El militar alavés Teodoro Iradier acabó perseguido tanto por la República como por el franquismo.
Tiempo de historias

El vitoriano amigo de Alfonso XIII que quiso regenerar España mediante los boy-scouts

El militar Teodoro Iradier Herrero creó en 1912 un grupo juvenil que quiso adaptar a la realidad española el modelo del británico Baden Powell

miguel gutiérrez garitano

Viernes, 23 de diciembre 2022

Miguel Gutiérrez-Garitano es presidente de la Sociedad Geográfica La Exploradora

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Teodoro Iradier nació en 1868 en Vitoria. Era hijo de María Herrero Serrano y Teodoro Iradier Moreira, que a su vez era primo del explorador africanista Manuel Iradier y Bulfy; de posición económica acomodada, ... Teodoro pasó su infancia soñando con emular a su pariente haciendo algo trascendente. El mismo año en que su tío segundo el explorador publicaba su libro 'África', Teodoro ingresó voluntario en el Batallón de Cazadores de Estella nº 14. En 1888 obtuvo plaza en la Academia General Militar, donde alcanzó el sueño de su vida: convertirse en oficial de caballería.

En 1897 se instaló en Valladolid como profesor en el Colegio de Santiago para Huérfanos del Arma de Caballería, experiencia que, al no haber tenido hijos, le marcaría de por vida. En el colegio buscó siempre la educación y participación activa de los niños; para ello fundó entre sus aulas la Revista de caballería. Su figura empezó a despuntar en medio de la ola de desesperación que provocó el desastre del 98.

Fue entonces cuando escribió su primer libro, 'El servicio militar obligatorio y la regeneración', al que le siguió otro del mismo empeño, 'El patriotismo y su influencia en la guerra'. Herrero pretendía aupar los hundidos ánimos de la nación española, encogida y derrotada tras la pérdida de Cuba y Filipinas.

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Éxito en la corte de Alfonso XIII

En 1906, tras recorrer la geografía española destinado en diversos regimientos, Teodoro escribió nuevas obras por las recibió condecoraciones y premios y comenzó a perfilarse como un gran teórico militar. Su fama creciente y dos exitosas comisiones en Francia y Portugal —que le reportaron las valiosas condecoraciones de Caballero de la Legión de Honor de la República francesa y Caballero de la Orden portuguesa de Santiago— le elevaron al éxito: el 7 de enero de 1910 fue destinado al Estado Mayor del ejército en Madrid.

Su presencia en la corte, así como el respeto y moderado éxito que le conferían sus libros y estudios militares, le proporcionaron cierta fama y contactos que le serían de gran utilidad en el futuro. En aquella época conoció al escritor y articulista Arturo Cuyás y Armengol, recién llegado de Estados Unidos, que fue quien le informó por primera vez de la existencia de la organización juvenil de los Boy Scouts, creados por el explorador británico Stephenson Smith Baden-Powell en 1907. Para saber más sobre los exploradores se carteó a lo largo de 1911 y 1912 con el embajador español en Londres, el capitán Salas, y con el propio Baden-Powell, que le facilitó los estatutos y reglamentos de los Boy Scouts.

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Para entonces Iradier y Cuyás no pensaban más que en copiar la receta del inglés en España como medio de insuflar nuevos aires patrióticos e ilusión en los jóvenes. Tras publicar su último libro, La evolución y la maniobra, Iradier Herrero presentó (el 10 de julio de 1912) en el Gobierno Civil de Madrid los estatutos y reglamento orgánico de la nueva organización, cuyo nombre sería Los Exploradores de España. Su lema, Siempre adelante, tenía claros tintes regeneracionistas.

Los Exploradores de España

Tras una campaña de presentación de la nueva organización en la prensa emprendida por Cuyás y el propio Iradier, el proyecto llegó a personas importantes de la corte, como el Jefe de la Casa Civil del Rey Alfonso XIII, el Duque de Tamames, que hizo llegar al monarca los estatutos de los exploradores. Inmediatamente, el Rey llamó a Teodoro Iradier a una audiencia, que terminó con un clamoroso éxito. El 30 de junio de 1912, el Gobierno Civil aprobó los estatutos de la organización. Iradier Herrero ya tenía sus exploradores, e incluso más que eso, tenía la simpatía y la amistad del propio Alfonso XIII.

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Cumplidos todos los requisitos legales, el 11 de agosto formó la primera tropa de Exploradores de España en Vitoria, el mismo lugar donde su tío segundo Iradier y Bulfy había creado la primera sociedad geográfica de España: La Exploradora, que en origen era una asociación de jóvenes montañeros entre los que estaba el propio Teodoro. Esta primera hornada de scouts españoles estaba compuesta por 205 chicos, 2 instructores, 5 subinstructores y 125 socios protectores.

