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Óscar B. de Otálora
Lunes, 21 de agosto 2023, 08:03
Si hay una historia de supervivencia que supera a todas las conocidas y es casi la primera en pasar a los libros es la de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Entre 1527 y 1536 este explorador español venció el hambre, al frío, a los indios ... y las enfermedades, además, exploró territorios por toda la costa de Texas. Debería haber muerto mil veces pero triunfó.
Toda su historia está en el libro 'Naufragios', en el que relató su avetnura en la expediciónd de Felipe de Narvaez para buscar, entre otros tesoros, la fuente de la Eterna Juventud. Pero lo primero que encontraron fueron los huracanes del Caribe. La expedición fue perdiendo barcos y hombres hasta que un puñado de españoles quedó atrapado en una minúscula isla al norte de Cuba. No tenían ni idea de dónde estaban pero allí aparecían de vez en cuando indios. Lo pasaron tan mal que Cabeza de Vaca bautizó ese trozo de tierra como Isla del Mal Hado. Según cierto consenso, se trata de Galveston, en Texas. Para entonces ya se habían comido los caballos. Más tarde, tendrían que comer perro. Luego, sus compañeros se devoraron entre ellos, obligados a practicar el canibalismo.
Cabeza de Vaca pasó al continente y allí tuvo que sobrevir comiendo raíces, insectos, e incluso heces de venado. Lo había aprendido de los indios, de quienes diría. «Si hubiera piedras, se las comerían». Uno de los alimentos claves en su supervivencia fue la tuna, nombre que los indios daban a los higos chumbos. Esta planta, extendida hoy en día por el Mediterráneo fue traída desde tierras americanas.
Cabeza de Vaca modificó su metabolismo de tal forma que la carne asada le sentaba mal y solo podía comerla cruda. Pero su verdadera lección como superviviente radica en cómo supo adaptarse a las circunstancias más salvajes. Llegó a realizar una operación quirúrgica consistente en extraer una flecha clavada al lado del corazón a un indio. Su forma de extracción fue copiada por los cirujanos y hoy es una técnia conocida como sagitectomía. Los indios le convirtieron en un mago del ue esperaban milagros.
Durante nueve años, Cabeza de Vaca fue chamán y comerciante –traficaba con 'cuentas de mar', el nombre que dio a las perlas–. Desde Texas llegó hasta México y allí fue rescatado. Como todo superviviente, jamás se rindió.
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