
La inseguridad alimentaria por el cambio climático también la pagamos con dinero que sale directamente de nuestro bolsillo. Un caso paradigmático es el del café. ... Ahora mismo, el precio del grano está en máximos históricos:se ha encarecido un 70%. La libra producida (que equivale a 453 gramos) se vende a 229 céntimos de dólar, algo que no sucedía desde hace 47 años.
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«Se llama inflación climática», apunta Helena Moreno, responsable de la campaña de sistemas alimentarios sostenibles en Greenpeace. Ahora estamos viendo solamente la punta de este iceberg: precios cada vez más altos en origen que se van elevando según avanza el producto en la cadena alimentaria. Pero si no hacemos nada contra el cambio climático, la situación convertiría a algunos alimentos básicos como el trigo o el arroz en lujos para una parte de la población, prosigue la agrónoma. Y no estaríamos hablando solo de la parte más baja de la escala salarial.
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Es otra manera de ver por qué el calentamiento global va con todos. Sin embargo, Moreno también lanza un mensaje positivo: todavía estamos a tiempo de hacer algo para que la situación no llegue a estos extremos. Eso sí, «necesitamos actuar hoy» y no dejarlo para mañana.
«Si seguimos como hasta ahora, la alimentación va a ser uno de los mayores emisores de gases con efecto invernadero dentro de 25 años», señala Moreno. ¿Y qué hacer? Pues más allá de los grandes gestos y los grandes acuerdos, podemos hacer 4 pequeñas cosas desde la comodidad de nuestras casas, como consumidores.
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No se trata de que elimines la carne, sino de que no sea tu fuente principal de proteínas. «Para eso, apuesta por la legumbre», señala el nutricionista Aitor Sánchez, muy implicado también en mantener una alimentación sostenible. ¿Y qué tiene de malo un solomillo? «Su consumo está ligado a explotaciones extensivas, que son las que producen agotamiento de acuíferos, mayor eutrofización, mayor acidifcación del suelo...». Si no quieres renunciar a un buen chuletón, busca que sea de estabulaciones sostenibles.
Unos espárragos de Navarra cuesta menos llevarlos a nuestra casa en cuestión de emisiones que los de Perú. Y solo por eso ya deberíamos pensarnos dos veces qué ponemos en la cesta. Si queremos reducir nuestra contribución al efecto invernadero, lo local es el aliado perfecto. Cuantos menos kilómetros haga el producto, menos contaminará, aporta Moreno.
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Por otro lado, si respetásemos las temporadas de las verduras, evitaríamos los cultivos intensificados, que consumen muchos recursos, degradan el suelo y sobreexplotan los acuíferos. Si te gustan los tomates, disfrútalos en verano. En invierno mejor echa otra cosa a la ensalada, recomiendan ambos expertos.
Consumir ecológico no es una moda de pijos ni es postureo. Lo ecológico se cultiva mediante unas reglas en las que, por ejemplo, el uso de fertilizantes y pesticidas artificiales está muy controlado. Ello también permite una mejor conservación del suelo y el medio ambiente, básico para reducir el impacto climático.
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