La iniciativa tuvo un éxito asombroso. En sólo seis meses se crearon nuevas tropas de exploradores en Huesca, Barcelona, Soria, Orense, San Sebastián, Cartagena, Madrid, Castellón de la Plana, Muros de San Pedro, Tarragona, Segovia y Toledo e Iradier consiguió una excedencia de su labor en el Estado Mayor para dedicarse a la dirección y promoción de la nueva organización de jóvenes.

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Persecución y declive

El 27 de abril de 1913 el campo de fútbol del Atlético de Madrid acogió un festival para que los recién creados Exploradores mostraran ante los españoles las bondades del escultismo. 2.397 scouts demostraron sus habilidades en técnicas de acampada, instalaciones telegráficas, transmisión de señales por banderas y heliógrafo, elaboración de partes meteorológicos, primeros auxilios, cocina de campaña y prácticas de gimnasia. La demostración fue un éxito total. El rey, que presidía el acto, quedó extasiado y agregó a Iradier a la Casa Militar de Su Majestad. En verano del mismo año se publicó el primer número de la revista 'El explorador', en la que escribía el propio Iradier Herrero y que estaba dedicada a los miembros de la organización. Esta obtuvo personalidad jurídica el 12 de febrero de 1914 y se convirtió en entidad de Utilidad Pública en abril del mismo año. Era demasiada gloria para la España del momento; la envidia era el deporte nacional, por lo que pronto muchas miradas malintencionadas se posaron sobre Teodoro Iradier. Como le pasara a su tío el explorador, su éxito fue su ruina.

Algunos nobles no veían con buenos ojos su amistad con el Rey (fue nombrado Comendador Civil de Alfonso XII y Ayudante Honorario del Rey) y los militares de alto rango no le perdonaban su fama, apodándole a sus espaldas El simple capitán. Pero fue la Iglesia quien comenzó la persecución. La razón: que los exploradores se perdían la misa del domingo al salir de excursión. Iradier fue tachado de anticlerical, de masón y de ateo, secuaz de un Baden-Powell que, según los conspiradores, ejercería de poder masónico en la sombra. En la polémica también entró, como pasa en estos casos, la prensa, al servicio de ciertos poderes e intereses; y el Duque de Tamames decidió quitarse de en medio y renunciar a su cargo de Presidente. Finalmente Iradier se descolgó de la Junta Directiva para no perjudicar a los Exploradores. De un plumazo había pasado de héroe regeneracionista a persona non grata con tufillo de conspirador y espía extranjero.

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Traidor para republicanos y franquistas

A partir de ese momento Iradier regresó a sus libros y al ejército. En 1917 publicó 'Nueve meses entre los jinetes franceses', 'Hacia un nuevo tipo de español' y 'Notas de un viaje a Melilla'. La creación de los scouts había sido el golpe maestro del gran anhelo de su vida: la regeneración de su nación, cuyos bríos e ilusiones veía estancados. En 1921, año del Desastre de Annual, ya nombrado coronel de caballería, un incansable Iradier crea una nueva congregación: Los Hidalgos de la Patria. Se trataba de una asociación de adultos, antiguos scouts, que trabajaban para la creación de un nuevo tipo de ciudadano. Su lema: «Lo quiero y lo será», verdadero testimonio de la voluntad férrea de su creador.

En 1932, ya retirado del ejército y viudo (su esposa había fallecido cuatro años antes), creó también la Asociación de Antiguos Exploradores, ejerciendo de Presidente Honorario. Pero era tarde. Su estrella, otrora brillante, iniciaba su declive. Cuando estalló la Guerra Civil fue apresado por las autoridades de la República por monárquico y por no presentarse a su llamamiento. Permaneció encarcelado casi hasta el final del conflicto; salió en 1939 por un corto periodo de tiempo, durante el cual se escondió en casa de un amigo, el doctor Hidalgo de Cavieces.

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Teodoro Iradier con uniforme de explorador rover en 1936. Revista La Patrulla n.º 91.

Semanas después acabó la guerra y, paradójicamente, fue nuevamente encarcelado, esta vez por el régimen franquista, acusado, en un giro kafkiano, de colaborar con la República. Le soltaron, pero era tarde; la bajeza y miseria de España se le había metido dentro. La cárcel pudo con su salud y falleció en 1940, rodeado de tres de sus discípulos exploradores. La estrella de Iradier Herrero se apagó sin ruido en mitad del fragor de la España de posguerra; su muerte pasó desapercibida, excepto una breve reseña en el periódico ABC. Después, su cuerpo fue trasladado, por expresa voluntad, a su amada Vitoria, donde descansa hoy.

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