Miércoles, 14 de diciembre 2022, 00:06
Cuando Noha inclinó la cabeza en una esquina de casa, como queriendo escuchar mejor lo que se hablaba, a todos les pareció muy gracioso: «¡Si solo le falta hablar!». Pero, de repente, la perrita fue incapaz de mantener el equilibrio y se cayó un par ... de veces. Hasta ese momento, el animal gozaba de buena salud pese a tener ya 14 años, una edad avanzada para un Husky Siberiano. ¿Qué le había ocurrido? La visita de urgencia al veterinario confirmó las malas noticias: le diagnnosticaron una enfermedad vascular tipo ictus, algo así como un infarto de corazón pero en el cerebro. Toda una sorpresa para sus dueños, que no sospecharon nada así.
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En canes y gatos, las enfermedades neurológicas son más frecuentes de lo que pensamos, sobre todo en animales de edad avanzada, aunque tienen una incidencia mucho menor que en las personas. De hecho, hasta hace relativamente poco estos accidentes cerebrovasculares se consideraban poco habituales entre nuestros animales al no intervenir los mismos factores de riesgo que condicionan la prevalencia en humanos: tabaco, alcohol, no hacer ejercicio de forma regular, el colesterol o la ingesta de grasas saturadas. «Al igual que el ictus que nos afecta a las personas, en perros y gatos puede tener causas isquémicas, por riego sanguíneo insuficiente, o hemorrágicas, por exceso de sangre.
En función de la localización de la lesión, los signos son muy variados. A diferencia de lo que sucede en las personas, en las que los cuadros más leves pueden ser sospechados por signos como adormecimiento de la cara o labios, dificultad para hablar, cosquilleo o dolor en un brazo, en las mascotas solo lo sospechamos cuando los signos son más evidentes todavía, como desorientación, cambios de comportamiento repentinos, descoordinación al andar, caídas, cabeza girada de lado o incluso convulsiones», enumera Manuel Lázaro, vocal del Colegio de Veterinarios de Madrid.
Al identificar cualquiera de estas señales, hay que acudir de inmediato a un centro veterinario especializado, donde un neurólogo revisará la historia clínica del animal y hará un examen físico y neurológico completo, así como las pruebas diagnósticas necesarias. Las más comunes son la resonancia magnética de la cabeza y, en muchos casos, la extracción de líquido cefalorraquídeo, junto a otras pruebas adicionales como análisis de sangre cuyo objetivo es valorar si existen daños secundarios y descartar otras patologías con las que pudiera llegar a confundirse.
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Según Affinity Petcare, multinacional de alimentos, la prevalencia de la enfermedad entre los perros que acuden al veterinario con síntomas de problemas neurológicos es del 2%. Si el ataque no es muy severo, el animal se recuperará y podrá vivir varios años más con buena calidad de vida.
«Las enfermedades del cerebro dan mucho miedo y pueden aparecen de forma inesperada, pero conocer los síntomas permitirá poner un tratamiento adecuado y alargar la vida de la mascota», tranquiliza Anna Suñol, responsable del servicio de Neurología y Neurocirugía del hospital veterinario Anicura. Advierte de que para el ictus no existe terapia específica, sino una serie de cuidados y el tratamiento de la enfermedad que lo haya podido ocasionar (arterioesclerosis, hipertensión, parásitos, algún tumor, endocarditis…).
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Las patologías neurológicas –asegura esta experta– dependen de muchos factores: «Las más comunes que vemos en nuestro centro son la epilepsia idiopática, las meningitis (inflamatorias o infecciosas) y los tumores intracraneales».
Es importante tener en cuenta que este tipo de trastornos puede llegar a afectar a animales de cualquier tipo o edad aunque, por estadística, «los Golden y los Labradores tienen más predisposición a la epilepsia; los Maltés y Yorkshire Terrier, a las meningitis; los Bulldog Franceses y los Boxers, a los tumores», indica Suñol. En cuanto a la edad, la epilepsia idiopática suele darse entre los 6 meses y los 6 años, la meningitis, a cualquier edad y los tumores intracraneales suelen afectar a animales mayores, entre los 8 y los 9 años.
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La práctica frecuente de ejercicio físico, contar con buena musculatura y no tener sobrepeso, una correcta alimentación, respetar el calendario de desparasitaciones y las visitas periódicas al veterinario son clave en la prevención de las enfermedades neurológicas en nuestras mascotas, según advierten los expertos consultados.
«Patologías como la diabetes o las cardíacas pueden predisponer al perro a tener alguna enfermedad neurológica en un futuro. Y si no lo vacunamos o no llevamos al día su desparasitación puede enfermar de moquillo o toxoplasmosis y esto desencadenar en una enfermedad neurológica también», explica Lázaro.
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