicamente fuera de la consulta ante un problema que haya surgido. Eso forma parte del tratamiento terapeútico».

«No existen los tratamientos mágicos y 'las cosas, ya'»

¿Cómo se supone que me debo sentir tras esa primera sesión con el psicólogo? «Hay de todo, pero el paciente debería sentir que tiene una referencia, que ha encontrado en el profesional una orientación», explica Valentín Martínez-Otero. Antonio Labanda asegura que «cuando uno habla y suelta, se libera un poco». Pero enseguida advierte de que «los tratamientos no son mágicos y que aunque queramos las soluciones ya, no funciona así». A propósito de esto, el psicólogo recuerda a una mujer que acudió a su consulta y relató un serio problema familiar. «Era una señora separada cuya hija, después de una gran discusión con ella, se había marchado de casa y se había instalado con su padre. La mujer quería una solución inmediata, pretendía que yo convenciera a la adolescente para que regresara a casa con ella. Pero lo que trabajé con aquella mujer es que se diera cuenta de que tanto ella como su ex marido estaban utilizando a la menor como una pelota de tenis en la disputa personal que mantenían y que la solución para aquel conflicto partía de que los padres se sentaran a hablar de ello».

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