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Zona del Amazonas donde se encontraron dos cuerpos, presumiblemente los de Dom Phillips y Bruno Pereira. EFE
La selva se los tragó: exploradores, científicos y turistas que desaparecieron en el Amazonas
Tiempo de Historias

La selva se los tragó: exploradores, científicos y turistas que desaparecieron en el Amazonas

La selva amazónica es un sumidero: son cientos los que han desaparecido bajo las sombras de sus árboles. Es territorio sin ley, donde pelean por la hegemonía tribus en aislamiento voluntario, mineros y madereros ilegales, cazadores y pescadores furtivos, guerrilleros y traficantes de droga.

Miguel Gutiérrez-Garitano

Sábado, 23 de julio 2022, 00:32

El pasado 5 de junio el mundo despertó con la noticia de la desaparición, mientras remontaban el río Itaquai, del periodista británico Dom Phillips y el ambientalista y defensor de los indígenas brasileño Bruno Pereira. Se encontraban en pleno trabajo documental destinado a preservar la reserva indígena más grande del Amazonas: el valle de Javarí, en Brasil, una inmensidad de árboles que cobija a más de 6.000 nativos no contactados pertenecientes a 26 pueblos. La inquietud fue creciendo según pasaban los días y más medios se sumaban a la búsqueda. Se temía que hubieran sufrido una emboscada, pues Sudamérica es el área del mundo donde más ecologistas y defensores de los derechos de los indígenas son asesinados cada año. Lamentablemente, el misterio del paradero de Phillips y Pereira, no duró mucho; para el día 14 ya se habían atado cabos: al parecer, una familia de pescadores furtivos los ejecutó con una escopeta de caza, para después esconder los cadáveres selva adentro, a unos kilómetros del río. Tras conseguir confesiones y detener a los culpables, las autoridades investigan ahora si los autores actuaron solos o eran parte de un grupo criminal de mayor entidad. Fue este el último caso de desaparición bajo los árboles cuya noticia dio la vuelta al mundo. Pero ha habido otros, que han llenado páginas de tabloides y de libros e incluso han inspirado películas.

Dom Phillips, en Aldeia Maloca Papiú, Brazis, en noviembre de 2019. AFP

En busca de la ciudad de Z

Percy Harrison Fawcett.
Imagen - Percy Harrison Fawcett.

Los historiadores aseguran de él que fue el último explorador clásico, nacido a la sombra de la mítica Royal Geographical Society; Percy Harrison Fawcett fraguó su leyenda en el primer cuarto del siglo XX, una época turbulenta en la cual los países amazónicos peleaban por ampliar sus fronteras a costa de sus vecinos. Estaba en juego el lucrativo negocio del caucho, responsable de la esclavitud y asesinato de miles de indígenas. Las selvas sudamericanas eran un escenario donde se daban cita todo tipo de aventureros. Aunque recorrió el Amazonas como topógrafo contratado por Gobiernos y Sociedades, Fawcett se obsesionó con descubrir una ciudad perdida a la que llamó Z. Llevó a cabo ocho expediciones en su busca, hasta que, en 1925, se adentró en la selva acompañado únicamente de su hijo Jack y de Raleig Rimmel, un amigo de este. Nunca más se supo de ellos. ¿Qué pudo sucederles? Se adentraron en el Xingú, una de las zonas más densamente pobladas por tribus hostiles, en tiempos en que todo blanco era sospechoso de cauchero y asesino; cuando se supo la ruta que pensaban seguir, los locales les llamaron 'el club del suicidio'. Poco más se puede decir.

