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Isaac Asenjo
Madrid
Jueves, 14 de julio 2022, 00:06
El mío es una maravilla, duerme toda la noche del tirón. ¿Y el tuyo? «No. El mío se despierta cada dos o tres horas, a veces menos, y no hay manera de que se vuelva a dormir hasta pasado un buen rato». Es una conversación ... habitual entre familias con bebés recién nacidos o de meses, de dos o tres años incluso... Muchos pequeños tienen dificultades para conciliar el sueño y los padres suelen vivir con angustia y cansancio infinito esas noches en vela a causa de los lloros o de los frecuentes despertares. De hecho, un estudio publicado en la revista científica 'Sleep' concluye que las interrupciones continuas de sueño son más perjudiciales para la salud que dormir poco.
Al sueño diurno hay que añadir la preocupación de los padres y el sentimiento de culpa que desarrollan. «Si hubiérais leído el libro 'Duérmete, niño' del doctor Eduard Estivill, no tendríais problemas. A veces hay que ser un poquito cruel con ellos», le comentaba recientemente el pediatra a un amigo. El famoso 'método' propone «educar» el sueño del niño a partir de una técnica que consiste, en esencia, en dejarle llorar. Los progenitores que recelan de esta técnica prueban con otras más amables para revertir la situación: luces en el techo, musiquita, ruido blanco, brazos, biberón... Cuando nada funciona queda otra opción: confiar la ardua tarea a una consultora de sueño infantil. No es algo nuevo, pero se trata de una figura en auge, sobre todo gracias a las redes sociales.
«Nuestro hijo de doce meses se despertaba cada dos horas y solo se dormía en el pecho. Ahora llega a las diez del tirón, durmiendo él solito en la cuna», cuenta todavía sin créerselo Josu, un padre que ha contado en redes su experiencia tras consultar con una especialista. «Con las pautas establecidas, la niña gestiona ella misma el sueño, sin necesidad de ir a consolarla», se felicita Aintzine, una mamá que ya puede dormir. Diana confiesa que antes de consultarlo, «ir a dormir se convertía en una lucha».
«Al niño hay que acompañarle siempre y acudir al llanto», defiende Olga Sesé, fundadora de BabyREM. La experta analiza de forma telemática la situación del sueño particular del niño según la etapa madurativa en la que se encuentre y guía a los padres con información, experiencia y respeto por el modelo de crianza que hayan elegido en un «plan de sueño» personalizado de dos semanas, asesoramiento que cuesta 420 euros. «La clave es entender sus necesidades de descanso y darles herramientas que les puedan ayudar con unos hábitos de sueño saludables para su desarrollo. Así, los niños pueden llegar a ser autónomos a la hora de dormir sin necesidad de ayudas como el chupete o los brazos», apunta Polly Revaliente, enfermera de profesión y formada como asesora de sueño.
«Asegúrate de que sus necesidades de alimentación están cubiertas y no tiene hambre ni sed, que estás en el ambiente idóneo: oscuridad, temperatura entre 17 y 22 grados, así como el uso de prendas cómodas», añade la experta, que cuenta con una serie de paquetes de consultoría que van desde una asesoría telefónica a una asistencia de diez días.
«Los principales problemas que nos encontramos es que a los peques les cuesta coger el sueño, tienen muchos despertares nocturnos y un sueño irregular durante día. Además, se desvelan durante un tiempo largo. La autogestión del sueño es el Santo Grial para que tu hijo pueda dormir bien y es una habilidad que, a menudo, debe aprenderse», considera.
Según la propia Sesé, entre los tres y los cuatro meses, los bebés desarrollan un patrón de sueño y vigilia y ya con cinco o seis son capaces de dormir entre 8 y 12 horas. «A partir de esa edad tienen que aprender a manejar los micro-despertares que todos tenemos entre una fase y otra de sueño y de los que no somos conscientes», añade Sandra Moro, psicóloga clínica y educativa especialista del sueño, que comienza sus planes de sueño (450 euros) con las familias a partir de los cinco meses y medio: «Ahí los bebés son capaces de desarrollar hábitos y rutinas de sueño correctas».
La experta, que comulga con la teoría del apego seguro, anima a buscar soluciones sin recurrir a métodos que les hagan llorar, adoptando una serie de comportamientos y aprovechando la propia biología del niño. «Lo primero es no sobrepasar los períodos de vigilia –tiempo que un bebé puede permanecer despierto entre siesta y siesta–. Esto puede ser de dos a tres horas hasta el año. El objetivo de controlar este período es conseguir que el menor se quede dormido tranquilamente y llorando lo mínimo posible», argumenta.
Cada edad tiene su rango aproximado de horas de sueño (un recién nacido no aguanta más de una hora sin dormir, por lo que mantenerlo despierto más allá de ese tiempo supone que comience a general cortisol) y los bebés muestran señales de cansancio como frotarse la cara, tocarse las orejas o lloriquear.
«La paciencia es fundamental. Si estamos nerviosos el niño lo notará y no se dormirá facilmente, aunque también necesitamos darle tiempo para que lo haga», apunta Moro, que dice que el feedback con las familias es continuo mientras dura el plan.
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