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ISABEL TOLEDO
¿Comemos demasiado? Contamos calorías, pero cada vez hay más sobrepeso

¿Comemos demasiado? Contamos calorías, pero cada vez hay más sobrepeso

No se trata tanto de un problema de cantidad como de calidad, alertan los expertos. No es solo cuánto comes, sino qué

Martes, 14 de septiembre 2021, 00:06

Un buen trozo de tocino para 'ablandar' el chusco de pan era, no pocos días, el almuerzo que llevaban nuestros abuelos al campo. Hoy, los nietos llevamos a la oficina barritas energéticas 'lights' y 'fuente de fibra', o un bocadito de pavo 'sin sal' o 'bajo en grasas' (o ambos). Le hemos declarado la guerra a las calorías, «pero aún comiendo la mitad de calorías que hace setenta años, hay cuatro veces más de personas obesas». Eso, ¿cómo se come?

Invita a la reflexión Luis A. Zamora, dietista y miembro fundador de la Sociedad Española de Dietética y Nutrición. Y sostiene que «más que un problema de cantidad, lo es de calidad». Y con los ejemplos que se le ocurren podría llenar el menú de una semana entera: «Nos apetece un bocadillo y pensamos automáticamente en embutido cuando no es la mejor opción. El chorizo lleva mucha sal, que es un potenciador de sabor, por eso si a alguien le das a elegir entre un bocadillo de chorizo o un plato de brócoli... Pero, ¿y si comemos un bocata de atún o de queso de Burgos o de guacamole casero?». Si la merienda está en cuestión, no digamos ya el desayuno. «A los niños les damos cereales que, en realidad, no son más que azúcar, harina y miel. ¿Qué diferencia hay entre eso y una torrija con pan y azúcar? Muy poca. Mientras que en otros países desayunan alubias aquí desayunamos postres. Es más común tomar un zumo de tres naranjas y unas cuantas galletas que una tostada de humus y un café».

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Ah, eso sí, la leche que sea desnadata. «Como no hacemos más que contar calorías hemos 'demonizado' alimentos como la leche entera o los frutos secos porque son muy calóricos. Si desayunamos un yogur con avena y fruta picada y un puñado de avellanas o nueces estamos metiendo calorías, sí, es una propuesta potente, pero también lo es equilibrada. Sin embargo, nos metemos auténticos 'festines' de mayonesa porque es 'light' o de mermelada porque es 'zero'».

Añoranzas de los mayores

Y esa mermelada o esas galletas «que nuestros abuelos tomaban de forma ocasional los domingos se hicieron accesibles y las incluimos en nuestra dieta a diario, en parte también por esas añoranzas de nuestros mayores, porque en la época que les tocó vivir un niño un poco gordito significaba que venía de familia de posibles y tenían para comer».

Según el Estudio de Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España (Aladino 2019, el último publicado), cuatro de cada diez niños de entre 6 y 9 años tienen exceso de peso: de estos, el 23,3% presentan sobrepeso y el 17,3%, obesidad. «El dato es para alarmar porque los hábitos alimenticios se adquieren hasta los 5 años. Y la legumbre, por ejemplo, ha desaparecido mucho de la dieta de los adultos y, por tanto, de la de los niños, mientras que hemos introducido en el menú alimentos superfluos como la pizza porque es fácil», reprocha José Manuel Moreno, coordinador del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría.

El 37,6% de las personas adultas en España tiene sobrepeso y un 16% son obesas (la prevalencia entre los niños es del 10,3%), según los datos de la Encuesta Europea de Salud 2020. El porcentaje de hombres es algo superior al de mujeres

Para 'facilitar' los menús «a los chavales se les da un yogur líquido todas las tardes, cuando no hace falta, o un bollo para compensar 'porque ha comido poco' al mediodía. Pero ojo, que un niño o un adolescente obeso tiene muchas probabilidades de convertirse en un adulto obeso», advierte Moreno.

Concede el experto, sin embargo, que este problema no solo lo ha 'engordado' lo que ponemos a la mesa. «Los niños de hoy no comen más calorías que hace diez años, pero sí juegan más rato sentados», alerta el especialista, quien recomienda, a partir de los 6 años, «por lo menos una hora de ejercicio físico activo al día –a sumar al rato de jugar en el parque, caminar al colegio, etc...– y menos de dos horas de pantallas».

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El menú de la abuela y el niño

Aunque el sedentarismo, más que un problema de edad, cree Luis A. Zamora que es un mal de época. De la nuestra. «Hay pueblos en la montaña a los que vamos de turismo en verano y no podemos ni subir las cuestas, cuando, de repente, te adelanta una señora de 80 años veloz que, encima, lleva un gorrino pequeño bajo el brazo. Y es que hace ochenta años, salvo el de notario y el de alcalde, el resto de los trabajos en los pueblos eran activos: nuestros bisabuelos se levantaban temprano para ir al campo o para poner el cocido a fuego lento durante horas, la leche había que ordeñarla y hervirla antes de tomarla, iban al lavadero a lavar la ropa, a la fuente a por agua para beber... Y la sal y el azúcar, más que de condimento, se utilizaban como método de conservación de los alimentos».

De regreso a la mesa, el nutricionista advierte también de la necesidad de «adecuar las raciones a cada edad». «Si hay patatas con carne para comer, la abuela, el niño de 6 años, la adolescente de 16 y la madre no deberían comer lo mismo. El más pequeño necesitará menos calorías y más nutrientes por lo que habría que quitarle gran parte de la patata y meterle a esa carne un caldo de verduras hecho con guisantes, judías verdes, zanahorias... La adolescente igual necesita hierro, así que podría tomar de postre una naranja que le ayude a absorberlo. Y la abuela, que quizá se mueva poco, sería interesante que tomara más proteína para que no pierda músculo, así que sería ideal quitar un poco de patata y añadir más cantidad de carne magra».

Y no, coinciden los especialistas consultados, «no hace falta acabarse el plato».

«¿Y si comemos menos? Hay que comer lo suficiente, nada más»

«Comer menos». Es la propuesta que el doctor Miguel Ángel Martínez-González hace en su libro '¿Qué comes? Ciencia y conciencia para resistir' (Planeta). «Comer lo suficiente y nada más. Hay que erradicar el mensaje de que puedes hincharte a comer y no engordar», insiste el especialista, que vaticina «un tsunami de obesidad». «Se calcula que en EE UU en 2030 el porcentaje de obesos va a llegar al 50%».

En esta lucha contra la obesidad, advierte el doctor del peligro de las ingestas impulsivas, como aquel eslogan publicitario 'Once you pop, you can't stop' (si abres esa bolsa de patatas no podrás parar de comer). «Hay productos a los que se añaden azúcares, harinas refinadas, grasas saturadas y aditivos que diluyen la sensación de saciedad y potencian el 'bliss point', ese 'punto de felicidad' que favorece la adición».

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