Dani Maíz

Cómo tomar probióticos

Probióticos hasta en los chicles

Son bacterias beneficiosas para nuestro intestino, pero hay que leer las etiquetas: tienen que estar vivos, resistir a los ácidos del estómago y no todos valen para todo

Viernes, 15 de diciembre 2023, 00:09

La preocupación por lo que los españoles nos metemos en la boca es cada vez mayor. Según una encuesta de la empresa NPD, el 86% de nosotros reconocemos que estamos más atentos a lo que ponemos en el plato desde el covid, por delante de ... italianos (80%) y británicos (69%). Esto provoca también que nos interesen productos enriquecidos con vitaminas, ácidos grados... y probióticos.

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Sin embargo, no siempre hacemos buenas elecciones, o dicho de otro modo, acertamos. ¿Son interesantes unos chicles enriquecidos con bifidobacterium lactis BPL1, por ejemplo? «Para hablar de probióticos, lo primero es saber qué es la microbiota», explica Ana Tellería, médico-nutricionista en IMQ. 'Grosso modo', es un conjunto de microorganismos vivos, compuestos por bacterias, virus, levaduras, parásitos y arqueas que viven en determinadas partes de nuestro cuerpo: la piel, la boca, la vagina...

«A nivel intestinal, su función es protectora, pero también inmunomoduladora y nutritivo-metabólica». Es decir, influye en nuestro sistema inmune y en la absorción de nutrientes. «Cuando está en orden tanto en cantidad como en forma es beneficiosa», prosigue la doctora. Pero, a veces, «se desordena», surge la disbiosis y empiezan los problemas, de mayor o menor importancia.

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La creencia popular invita a que tratemos de reforzarla tomando probióticos, que son microorganismos vivos presentes en algunos alimentos, y suplementos. Sin embargo, la ciencia precisa: «Ni todos los probióticos son iguales ni sirven para todo». «Tienen género, especie y cepa», y cada uno de ellos es adecuado para unas determinadas afecciones y no para otras. Por ejemplo: el que nos recomiendan cuando tomamos antibióticos, un medicamento que altera esa flora intestinal no es el mismo que el que debemos suplementarnos si tenemos una atopía o candidiasis.

Con estos mimbres hay que hacer el cesto. ¿Sirve de algo que, preocupada por mi salud, vaya a la farmacia a comprar cualquier probiótico? «Primero, no hay que obsesionarse, no es bueno. Segundo, si no tienes problemas no necesitas nada. Y tercero, si los tienes, solo los profesionales sabemos qué probiótico es el adecuado; para un usuario normal es imposible conocerlos todos», añade Tellería. Y aunque así fuera, también hay que asegurarse de que cuando los tomamos lleguen al intestino. Es decir, no los destruya el ácido del estómago, algo que depende de la formulación y de la presentación, entre otras cosas.

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«No todos los probióticos son iguales: tienen género, especie y cepa. Ni todos sirven para todo»

Ana Tellería

Médico nutricionista de IMQ

Ahora bien, los probióticos no están solo en suplementos farmacéuticos (que son los que tienen demostrada científicamente su eficacia), también lo están en productos «de forma más o menos natural», precisa Aitor Sánchez, dietista nutricionista y tecnólogo alimentario. Es el caso de los yogures, la famosa kombucha, el miso, los pepinillos en vinagre. el chucrut...

La mayoría son productos fermentados que no deben estar pasteurizados (este proceso mataría los microorganismos). Eso sí, en estos casos, al contrario que en los suplementos, determinar qué probiótico y en qué cantidad hay es más difícil, añade Tellería. Sí son beneficiosos, pero científicamente es más complicado resolver a qué nivel, por decirlo de algún modo. «Está bien consumirlos, pero no estás curando nada», precisa la galena.

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Vivos y en cantidad

¿Qué ocurre con esos otros alimentos, que generalmente se compran en supermercados, que están «enriquecidos con probióticos»? ¿Son igualmente beneficiosos? «Cuando hablamos de un alimento probiótico lo que hay que garantizar es que esas bacterias estén vivas y lleguen al intestino, se instalen en cantidad suficiente y tengan un efecto positivo. Son palabras mayores», detalla Sánchez. Por lo que los reclamos de determinados procesados hay que cogerlos con pinzas: «Muchas veces se ponen simplemente porque incluyen alguna cepa de bacterias, pero no hay ninguna garantía más», prosigue.

Guía para comprar fermentados vivos en el súper

  • Por regla general, están refrigerados, salvo pocas excepciones como algunos vinagres o kombucha sin pasteurizar, col y encurtidos fermentados.

  • Deben especificar los alimentos básicos de los que se parte y el fermento o segundo ingrediente esencial que favorece la fermentación.

  • En los yogures, al menos deben contener leche pasteurizada y fermento lácteo. También puede tener leche en polvo, nata, azúcar o mermelada.

  • El kéfir debe contener leche pasteurizada, levaduras en gránulos y fermento lácteo.

  • El vinagre, la kombucha, la cerveza, el chucrut o los encurtidos deben estar «sin pasteurizar» o, en el caso del vinagre, contener la frase «con la madre».

Sería, por ejemplo, el caso de los chicles de los que hablábamos antes. Efectivamente, tienen un probiótico, con nombre y dos apellidos, pero su efectividad hay que demostrarla. «Además, hay que leer el resto de ingredientes. Si llevan azúcar o edulcorantes estos pueden perjudicar nuestra microbiota», puntualiza Sánchez. Así que, una vez más, hay que ocuparse de la letra pequeña. Si lo que queremos es introducir probióticos en nuestra dieta por mantener una salud intestinal estable, primero recurramos a alimentos como el kéfir, el kimchi o la berenjena encurtida. Y si lo que ocurre es que creemos que tenemos algún problema en la microbiota, mejor consultar al especialista. De lo contrario, estaremos matando moscas a cañonazos.

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¿El pan es probiótico?

Comer pan de masa madre es recomendable. Y sí, la razón está en ella, la masa madre, que es un fermento natural sin levaduras añadidas. «Es saludable», apunta la doctora Ana Tellería. Pero, ojo, no es probiótico. Con el horneado, los microorganismos vivos de la masa madre se mueren. Y entonces pasa a engrosar otra clasificación, la de los postbióticos, como explica la experta Cristina Sáez en su libro 'La ciencia de la microbiota'. Eso sí, también tienen beneficios.

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