

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
En junio de 1937 tuvo lugar un siniestro y oscuro episodio de la Guerra Civil en Euskadi que a día de hoy sigue rodeado de incógnitas. Un piloto que hasta ese momento era un hombre de confianza del Gobierno dirigido por el lehendakari Aguirre 'sufrió' una avería en su avión y tuvo que realizar un aterrizaje forzoso en la playa de Zarautz, localidad guipuzcoana bajo control fascista. En el aparato viajaba el consejero de Sanidad, Alfredo Espinosa, quien sería fusilado y se convertiría así en el único miembro del Ejecutivo vasco asesinado en la contienda.
Pero aquella traición encubría algo más. El piloto, José Yanguas, fue el protagonista de una trama oculta alrededor de las joyas de la Virgen de Begoña, una fortuna en piedras preciosas que había desaparecido de Bilbao diás antes. En esta intriga hubo mentiras, amenazas y robos que nunca se han aclarado del todo.
La figura central de esta historia es José María Yanguas Yáñez, nacido en Llanes en 1907, un aviador asturiano avecindado en la calle Iparraguirre de Bilbao que fue clave en los primeros momentos de la Guerra Civil en Euskadi. Formó parte de un viaje oficial a París ordenado por el Gobierno Civil, del 27 de julio al 17 de agosto de 1936, cuyo objetivo era comprar aviones de guerra para reforzar la defensa aérena de Bizkaia. El proyecto fue un fracaso, ya que Francia se negó a vender este tipo de material y todo lo que consiguieron adquirir fueron tres avionetas británicas.
Yanguas se convirtió en un hombre de confianza para el Gobierno de Euskadi, formado el 7 de octubre de 1936. El piloto formaría parte a la minúscula fuerza aérea vasca en los primeros compases del conflicto. Su ardor era tan grande que en los días posteriores al alzamiento llegó a utilizar su avioneta para bombardear a los sublevados en el pueblo alavés de Villarreal, hoy Legutio, con un saco lleno de piedras, a falta de bombas.
Yanguas participó en bombardeos sobre el frente con métodos improvisados. En esos aeroplanos cargaban bombas en la zona de pasajeros y las lanzaban por el portón del fuselaje. Intervino en estos ataques pero también se incorporó a la Línea Air Pyrenees, la firma con la que el Gobierno vasco quería establecer la ruta aérea Bilbao-Baiona-Toulouse y que se dirigía desde un bar de la calle Gambetta de Toulouse. Un piloto tan arrojado y activo no tardaría en convertirse en la persona de confianza del Gobierno vasco para sus desplazamientos. Tanto los consejeros como los diputados, dirigentes políticos, periodistas y colaboradores importantes del lehendakari utilizaban sus servicios para desplazarse. Esta cercanía al poder le situó dentro de una conspiración que se estaba desarrollando en Bilbao y que tenía en el centro las joyas de la Virgen de Begoña.
El complot se urdió en un momento delicado de la Guerra Civil. En septiembre de 1936, San Sebastián había caído en manos de los fascistas. Asturias, Santander y Bizkaia quedaron aislados. En diciembre de ese mismo año, las tropas del Gobierno vasco fracasaron en su intento de tomar Vitoria y romper el cerco sobre Bilbao en la conocida Batalla de Villarreal, hoy Legutiano. Esa derrota debilitó a los batallones que debían proteger Euskadi y que quedaron diezmados. El 26 de abril de 1937, además, se produjo el bombardeo de Gernika y la sensación de derrota en Bizkaia era cada vez mayor. Bilbao sufría ataques diarios con artillería y aviación. Además, la llegada de armas y alimentos a la capital vizcaína dependía de mercantes internacionales, cada vez más hostigados por la armada franquista.
En ese contexto, el párroco de la Basílica de Begoña, Bernardo Astigarraga, decide poner a salvo las joyas de la Virgen. Lo contó el también sacerdote y vicario de la parroquia, «regente de ella durante los días de la guerra», Fortunato Unzueta, en una carta escrita desde el exilio a Mateo Múgica, obispo de la diócesis de Vitoria, también en el exilio, que se custodia en los archivos de la Fundación Sabino Arana. El párroco temía que «los rojos» -según sus propias palabras- pudieran robar ese material pero también que resultase destruido por un proyectil en algún bombardeo. «Le atormentaba constantemente la idea, convertida en obsesión, de que se iban a perder», escribe Unzueta.
