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Los deportes modernos eran conocidos desde fines del XIX, pero en el País Vasco comenzaron a difundirse decididamente a comienzos del XX. Algunos deportes adquirieron pronto el carácter de espectáculo de masas, en particular el ciclismo y el fútbol. Antes de 1910 hubo partidos del ... Athletic a los que asistieron miles de espectadores. Los años veinte fueron los de la consolidación del deporte como actividad social. Había una gran cantidad de prácticas deportivas, seguidas con creciente pasión por el público. Eran habituales las carreras pedestres, el futbol generó numerosísimos equipos locales, hubo carreras de automóviles y de motos, competiciones ciclistas, demostraciones atléticas, etc. A fines de esta década la prensa recogía habitualmente noticias de fútbol, atletismo, boxeo, ciclismo, frontón, automovilismo, motorismo, montañismo, alpinismo, traineras, remo, waterpolo, 'yachting', hípica, etc. El deporte se había convertido en un fenómeno que representaba la modernidad.
De los primeros meses de 1923 data el primer propósito de construir en Bilbao un gran centro deportivo. La iniciativa dio lugar a presiones, propuestas y alguna discusión. La idea resultó polémica porque afectaba a la trama urbana de la villa.
La cuestión se debatió en los primeros meses de 1923, ahora hace cien años. En diciembre de 1922 el Club Deportivo había lanzado la idea de dotar a Bilbao de un «Stadium Sport», un estadio público en el que pudiera practicarse todo tipo de deportes y que, al mismo tiempo, sirviese para los grandes espectáculos. A juicio de quienes lo propusieron, lograría promocionar el deporte en la villa, con una instalación estable, que pusiese a la villa en un nivel europeo. Tendría capacidad para 30.000 espectadores y, lo más importante, podría ser utilizado a diario por los deportistas de Bilbao, cuyo número, aseguraban, se multiplicaría al contar con este equipamiento.
Al margen del optimismo por el entusiasmo deportivo de los bilbaínos, la idea de un Stadium Sport parecía adecuada, si bien era una instalación infrecuente en la época. El problema se dio en la ubicación que buscaron. Los promotores del estadio aseguraban que tendría que instalarse en la superficie que se estaba habilitando como parque, en concreto desde la parte baja hacia la ría.
El parque -que desde 1945 recibió el nombre de Doña Casilda- estaba ya previsto en el plan del Ensanche de 1876 como principal espacio verde para Bilbao. Empezó a construirse en 1907, según diseño del arquitecto Ricardo Bastida y del ingeniero Juan de Eguiraun, que quisieron darle un aire romántico. A comienzos de los años veinte era ya el principal sitio bilbaíno para el esparcimiento y el paseo.
El proyecto de Stadium Sport ocuparía medio parque, pero se aseguraba que salvo los días de espectáculos -que, decían, no serían más de diez al año-, los niños y paseantes del parque podrían entrar en las instalaciones del estadio. Este dejaría «incólumes» «las actuales alamedas y jardines de la parte alta». Lo plantearon como una especie de mejora del parque, que en este argumento se beneficiaría de las nuevas instalaciones deportivas. Eso sí, se aseguraba que el estadio resultante sería mayor que el que se construía en París para las olimpiadas. Ofrecería amplios espacios para el paseo y el deporte y aumentaría la concurrencia de paseantes del parque por la afluencia de deportistas y por ofrecer una «distracción pública continua». Serviría para «todos los deportes: atléticos, football, rugby, hockey, ciclomotoristas, etc.». Además, podría acoger fiestas escolares, «juegos regionales», conciertos de bandas de música, exposiciones... Tal y como lo describían, serviría para todo y se convertiría en el principal espacio público de Bilbao.
Por otro lado, movida por el entusiasmo deportivo del momento, la Diputación de Bizkaia ofrecía 800.000 pesetas para construir un estadio en el municipio que lo solicitase y reuniera las mejores condiciones. Quienes proponían el Stadium del parque aseguraban que Bilbao era el lugar adecuado, por concentrar el mayor número de deportistas. De perderse la oportunidad, la villa se quedaría sin estadio, decían.
