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Grupo de italianos en Laguardia, foto de la colección de Amigos de Laguardia.
Italianos en Laguardia

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Tiempo de historias ·

Soldados trasalpinos se acantonaron en Vitoria y pueblos de Álava durante la Guerra Civil. Una exposición de cartas, fotos y objetos da fe de aquella estancia

Martes, 7 de enero 2020, 00:59

Existe un largo y rico anecdotario de la presencia de soldados italianos en Álava durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1939. La exposición 'Coleccionistas de Guerra' que actualmente puede verse en la sala Araba de la plaza de los Fueros, apadrinada por la Fundación Vital, nos regala una serie de objetos como fotografías, postales, cartas, cascos o insignias que nos recuerdan aquella estancia temporal. Todo gracias al tesón y la pasión de los miembros de la Asociación de Amigos de Laguardia, uno de esos grupos humanos a los que debemos su esfuerzo para conservar el pasado.

«Giovadi 28 ottobre alle ore 12 gli ufficiali del Iº Reggimento Fanteria Volontari Littorio si riuniscono nei loceli dell'Ajuntamiento di Laguardia per brindere alla grendezze delle Patria nel giorno fausto dell'Anniversario delle Marcia su Roma e della Rivoluzione Fascista». Le S.V. é ivitete intervenire». Firmado, il colonnello comandante Daniele Pescarolo. No es necesario traducir esta invitación de las tropas italianas a participar en uno de los eventos organizados por ellos. Los actos de propaganda eran fundamentales para dos ideologías que hacían uso permanente de la teatralidad como el nazismo y el fascismo. En otras exposiciones se han recogido la ingente cantidad de homenajes, celebraciones y conmemoraciones que las autoridades alavesas dispensaron también a los alemanes e italianos.

El periodista y gran cronista de las cosas de Laguardia Tino Rey recuerda que aquellas tropas acantonadas en la capital riojanoalavesa dejaron dos tipos de huellas. Algunos de los soldados, siempre tan apuestos y gentiles, encantaron a las muchachas del pueblo. Había muchos celos por parte de los mozos que habían sido movilizados y se encontraban en otras partes de la España en guerra. Sabían que los foráneos tenían fama de casanovas y se temían lo peor. «Bueno, hubo varios matrimonios de chicas de Laguardia con soldados italianos», evoca Rey, que apunta otra huella.

La falta de lugares adecuados para dormir hizo que ocuparan el soberbio pórtico de Santa María que aquellos días volvió a coger el tono ennegrecido de las fogatas, igual que ocurrió con liberales y carlistas durante las guerras civiles del siglo XIX y con los franceses. En realidad, la presencia de los soldados de Mussolini fue general en toda la Rioja Alta, Logroño y en muchas localidades del sur de Álava.

No existe un estudio pormenorizado de cómo transcurrieron aquellos años en Álava, pero sí tenemos testimonios sueltos muy interesantes que al menos nos acercan a ellos.

La Oficina de Operaciones

Posiblemente sea el historiador logroñés Carlos Gil Andrés, en su libro 'Lejos del frente. La guerra civil en la Rioja Alta', quien se ha preocupado de aportar una documentación más precisa, aunque se refiere preferentemente a localidades riojanas. Si bien el comportamiento de los trasalpinos no difiere mucho de un sitio a otro.

Durante largas temporadas y prácticamente hasta el final de la guerra, los soldados italianos del Corpo de Truppe Volontario (CTV) habitaron muchos edificios públicos –escuelas, bodegas, almacenes– y en viviendas particulares, especialmente los oficiales.

Mientras en Logroño se situó el Alto Mando, con el general Gambara, Vitoria fue escogida para instalar la Oficina de Operaciones y desde aquí se coordinó, por ejemplo, la toma de Santander en la que tuvieron un gran protagonismo. En el aeropuerto Martínez Aragón se encontraron numerosos aviones italianos que fueron clave en la conquista de Bizkaia a partir del 31 de marzo de 1937. Los bombardeos de Durango y Gernika fueron algunas de sus acciones de guerra. El Tribunal Militar que enjuició a los militares del CTV también tuvo su sede en Vitoria. Y aquí juzgaron a los desertores.

Existen relieves esculpidos por soldados con referencias a las tropas italianas o pintadas en muros de Laguardia, Espejo, Fontecha, Puentelarra, Bergüenda o Briones. Quedan también muchas fotografías mostrando la mejor uniformidad y la abundancia en la que vivía el ejército frente a las tropas españolas o la población civil. Muchos niños alaveses conocieron entonces a qué sabe la buena pasta italiana y sus famosos quesos o el chocolate porque los 'macarroni italiani' compartían en ocasiones un rancho muy abundante con la población. Y algunos establecimientos como tabernas y restaurantes sacaron buen provecho de esa despensa.

El grueso del cuerpo expedicionario llegó a España en enero de 1937. En toda la guerra hubo unos 70.000 hombres y un moderno equipo de vehículos y artillería, factor determinante para el concepto de 'guerra di rápido corso' o relámpago que Mussolini quería aplicar en contra del criterio de guerra de desgaste y limpieza de Franco. Existe un antes y un después de la batalla de Guadalajara, cuando sufrieron un estrepitoso fracaso militar. Las canciones de los soldados españoles se mofaban desde entonces del valor de los italianos, que ya nunca realizarán operaciones por su cuenta.

Los testimonios diferencian a las tropas del ejército regular de la Division Littorio, con los que la población estableció una buena relación, y la División 23 de Marzo, que sí eran voluntarios fascistas. Lo mismo que ocurrió en Laguardia con el nacimiento de parejas mixtas tuvo lugar en los demás pueblos. Un vecino de Haro recuerda, por ejemplo, que «las chicas estaban locas por ellos. Uniformes vistosos, buena ropa, estaban siempre de fiesta», señala.

En Álava hay algunos apellidos italianos que tienen su origen en aquellos voluntarios que encontraron aquí el amor aquellos días en medio de la refriega y también hubo chicas alavesas que se marcharon con ellos a descubrir nuevos horizontes.

Uno de los italianos más famosos fue Guglielmo Sandri, un teniente de origen austríaco –su verdadero nombre era Wilhelm Screfler–, que realizó 4.000 fotografías de su paso por España. Estuvo en Labastida y retrató aspectos de la villa como el campanario, la ermita del Cristo, el arco del Toloño o la casa de Larrazuria. Y especialmente, el antiguo monasterio de San Andrés de Muga, antes de que se arruinara del todo. Gracias a esa imagen podemos saber cómo era ese grandioso monumento.

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