Según Unzueta, Astigarraga escondió la imagen de la Virgen y el 25 de septiembre entregó sus joyas al director general del Banco de Vizcaya para que las guardara en su caja fuerte, previa comunicación al consejero de Hacienda, el jeltzale Eliodoro de la Torre. Aparte quedaron las coronas de la Virgen y el Niño, los cetros, cálices y otros objetos litúrgicos, que –siempre según Unzueta– fueron ocultados en la basílica con la propia imagen.
Corona de la virgen
Cetro de
la virgen
Corona del
niño Jesús
Cetro de la virgen
Plata dorada
8 esmeraldas pequeñas
1 esmeralda grande
162 brillantes
85 diamantes
3 perlas
45 medias perlas grandes
106 medias perlas pequeñas
Valor: 9.500 pesetas
Corona del niño Jesús
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
540 brillantes
12 diamantes
240 perlas blancas
Valor: 36.500 pesetas
Corona de la virgen
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
943 brillantes
40 diamantes pequeños
509 perlas blancas
Valor: 98.500 pesetas
Corona de la virgen
Cetro de
la virgen
Corona del
niño Jesús
Cetro de la virgen
Plata dorada
8 esmeraldas pequeñas
1 esmeralda grande
162 brillantes
85 diamantes
3 perlas
45 medias perlas grandes
106 medias perlas pequeñas
Valor: 9.500 pesetas
Corona del niño Jesús
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
540 brillantes
12 diamantes
240 perlas blancas
Valor: 36.500 pesetas
Corona de la virgen
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
943 brillantes
40 diamantes pequeños
509 perlas blancas
Valor: 98.500 pesetas
Corona de la virgen
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
943 brillantes
40 diamantes pequeños
509 perlas blancas
Valor: 98.500 pesetas
Cetro de la virgen
Plata dorada
8 esmeraldas pequeñas
1 esmeralda grande
162 brillantes
85 diamantes
3 perlas
45 medias perlas grandes
106 medias perlas pequeñas
Valor: 9.500 pesetas
Corona del niño Jesús
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
540 brillantes
12 diamantes
240 perlas blancas
Valor: 36.500 pesetas
Corona del niño Jesús
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
540 brillantes
12 diamantes
240 perlas blancas
Valor: 36.500 pesetas
Corona de la virgen
Plata dorada
4 esmeraldas grandes
943 brillantes
40 diamantes pequeños
509 perlas blancas
Valor: 98.500 pesetas
Cetro de la virgen
Plata dorada
8 esmeraldas pequeñas
1 esmeralda grande
162 brillantes
85 diamantes
3 perlas
45 medias perlas grandes
106 medias perlas pequeñas
Valor: 9.500 pesetas
Pero la situación empeoró. Con las tropas franquistas cada vez más cerca, se decidió evacuar lel tesoro a Toulouse. Se añadieron al lote «muchísimas joyas de emakumes distinguidas» –afiliadas a Emakumen Abertzale Batza–, cuyo valor se aproximaba «a un millón de pesetas». En cuanto a los objetos litúrgicos –coronas, patenas, etc.–, las versiones difieren. Según Unzueta, quedaron ocultos e «intactos los hallaron los antigubernamentales». Según las autoridades franquistas, todo fue llevado a Francia en «un robo» que demostraría la impiedad y el falso catolicismo de los nacionalistas vascos.
El encargado de llevar a cabo esta misión fue el piloto Yanguas.
El consejero de Hacienda «tenía fe ciega en él», según escribió el párroco Unzueta. Pero no solo le dieron las joyas de la Virgen. En su avión, un bimotor francés Caudron Goeland de Air Pyréneés, debía transportar también las joyas personales de las afiliadas a Emakume Abertzale Batza, la asociación femenina del PNV. Según el párroco, el material tenía un valor de un millón de pesetas de la época. Al día de hoy, podría alcanzar los cuatro millones de euros.