La leyenda del Paititi

El Paititi fue una región bajo la autoridad de los incas, que estaba en plena selva amazónica, en las fronteras orientales del imperio. Fue conquistada por Pachacutec y sus descendientes, que crearon algunos puestos comerciales bajo los árboles y construyeron carreteras. Sustituidos los incas por los españoles a finales del siglo XVI, estos fantasearon con que dichos puestos fronterizos eran en realidad fabulosas ciudades llenas de oro. Decenas de expediciones, casi todas desastrosas, se introdujeron en la selva en busca de la leyenda. Y la alucinación colectiva ha perdurado hasta nuestros días. En 1970, el británico Robert Nichols y los franceses Serge Debru y Jorge Puel organizaron un viaje tras -lo que ellos llamaban- la ciudad perdida de Paititi. Tomaron como referencia los geoglifos de Pusharo, pues -aunque hoy sabemos que no son incas sino de origen amazónico- creían que eran una suerte de mapa que orientaba hacia el Paititi. Tras remontar el río Palotoa se los tragó la selva. Nada se supo de ellos hasta que, dos años después, un explorador japonés solitario, Yoshiaru Sekino, visitó en la misma región a una tribu matsiguenga, cuyos miembros confesaron haber asesinado a los exploradores europeos. Incluso le enseñaron sus enseres personales.

La desastrosa expedición de Ghingsberg

Yosseph 'Yossi' Ghingsberg es hoy un famoso orador motivacional y emprendedor tecnológico. Pero su fama viene, sobretodo, porque sobrevivió a una insólita aventura en el Amazonas que plasmó en su libro 'Jungla'. En 1981, cuando tenía 21 años, se introdujo en la selva boliviana del Madidi en compañía del suizo Marcus Stamm y el estadounidense Kevin Gale. Los jóvenes turistas querían «vivir una aventura» y siguieron confiadamente a un supuesto geólogo austriaco, Karl Ruprechter, que les convenció de que conocía una tribu aislada que habitaba en una mina de oro. Estaban mal equipados y pobremente aprovisionados.

El actor Daniel Radcliffe interpretó el papel de Ghingsberg en 'La Jungla'.

Tras muchos tumbos el austriaco consiguió que el grupo se separara, quedando él con el suizo Stamm, con la supuesta intención de regresar a la civilización cruzando la selva. Yossi Ghingsberg y Kevin Gale, por su parte, descendieron en una balsa por el río Tuichi rumbo a la ciudad de Rurenabaque. A los pocos días, unos pescadores encontraron a Gale más muerto que vivo, flotando en el río; un mes más tarde, el propio Gale -acompañado de locales- rescató río arriba a un Ghingsberg que había resistido tres semanas sin apenas comer y comido vivo por los insectos. De Stamm y Ruprechter nunca más se supo. Aunque después se pudo averiguar que el austriaco era un impostor y un criminal buscado por la Interpol.

En busca de los últimos toromonas

Según las crónicas españolas, los toromona en el siglo XVII habían sido una gran nación amazónica que, lideradas por su líder Tarano, habían combatido contra los conquistadores para preservar su independencia. Sin embargo, después desaparecieron del mapa, mermados, como otras tribus, por enfermedades y luchas. En Bolivia, no obstante, en los vastos bosques de la región del Madidi, hay señales de que una o más tribus se esconden de la civilización; obsesionado por demostrar este hecho, el biólogo sueco Lars Hafskjold llevó a cabo un viaje desde los Andes hasta la selva. Se internó profundamente en la región del Madidi en compañía del guía René Ortiz. Pero al poco este regresó solo diciendo que el sueco se había internado en solitario en la selva en busca de los míticos toromonas. Hoy conocemos la historia gracias al explorador argentino Pablo Cingolani, que investigó el caso y siguió los pasos de Hafskjold. En la década de 1990 la región cruzada por el biólogo sueco era violenta y peligrosa; acababan de pasar los tiempos del grupo terrorista Sendero Luminoso, que asesinó a decenas de miles de personas en Perú y otros países andinos. Nadie sabe qué fue de Lars, pero es muy extraño que decidiera partir en solitario abandonando la embarcación en un área tan remota; cualquier policía sospecharía del último hombre que lo vio vivo.

La selva Amazónica no es perversa, sino indiferente como el universo. Es el ser humano el que lleva a sus sombras su maldad y sus quijotescas luchas. Es el ser humano quien hace desaparecer a sus semejantes por codicia, por miedo, o por otras razones, ajenas por completo a la naturaleza.

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