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Hay dos hechos incontestables. Y son causa y consecuencia: «Los chavales no leen y, por eso, cada vez escriben peor. Encontrarte en un texto de ellos la palabra 'gitano' bien escrita es un logro. ¿Y diferenciar 'por qué' de 'porque' y 'porqué'... Eso ya lo ... doy por perdido. Igual que lo de las tildes, es clamoroso el desconocimiento». El sombrío diagnóstico es de Asier Romero, profesor de la Universidad del País Vasco y exdecano de la Facultad de Educación. La editorial Rubio acaba de publicar un listado de las faltas de ortografía más habituales en niños y adolescentes. Romero, que durante años ha preparado el examen de Lengua Castellana para Selectividad, se presta a hacer el repaso.
«Nos podemos llevar las manos a la cabeza, pero entiendo que entre 'a ver' y 'haber' haya cierta duda». Más allá de esta concesión, el especialista remite a por qué ocurre: «Hace años se tenía un mejor dominio de la ortografía porque se trabajaba más en clase y porque había más obligación de leer. 'Pero si yo ya leo', te dicen muchos chavales. Pero, ¿qué leen? Textos 'online' breves y escritos para saber rápidamente dónde está el tema principal. No se meten con novelas, ensayos... Y sin el hábito de la lectura es imposible afianzar los conocimientos de la ortografía», advierte Asier Romero.
«Las dudas sobre qué palabras llevan hache es indicativo de lo poco que se lee. No te encuentras un 'hubiera venido' sin hache, con los verbos hay menos dudas, pero con los sustantivos cometen muchos errores».
Como sucede con la hache, «este es otro clásico». E insiste el profesor de la UPV: «Se 'cura' leyendo». ¿Y haciendo dictados, como hemos hecho siempre? «Es una herramienta, claro. Y se siguen haciendo, aunque quizá no tanto como antes. Hoy, las nuevas tecnologías y el uso de tabletas y otras pantallas permite enseñar ortografía de manera más dimámica. Organizar, por ejemplo, una búsqueda del tesoro: estamos en una isla y hay que buscar palabras de objetos ocultos...».
Con los 'tmb' (también) o los 'sq' (es que) que encuentra en los exámenes, Asier Romero se muestra más permisivo. «Influye mucho la escritura 'online', en la que se emplean este tipo de abreviaturas, aunque cada vez escriben menos en el móvil, ahora los chavales solo mandan audios. Cuando lo veo en un examen entiendo que lo ha escrito así no porque no sepa cómo se escribe bien, sino porque andaba con prisa».
«Lo mismo que con la b y la v, si no subyace el hábito lector, será difícil que distingan estas dos letras», advierte el experto.
'Por favor, entrar a clase' o 'cuando lleguéis, subir a mi casa', en lugar de las formas correctas: 'entrad' y 'subid'. «El uso del infinitivo en lugar del imperativo es un error muy común. Yo siempre los señalo cuando corrijo exámenes y trabajos, y cuando se acumulan una cierta cantidad de faltas, bajo la nota. Entonces, hay alumnos que me reprochan que conceptualmente lo han explicado bien, de modo que no entienden por qué les he bajado la nota. Pero es que no basta con entender el concepto, hay que saber explicarlo porque esos chavales que tengo hoy en la Universidad van a ser los profesores de mañana».
«Esta batalla la doy por perdida. Es una norma gramatical que, cuando se la explicas, la suelen entender bien, pero si no lo ven escrito muchas veces en las diferentes formas para distinguir cuándo usar cada una, no lo van a interiorizar».
Signos de interrogación y de exclamación solo al final. Parte de la culpa es de los teclados del móvil, en los que solo aparecen los signos finales (para escribir el de inicio hay que manterner pulsada esa misma tecla). «Se suele escribir así porque por WhatsApp normalmente se comunican con sus colegas, pero ¿y si tienen que mandar un mensaje más formal? No puedes poner la interrogación solo al final como si estuvieras escribiendo en inglés». Más allá de las cuestiones ortográficas, Asier Romero llama también la atención sobre la poca formalidad en los mensajes que deberían ser, precisamente, formales. «Yo recibo cantidad de emails que empiezan así: 'Aúpa, ¿qué tal estás?'. Y siempre les pido que en este tipo de correos se dirijan al interlocutor y se despidan de la forma correcta».
«Es la gran asignatura. Y donde reside la riqueza del castellano». Dice Romero que le da «mucha rabia» este desconocimiento de las tildes «porque va a peor».
«Puede ser habitual en niños más pequeños, pero se corrige después». Sucede más bien lo contrario, que se ponen mayúsculas cuando toca minúscula. «Por ejemplo, para nombrar cargos como 'director de...'. El nombre y el apellido de la persona va en mayúscula, obviamente, pero no el puesto que ocupa», recuerda el exdecano de Educación. Decano con minúscula, claro.
Se define Iván Caíña como «un artesano de la letra». Se dedica a la caligrafía y al 'lettering' (letras dibujadas) y lo mismo planta sus trazos a mano sobre un mural en la pared que sobre la cáscara de un plátano. Acaba de escribir '40 recetas de caligrafía y lettering' (Zenith), que no va de ortografía, pero sí ayudaría a mejorarla. Lo suyo es arte y mucho más. «Una vez leí en un artículo que hablaban de la caligrafía como el nuevo yoga y pensé que tenían razón». Así que, «despacio y buena letra»: «Si acompañamos la escritura con la respiración, relajaremos nuestro cuerpo, hay que inhalar en los trazos ascendentes finos y exhalar en los descendentes gruesos». Sugiere empezar a practicar con un pangrama, una de esas frases que utilizan todas las letras del alfabeto. Como esta: 'La cigüeña tocaba cada vez mejor el saxofón y el buho pedía kiwi y queso'.
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