Una vez que las alhajas fueron embarcadas, Yanguas voló en su avión hasta Toulouse. Allí, se dirigió a la Banca Courtois. Tenía la orden de depositar el tesoro en una caja de seguridad a nombre de cinco personas –todos miembros del Gobierno vasco–. Pero la dirección del banco solo permitía que sus cajas estuvieran a nombre de una, así que se nombró a sí mismo único titular del depósito. Así, Yanguas se convirtió en la única persona capaz de controlar el destino de las joyas. Además ingresó 180.000 francos que formaban parte del presupuesto del Ejecutivo de Aguirre.
Pero el piloto había comenzado a tener problemas con sus jefes. Según documentos de la época, Yanguas ya había tenido un roce con el Gobierno de la República. En los primeros días de la guerra, había dejado una avioneta Puss Moth de su propiedad en Los Alcázares (Murcia) y este aeroplano estaba siendo utilizado para entrenar a los pilotos del Ejército republicano. Yanguas pidió que le abonaran lo que había pagado por el avión, 1.550 libras esterlinas «más 6.000 pesetas en derechos de aduana». No se sabe si ese dinero le fue reintegrado, pero sí que esta gestión despertó alguna desconfianza en el entorno leal.
Todos los acontecimientos se precipitaron a finales de junio de 1937. A mediados de ese mes, las tropas franquistas ya habían roto el Cinturón de Hierro que protegía Bilbao. Ante la inminente caída de la villa, el Gobierno vasco se trasladó a Cantabria. Desde El Abra, decenas de barcos zarpaban hacia Francia e Inglaterra con refugiados, heridos y también importantes sumas de dinero. El 20 de junio, Yanguas recibe la orden de trasladar a cuatro rusos desde Toulouse a Barcelona. Aunque los nombres de estas personas no figuran en ningún sitio, la principal hipótesis es que se tratase de los asesores militares soviéticos que apoyaban al Gobierno vasco y que querían ponerse a salvo en una ciudad más segura. El 19 de junio, Bilbao ya había caído y las tropas franquistas dominaban la ciudad y desencadenaban una violenta represión.
Tras llevar a la ciudad condal a los comunistas, Yanguas regresó a Toulouse en un vuelo accidentado, ya que los motores de su avión no le proporcionaron la potencia suficiente como para pasar por encima de los Pirineos y cruzar a Francia. Por ello tuvo que volar sobre territorio enemigo. En la ciudad francesa le esperaba Alfredo Espinosa Orive, militante de Unión Republicana y consejero de Sanidad del Gobierno vasco. Este médico había estado trabajando en la apertura de hospitales para los gudaris y milicianos heridos en la batalla por Bilbao, así como en la compra de medicinas para el Gobierno vasco. Espinosa pidió a Yanguas que le llevase a Santoña, donde se encontraba el lehendakari José Antonio Aguirre, con intención de compartir su misma suerte, a pesar de que se le animó a permanecer a salvo en Francia. Ambos despegaron a las ocho de la mañana del 21 de junio.
El vuelo nunca llegaría a su destino. A medio camino, Yanguas dijo a sus pasajeros que el bimotor no tenía suficiente potencia a causa de una avería. Un motor fallaba y el otro se estaba sobrecalentando. Su Caudron Goeland aterrizó sobre las diez de la mañana en la playa de Zarautz. El aparato fue rodeado rápidamente por los sublevados. Allí, la Guardia Civil y los militares apresan al piloto; a Espinosa; a un acompañante de éste, Emilio Ubierna; un militar, el capitán José Aguirre Urrestarazu, que era el responsable de la artillería pesada en el frente; al funcionario del Gobierno vasco Eugenio Urgoiti; al mecánico Pablo Martínez; y a un ciudadano francés, Georges Rougé. Tras un juicio fugaz, el consejero Espinosa y el capitán Aguirre serían fusilados el 26 de junio.
A partir de ese momento, el relato de lo que sucedió está repleto de lagunas. Yanguas regresó a Toulouse en un vehículo junto con Joaquín Goyoaga, el gerente de una empresa de importación de vehículos para quien había trabajado. Esta persona era el hijo de un dirigente monárquico vizcaíno y se había refugiado en Francia tras el alzamiento. Según diversos informes, en su mayoría elaborados por fuentes nacionalistas, Goyoaga se encargó de conseguir las llaves de la caja de seguridad de la Banca Courtois, donde habían quedado en depósito las dos cajas de joyas enviadas desde Bilbao, y se hicieron con ellas.
