¿Puede mover las orejas? Pues sepa que es una habilidad rara. E inútil. Ya no le servirá para nada, solo para hacer unas risas con los amigos. Esa capacidad la tenían a pleno rendimiento nuestros ancestros, hace millones de años, y era vital para ... detectar las presas cuando salían a cazar o alertarles de los depredadores. Como ese músculo que permite la movilidad de las orejas, hay otras partes del cuerpo que el ser humano conserva –no todas las personas– y han perdido su utilidad con el paso del tiempo.
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Es un músculo que ocupa desde la muñeca hasta el codo. Otro vestigio del pasado. «Si extendemos el brazo con la palma de la mano hacia arriba y unimos el pulgar con los dedos aparece una protuberancia fina y recta que se extiende por el antebrazo», detalla el fisioterapeuta Raúl Moreno. El 14% de la población ya lo ha perdido y no tiene consecuencia alguna. «Los cirujanos llevan muchos años usando el tendón del palmar largo para sustituir otros tendones cuando se rompen: es fácil de extraer y no tiene consecuencias», añade este experto. Algunas teorías apuntan a que servía a nuestros antepasados para ejercer la fuerza necesaria para trepar árboles.
Entre las cinco y las ocho semanas de la concepción, el feto comienza a desarrollar una cola que antes de nacer desaparece para formar el coxis. «La cola servía para moverse y mantener el equilibro. Pero cuando aprendimos a andar de pie, se fue perdiendo porque no resultaba necesaria», recoge un estudio de la antropóloga de la evolución del Boston College (EEUU) Dorsa Amir.
El Consejo General de Dentistas calcula que al 25% de la población le falta alguna de las cuatro muelas del juicio –ese porcentaje va a más– porque no se llegan a formar. Y el 10% carece totalmente de ellas. Es un proceso evolutivo natural. La función de ese tercer molar era masticar las carnes duras y los cereales crudos con los que se alimentaban nuestros ancestros. «La dieta es cada vez más blanda, lo que implica que ya no sean necesarias ni una mandíbula tan grande y fuerte ni con tantas piezas dentales».
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«Muy poca gente tiene ya control sobre los músculos que mueven las orejas», advierte el fisioterapeuta. Algunos mamíferos los usan para detectar presas o depredadores y se cree que los humanos empleaban esa habilitad con el mismo fin de supervivencia: desde que el ser humano no caza para vivir se ha ido perdiendo esa capacidad.
El paso del tiempo ha afectado también al olfato. A lo largo de nuestra evolución los homínidos hemos perdido gradualmente el número de receptores olfativos en beneficio de otros sentidos, como la vista.
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La contracción de estos músculos, los 'arrectores pili', provocan ese efecto de piel de gallina. Son pequeños músculos conectados a folículos de pelo en mamíferos y cumplían una función cuando nuestros antepasados tenían mucho pelo por todo el cuerpo, ya que ese efecto aumenta el volumen del cuerpo como estrategia defensiva. Esto es, parecían más grandes ante el ataque de un animal, lo que los protegía en cierta medida. La formación de piel de gallina en humanos es un reflejo vestigial que ya no cumple ninguna función fisiológica. Su papel primitivo se contempla aún en animales como los puercoespines, que levantan sus púas cuando están amenazados o los gatos, que erizan su cola ante un peligro.
Es un pliegue situado en la esquina interna del ojo y se parece a las membranas que tienen algunos animales como las aves, los reptiles e incluso algunos mamíferos. Sirve para proteger la vista y mantener los ojos húmedos y libres de residuos, pero en el caso de los humanos apenas queda una pequeña parte de esta membrana y, además, no tenemos ningún control sobre ella.
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El apéndice es una bolsa en forma de dedo que se proyecta desde el colon, en el lado inferior derecho del abdomen. «Parece que es un vestigio de cuando éramos herbívoros y teníamos que digerir grandes cantidades de celulosa de las plantas», señalan desde la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. De hecho, los vertebrados que se alimentan de plantas aún dependen de su apéndice para ayudar a procesar este alimento. «Pero cuando comenzamos a cambiar a una dieta más diversa y nos centramos en la carne, dejó de ser necesario». ¿Y entonces hoy? Podría tener algún papel inmunológico residual. «Actuar como un refugio o reservorio de la microbiota (flora bacteriana intestinal)», detalla la agrupación de médicos.
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