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JOsemi benitez

Correr descalzos

Ni es una moda ni es mayoritario, pero tiene beneficios: evita lesiones, fortalece músculos y pies y puede ser muy agradable

Sábado, 10 de septiembre 2022, 00:05

Correr descalzo puede parecer una locura. ¿Para qué vamos a sufrir pisando el asfalto caliente, piedras, gravilla o arriesgarnos a sufrir heridas y cortes si tenemos calzado deportivo cómodo? Es lógico pensar así. Pues no, existen razones que justifican que un corredor decida quitarse las ... zapatillas. El atleta Emilio Sáez Soro practica esta modalidad desde hace diez años, cuando un calvario de lesiones le llegó a impedir correr. Descalzo logró un récord: fue capaz de completar en un año trece maratones sin resentirse de sus problemas.

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El primer hito 'inspirador' de esta práctica ocurrió en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960: el etíope Abebe Bikila no solo ganó la medalla de oro de la maratón por las calles de la capital italiana, sino que batió el récord del mundo corriendo descalzo los 42 kilómetros de la prueba. Se popularizó con la aparición del libro 'Born to run' ('Nacidos para correr'), de Christopher McDougall, en 2009, inspirado en el pueblo tarahumara del norte de México, donde se colocan en las plantas de los pies un pedazo de llanta vieja y la amarran a los tobillos con cuerdas de piel para recorrer cientos de kilómetros a pie en el transcurso de varios días para comunicarse, comerciar y cazar. Desde entonces, el conocido como 'barefoot runnig' ha pasado etapas en las que estaba más o menos de moda hasta quedar como una práctica que, aunque minoritaria, la disfrutan cientos de deportistas que sienten una sensación más agradable al correr descalzos o les permite estar más fuertes o superar lesiones.

Saéz Soro dio el paso de colgar las zapatillas en 2012. «Después de correr y competir durante muchos años comencé a tener problemas de rodilla que no lograba superar con ningún tratamiento, ni plantillas ni zapatillas con amortiguación especial... hasta que probé a descalzarme y encontré la solución», cuenta este atleta de fondo autor de tres libros en los que cuenta su experiencia –'La aventura de correr descalzo' fue el primero– y ofrece consejos para iniciarse en esta práctica.

No es un milagro, tiene una explicación 'biomecánica'. Correr descalzo se hace de una forma natural, para la que nuestro cuerpo está 'diseñado'. Con zapatillas, el impacto inicial contra el suelo lo hacemos con el talón, mientras que descalzos ese primer apoyo es con la parte delantera del pie, lo que reduce las lesiones. ¿Por qué? «Nuestro cuerpo tiene 'muelles naturales' para amortiguar los impactos en las articulaciones de tobillos, rodilla y cadera. Con las zapatillas, al ser la pisada diferente, ese efecto se pierde», explica Sáez Soro.

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Además, al correr descalzo obligamos a los músculos de las piernas y de los pies a trabajar más, ya que el esfuerzo está más distribuido y, por tanto, se trata de un ejercicio más completo. Otra ventaja de esta práctica es que el contacto directo del pie con el suelo tiene efectos en el cerebro. «Para mejorar el tacto, hay que tocar. Todo aquello que sentimos bien, lo movemos con mayor eficacia biomecánica y energética», señala el fisioterapeuta Óscar Santos. «El pie descalzo recibe la información sin trabas, sin interferencias por las amortiguaciones de las zapatillas y puede responder con facilidad, eficacia y mayor celeridad. Eso se traduce en que el atleta se tropieza menos, si pisa mal corrige el tobillo antes de hacerse un esguince, disfruta de más agilidad y equilibrio...», añade.

Un año de transición

Al ser una forma más natural de correr, puede resultar menos cansado y aportar sensaciones más agradables. «Cargamos mucho menos nuestras articulaciones y músculos y te recuperas antes. Todos los que corren por primera vez una maratón descalzos se maravillan de lo rápida que es la recuperación. Yo ahora acabo las pruebas sin dolor ni problemas en los músculos y articulaciones, incluso puedo entrenar al día siguiente», cuenta este corredor de 57 años.

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Pero ¡cuidado!, no podemos pasar de la noche a la mañana a prescindir de las zapatillas, los pies no están preparados, ya que han crecido protegidos por el calzado. Los hemos hecho frágiles. Se necesita, al menos, un año de transición. «Hay que darle tiempo a la piel y los músculos para adaptarse».

Sáez Soro aconseja correr al principio sobre superficies que resulten agradables, «tierra dura sin piedras, una acera con baldosas sin dibujos ni bordes afilados o asfalto muy limpio para empezar sin problemas. La gravilla es nuestro calvario», advierte. Yno hay que tener prisa. Aunque nos sintamos a gusto, los primeros días, con hacer 100 o 200 metros y otros tramos andando es suficiente. A partir de ahí, aumentar distancias de forma progresiva.

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Hay un terreno en el que debemos tener una especial precaución: la arena de la playa. «No está tan compactada como otro tipo de firme y suele tener desniveles, por lo que aumenta el impacto sobre el sistema musculoesquelético. Por ello, puede producir sobrecargas en el tendón de Aquiles, fascitis plantar, problemas lumbares, dolor en la parte interna de la tibia...», advierte el fisioterapeuta Pablo Herrera, del colegio oficial de Madrid.

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