No es una molestia sin consecuencias. Afecta a nuestra salud incluso aunque nos acostumbremos y ni nos demos cuenta de la presencia continua de ese sonido desagradable. El ruido de los coches, de la música, de los bares, el griterío de la gente en la ... calle, las obras, la actividad de una empresa... La contaminación acústica provoca deterioro cognitivo, enfermedades y muertes prematuras. Lo han demostrado los científicos.
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«Hoy en día el ruido se considera el segundo factor de riesgo ambiental para la salud, solamente por detrás de la contaminación atmosférica», destaca Ane Arregi, investigadora predoctoral de la UPV/EHU, que pertenece al grupo Basque Environmental Health Research Group. «Los principales efectos no auditivos reconocidos por la OMS y la Agencia Europea de Medio Ambiente incluyen problemas para dormir y sus consecuencias a corto y largo plazo: deterioro del desarrollo cognitivo, alteraciones metabólicas, problemas cardiovasculares…», describe.
El programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente coincide en que la contaminación acústica en las ciudades es un peligro creciente para la salud pública. «Los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel procedentes del tráfico rodado, de trenes o de las actividades de ocio –música, fiestas, griterío...– perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos, que padecen molestias crónicas y alteraciones del sueño». Esas molestias conducen a «enfermedades cardíacas y trastornos metabólicos y a una peor salud mental», coincide este organismo.
Si la sensación de molestia que causa el ruido se prolonga en el tiempo puede causar estrés. «La mente tiene un mecanismo para no sufrir tanto: la habituación, mediante el que la percepción del ruido se aleja de la consciencia, y se reduce la activación emocional de la corteza prefrontal», apunta la investigadora. De ahí que las personas que residen en entornos ruidosos se acostumbren a vivir con esa contaminación acústica permanente. Pero no es una solución porque, aunque nos acostumbremos, los daños para el organismo no se evitan.
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«El ruido activa un eje neuroendocrino y el sistema nervioso simpático. La activación simultánea de esos dos sistemas hace que el cuerpo libere hormonas del estrés: el cortisol y la adrenalina», describe. Cuando llegan a la sangre, esas hormonas provocan el movimiento de la energía almacenada a los músculos. «Como consecuencia, la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria se elevan. Al mismo tiempo se inhabilitan procesos metabólicos como la digestión, el crecimiento o la respuesta inmune».
Cuando el estrés se convierte en crónico, el cuerpo pierde la capacidad de recuperarse. «Se ha demostrado que el estrés crónico aumenta la inflamación, suprime la inmunidad y conlleva problemas del sistema vascular. A su vez, eso se relaciona con el riesgo de enfermedades cardíacas, hipertensión, diabetes y enfermedades neurológicas».
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El ruido constante «puede disminuir la tasa de proliferación de nuevas neuronas en hasta un 30%», revela el neurocientífico Fernando Jáuregui. «Si quitas el ruido, probablemente recuperas tu tasa normal, pero si eso no ocurre, la pérdida va a ser constante», advierte.
Entre las intervenciones más efectivas que se pueden llevar a cabo en las ciudades se encuentran el cambio de pavimento para amortiguar la fricción de las ruedas de los coches, la reducción de la velocidad máxima del tráfico en los centros de las ciudades o poner freno a los focos de emisión –música, bares, terrazas al aire libre–.
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Una de las soluciones que propone ONU Medio Ambiente para combatir la contaminación acústica en las grandes urbes es incrementar las zonas verdes. «La vegetación absorbe la energía acústica, además de dispersar el ruido y amplificar los sonidos naturales, ya que atraen la vida silvestre». Las áreas verdes, los patios con vegetación y los parques urbanos suponen, asimismo, «un alivio para escapar del ruido y estimular nuestro bienestar mental», recalca.
Pero también hay pequeños gestos que podemos hacer de forma individual sin ser necesarias grandes actuaciones en las ciudades. «Evitar el coche y desplazarse en bicicleta; cuando acudas a un bar o pasees por la calle, evitar hablar en alto o gritar; controlar el volumen de la televisión, de la radio o de la música en casa, especialmente en horario nocturno; no poner en marcha la lavadora y el lavaplatos en horario nocturno para no molestar a otras personas que pueden estar descansando...», destaca un reciente informe de la ONG Oxfam sobre la necesidad de rebajar la contaminación acústica en las ciudades.
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Las claves
12.000 muertes prematuras La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que 22 millones de personas sufren de molestia crónica por el ruido en la Unión Europea, una contaminación acústica que supone la pérdida de más de un millón de años de vida saludables, 12.000 muertes prematuras y 48.000 casos de enfermedades coronarias al año. El 75% de la población europea vive ya actualmente en urbes.
Por encima de 55 decibelios La Directiva Europea de Ruido indica que exposiciones a niveles de ruido mayores de 55 decibelios día y noche son perjudiciales. «Estar las 24 horas del día bajo la exposición de un ruido equivalente al emitido por una conversación causa efectos adversos en la salud». Unos diez millones de personas en España están expuestas a niveles de ruido derivado del tráfico rodado por encima de ese umbral. Afecta a tanta parte de la población que es ya un problema de salud pública.
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