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Un plátano que se ha machacado en el fondo de la bolsa, media barra de pan que se ha quedado dura, la bandeja de filetes que se ha caducado, esos dos yogures solitarios que al abrirlos huelen mal, las lonchas de jamón york que se ... han puesto marrones por los bordes. Sume y al cabo de un año le saldrán 31 kilos de comida tirada a la basura... ¡por persona! Es el nivel de despilfarro en los hogares españoles, según los datos del Ministerio de Agricultura correspondientes al año 2020.
Pues si eso ocurre en su casa, imagínese lo que se tira en un supermercado. Mucho, pero cada vez menos porque casi todas las cadenas han adoptado una estrategia: rebajar los productos a punto de caducar para darles salida en los estantes. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha recorrido mil supermercados de 35 provincias para fijarse en los descuentos que aplican a ensaladas, platos preparados, carnes y lácteos a punto de caducar. Han analizado 3.168 productos y estos son los resultados: a la mayoría de los alimentos analizados les faltaba entre uno y tres días para la fecha de caducidad o de consumo preferente (45 de ellos no deberían haber estado en los lineales porque ya habían superado esa fecha), tenían descuentos de entre el 30% y el 50% y la mayoría llevaban pegatinas con mensajes como 'bajada de precio, fecha de consumo próxima', '50% de descuento, producto fresco para consumir hoy'... Eso casi todos. «La cartelería y las pegatinas deben avisar de que son productos de consumo inmediato, pero hemos encontrado algunas pegatinas que no lo indicaban, con el riesgo que ello supone para el consumidor que no se fije en la fecha», advierten en la OCU.
La medida es positiva en lo que se refiere a reducir el nivel de desperdicio de supermercados, pero obliga al consumidor a fijarse más a la hora de llenar el carro para que esos filetes que costaban 10 euros y ahora cuestan 6 porque les faltan dos días para caducar no acaben en la basura, ya que el margen de tiempo de consumo es pequeño.
Los autores del estudio compararon los indicadores de higiene de algunos productos rebajados con otros iguales pero con mayor fecha de caducidad y concluyeron que los que tenían descuento «eran igualmente seguros», de modo que no hay riesgo.
«Hay que distinguir entre fecha de caducidad y el consumo preferente. La primera indica la fecha a partir de la cual el consumo de ese alimento puede suponer algún riesgo para la salud. Mientras que el consumo preferente se refiere a que, más allá de ese día, el producto sigue siendo seguro pero pierde propiedades organolépticas (sabor y textura)», aclara Giuseppe Russolillo, presidente del Patronato de la Academia Española de Nutrición y Dietética, que nos recuerda algunas precauciones que se deben tener en el caso de alimentos próximos a caducar.
La primera es 'afinar' el olfato. Porque hay productos que cuando se ponen malos, huelen a la legua: una leche cortada, un queso en mal estado... Pero otros, no. «Con la carne y el pescado hay que tener especial cuidado, incluso aunque le falte un día para la fecha de caducidad, porque hay sangre y fluidos que deterioran rápidamente el alimento. Hay que oler el producto. A veces, unas pechugas de pollo, por ejemplo, en crudo no notamos que huelen mal, pero cuando las ponemos al fuego empiezan a desprender un tufo desagradable porque al cocinarlas sueltan aromas escondidos», advierte Russolillo.
Otra advertencia: «Cuando compramos pescado, antes de guardarlo en la nevera o congelarlo, hay que lavarlo bien y retirar todos los restos de sangre. Y lo mismo con el agüilla roja de las bandejas de carne. Hay que sacar los filetes, pasarlos por agua, dejarlos escurrir y meterlos en bolsas de congelación limpios».
En todo caso, tranquilidad, porque «la industria es bastante conservadora con las fechas de caducidad y es raro que algo esté malo antes de esa fecha». Sucede a veces, sí, pero muchas de esas veces no es problema del producto, sino de cómo lo llevemos a casa. «Hay gente que en pleno verano deja dos horas la compra en el coche, con el riesgo que eso supone para algunos alimentos. Otra cosa es que los lleves rápido a casa con el aire acondicionado en el vehículo. La diferencia es enorme».
Si el calor estropea los alimentos –«a mayor temperatura, mayor crecimiento bacteriano»–, la humedad tampoco ayuda. «A veces dejamos un sobre de jamón york abierto en la nevera y se empieza a deshidratar, los bordes se ponen marrones... Para evitar que se estropee tan rápido lo mejor es meter ese jamón abierto en un túper con una servilleta de papel debajo para absorber la humedad», da la idea Rusolillo.
En todo caso, y por mucho cuidado que pongamos en la conservación, miremos siempre la fecha. Puede oscilar entre dos o tres días en el caso de algunos pescados y mariscos, y las tres semanas que se mantienen las verduras más resistentes, las cuatro semanas de los huevos, el año y medio largo de algunas golosinas, los cinco años que aguantan unas aceitunas en la lata...
Conservas: La fecha es de consumo preferente –se pueden consumir un poco después– y puede oscilar entre los dos meses de las salsas en envases de plástico a los más de cuatro años de los productos envasados en tarros de cristal o en latas. Hay que fijarse en que los envases no estén abombados ni golpeados.
Congelados: Las bolsas de verduras ultracongeladas puede durar de uno a cuatro años, por ejemplo.
Embutidos: Pueden durar hasta seis meses.
Huevos: Unos 28 días tras la puesta.
Yogures: En torno a 35 días.
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