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No resulta fácil arrancar una sonrisa y mucho menos la carcajada. De ahí que las comedias sean el género televisivo más breve en su duración. Las 'sitcom' o comedias de situación, en su origen rodadas en directo, con decorados y público, no se alargaban más ... allá de los 20 o 25 minutos en origen y han establecido un patrón. Comedias cortas y dramas largos, podría ser la fórmula. Pero, si todo es tan estricto, ¿por qué funcionan series de 40 minutos igual de bien que otras de 70? ¿Por qué ocho temporadas no son necesariamente más garantía de éxito que una miniserie de tres episodios?
Las reglas ya no resultan inmutables en un negocio como el audiovisual, en permanente transformación. «La clave radica en los hábitos de consumo», advierte Carlos López, guionista de 'El Príncipe' o 'Mujeres'. Antes de que el sector entrara en una fase de profundos cambios, España escapaba a la tónica. Por exigencias de la programación y requerimientos de la publicidad, los episodios de una comedia podían alcanzar la hora y diez minutos. «Se estiraban los gags hasta la extenuación», reconoce.
Pero hoy prevalecen las historias cortas. «Se ha impuesto el estándar en todas partes y se respeta tanto en 'Mira lo que has hecho' como en 'Fleabag', no hay diferencias». Su colega Marta Sánchez, autora de los guiones de 'Ahí abajo', entre otros proyectos, recuerda aquellas maxicomedias como un trabajo de otra era. «Éramos equipos, porque, si una persona pretende crear tantos chistes, le puede dar algo, y también se creaban subtramas, lo que restaba calidad al producto». Hoy la realidad es otra. Esta.
Las comedias se han acortado, y también las narraciones dramáticas se van ajustando a esos 45 o 50 minutos que ahora mandan. Ahora, porque ¿mañana? «La duración de los episodios está en entredicho porque está cambiando la manera de verlos», aduce López, y sostiene que, en un futuro más o menos cercano, ese modo de ver series determinará su extensión. Y probablemente las haga más cortas. Ya se hace, con 'Homecoming', por ejemplo, un título protagonizado por Julia Roberts que dura media hora. «Puede crear tendencia, porque no hay valles narrativos y te engancha, te deja con muchas más ganas de más», aplaude Sánchez, pero reconoce que dificulta la escritura. «Tienes que condensar mucho, como si se tratara de un cuento».
Mirando ahora a la duración no ya del capítulo, sino de la serie. ¿Qué ocurre cuando acaba la temporada inicial? ¿Se escribe pensando en una posible continuación? La posibilidad siempre está sobre la mesa, con la excepción de las historias reales o los relatos cerrados como 'Patria'. A veces, el éxito cambia la agenda. «Creo que Netflix estará como loco por proseguir con 'El juego del calamar', aunque estaba programada como una miniserie», vaticina Marta Sánchez. «Digamos que siempre hay la expectativa de una segunda, tercera o cuarta temporada», coincide Carlos López, y su compañera admite que ese horizonte resulta ideal. «Yo creo que se puede dar todo en dos o tres y, generalmente, nosotros anticipamos el final incluso una tanda antes que los espectadores».
Pero ¿cómo retener al espectador durante dos, tres o cuatro temporadas? La fidelización, dicen los especialistas, es la clave. La mayoría de las series de suspense utilizan el 'cliffhanger' o sorpresa de último minuto con ese objetivo. «Hay que acabar en alto para dejarlo con una mezcla de rabia y placer». Ahora bien, ambos están de acuerdo en que una serie no es una película. «Cada episodio debe tener una estructura interna, ir de algo, independientemente de que sigan un hilo narrativo». El número de capítulos también ha descendido. «Con 'Aida' llegamos a facturar 24, pero ahora lo habitual son seis u ocho, lo ideal para enganchar».
¿Hacia dónde van las series? Los dos guionistas reconocen que las cadenas generalistas reducirán su emisión por el arrastre de otras producciones en directo como 'La Voz' o 'Masterchef', y que el público las seguirá en plataformas. «La costumbre de verlas en familia desde el sofá ya está en franca desaparición. Se ha vuelto un hábito individual y se emplea el ordenador». Esta situación genera algunos problemas. «No hay control de audiencias y te debes fiar de lo que ellas nos dicen».
Marta Sánchez apuesta por que, en el ámbito del humor, se cuelgue la temporada completa para evitar que los personajes y sus breves historias se diluyan en la memoria del seguidor. «Yo estoy encantada con que alguien dedique dos horas a consumir toda la narración». Pero Carlos López se estremece al pensar que 'Santo', una ambiciosa producción a la que ha dedicado dos años de trabajo y que actualmente se graba entre Brasil y España, pueda ser olvidada tan pronto. «Esa posibilidad me genera vértigo», confiesa, aunque recupera el ánimo echando un vistazo al set de rodaje y reflexionando sobre su cometido. «Resulta increíble. Hay más de cien personas empeñadas en un trabajo complicado, cuyo único fin es entretener a alguien con una mentira que le están contando».
¿Comedia o drama? Parecía que estábamos en lo segundo, pero dicen los especialistas que la comedia se ha vuelto un género muy solicitado «tras tiempos casi monopolizados por el género policiaco». Aunque, más que el genéro de la ficción, «yo diría que ahora se piden historias protagonizadas por mujeres y con acción, no necesariamente feministas, como el caso de 'Vigil', una narración de intriga», explica el guionista Carlos López. Al parecer, no resulta una buena idea comenzar un proyecto con cuatro jóvenes inquilinos de un apartamento en Madrid. «Curiosamente, en esta atmósfera de globalización audiovisual, lo que se reclama es la diferencia, el otro acento, el espacio particular», aduce, y ejemplifica esa demanda con la recepción de series como 'Fariña' o 'Hierro', ambientada en la isla canaria del mismo nombre.
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