Argumentaban que el estadio bilbaíno tenía que ir forzosamente en el parque. Lo demostraban repasando los sitios en que podría situarse. Enumeraban varias posibilidades. En primer lugar, la zona de Indautxu, por dónde está el colegio de los jesuitas: sería muy caro y rompería el trazado del Ensanche. El ferial de Basurto (la parte de la actual calle Sabino Arana próxima a Autonomía) tenía poco terreno. Cobetas además de insuficiente presentaba dificultades de acceso. El campo del Athletic, transformando San Mamés, saldría muy caro. La carretera de Castrejana, con poco espacio, exigía demasiado desplazamiento. Todo quedaba lejos, sería caro o resultaba insuficiente. Tendría que ser forzosamente en el parque.
La movilización en la prensa durante los primeros meses de 1923 fue aparentemente muy amplia. Era «un clamor» la petición de Stadium Sport, se decía, y sería explotado por el Hospital Civil y la Casa de Misericordia, por lo que ayudaría a financiar la beneficencia. Se daba por supuesto que el estadio sería una saneada fuente de ingresos.
Proliferaron los comunicados apoyando la idea: el Círculo de la Unión Mercantil «en nombre todo el comercio de la villa», la «Asociación de dueños de cafés y de bares», el «Sindicato de Fomento»: todos suscribían la iniciativa, argumentando que aumentaría la afluencia de gente en Bilbao y por tanto convenía a todo tipo de establecimientos. La «Asociación de hosteleros y fondistas de Bilbao»: «Bilbao se ha destacado notablemente en el progreso de la cultura física» entre «la nación entera» y debía seguirse ese camino. Todo eran loas al ejercicio físico y al progreso de Bilbao. Lo reclamaron también el Ateneo y el Círculo de Bellas Artes. Sólo la Cámara de Comercio planteó alguna objeción, de forma discreta. Por lo demás, aparentemente había unanimidad bilbaína en reclamar el Stadium Sport.
En realidad, los que pedían el estadio eran pequeñas asociaciones, de escasa presencia pública: algunas sólo la tuvieron en aquella ocasión. Fue la presión de algunos socios del Club Deportivo la que logró una amplia presencia en prensa aquellos días.
El Ayuntamiento adoptó una actitud pasiva. Se nota que la corporación no era partidaria, aunque no se enfrentó directamente a los proponentes, gente bien situada en el Bilbao de toda la vida. Las minorías republicanas y nacionalistas estaban al parecer en contra, aunque no lo expresaron con contundencia
«¿Stadium? Conformes. ¿En el parque? No», resumía 'La Gaceta del Norte', pese a que antes había promovido la idea, seguramente a iniciativa de José María Mateos, uno de los impulsores del proyecto, que lo respaldó como concejal. El periódico hacía ver que se habían invertido ya cinco millones de pesetas en el parque y que, aunque era modesto y todavía con vegetación incipiente, alcanzaba ya una apacible fisonomía, que quedaría rota por el Stadium Sport. «No es posible que continuemos viviendo en un continuo tejer y destejer». No cabía deshacer el parque que tanto había costado. Esa fue la idea que se impuso, sin que llegase un debate enardecido.
El Ayuntamiento retrasó sucesivas veces el asunto. Por fin tuvo que abordarlo en junio del 23. No hubo gran discusión. Por 21 votos contra 7 se decidió que pasase a una comisión para su estudio, lo que equivalía a aplazarlo sine die, además de perder la subvención de la Diputación.
En aquella ocasión de hace un siglo no se levantó un Stadium Sport, que quedó para mejor fecha. Era una propuesta deslucida al romper el parque. El proyecto de Stadium Sport influyó en el diseño de un plan para transformar la ría enfrente de Deusto, tal y como figura en la imagen que ilustra este artículo.
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