Una vez que habían conseguido las alhajas, Goyoaga y Yanguas viajaron en coche hasta la frontera. En Irún se reunieron con el comandante de Caballería Julian Troncoso, quien había sido nombrado Jefe de la Comandancia de la localidad y dirigía su propio equipo de comandos para realizar operaciones especiales en el sur de Francia. Las acusaciones nacionalistas, sin citar ningún documento, aseguran que las joyas fueron entregadas al general Fidel Dávila, quien había sustituido al general Mola tras su muerte en accidente de aviación y quien sería el encargado de romper el Cinturón de Hierro y dirigir la ocupación de Bilbao.
El 15 de agosto de 1937 las joyas fueron devueltas a la Virgen en un acto solemne y multitudinario organizado en Begoña por la Subdelegación del Estado para Prensa y Propaganda, que incluyó la coronación de la imagen. Se hizo que el tesoro fuera entregado a la Virgen frente a la basílica por la esposa del general Franco, Carmen Polo, acompañada por el nuncio apostólico monseñor Ildebrando Antoniutti.
Por su parte, Goyoaga fue condecorado por el Ayuntamiento. Recibió la medalla de plata de la Villa y hasta concedió una entrevista a 'La Gaceta del Norte', en la que no dio ninguna precisión sobre el traslado de las joyas ni, por supuesto, mencionaba a Yanguas. Se limitaba a decir que se enteró del depósito en el banco de Toulouse «cuando una persona, a la que no debo citar, me aseguró que las joyas habían sido transportadas de Bilbao a la Banca Courtois de Toulouse». Preguntado sobre cómo se las apañó para hacerse con el contenido de la caja en el banco, Goyoaga respondía que «la discreción más elemental me impide contestar minuciosamente, aun sintiéndolo mucho, a pregunta tan concreta».
La entrega de las joyas no resolvió todos los puntos oscuros que rodean esta historia, entre ellos el paradero del lote correspondiente a las afiliadas a Emakume Abertzale Batza. Este jamás apareció, lo que hizo que distintos dirigentes del PNV acusaran a los militares franquistas de haberse quedado con esa fortuna.
La figura de Yanguas, mientras tanto, comenzó a verse rodeada de sombras. El piloto, tras entregar las joyas, pasó a ser, supuestamente, un prisionero de los franquistas. En un escrito que él mismo escribió para justificar su inocencia ante el Gobierno vasco, explicó cómo fue interrogado en Salamanca y en Irún, y llegó a ser tratado como un prisionero de guerra en Vitoria, donde le obligaron a realizar trabajos forzados para reparar una carretera. El 13 de agosto, la intervención de la Cruz Roja hizo que quedase en libertad y se le incluyera en un intercambio de prisioneros que se realizó en la frontera. En Francia trató de defender su inocencia. Aseguró una y otra vez que había tenido que entregar las joyas porque los franquistas le habían amenazado con matar a sus familiares.
El pliego que escribió el piloto -cuyo manuscrito, escrito en papel del café-brasería Tortoni de Toulouse, está depositado en la Fundación Sabino Arana- y el hecho de que todavía consiguiera moverse por los ambientes nacionalistas refugiados en Francia pese a que se sospechaba que estaba envuelto en la conspiración que había acabado con el aterrizaje en Zarautz revela que no sabían qué hacer con él. El delegado del Gobierno vasco en Baiona, José Oruezabala, llegaría a escribir una carta a sus superiores en la que alertaba del misterioso comportamiento del piloto, al que sorprendieron mintiendo sobre cuestiones banales y poniéndose nervioso cuando, mientras paseaba con dirigentes del Ejecutivo vasco en el exilio, se cruzaron con un conocido franquista que trabajaba en Francia.
En esos días se le abrió una causa en Barcelona por malversación de fondos. Además de adueñarse de las joyas, Yanguas también había puesto a su nombre 180.000 francos del Gobierno vasco ingresados en la banca Courtois. Pese al procesamiento, no llegó a ser juzgado por estos hechos.
El lehendakari, José Antonio Aguirre
sobre Yanguas
El aviador intentó reunirse con el lehendakari Aguirre para explicarle su versión de los hechos, pero el presidente vasco se negó a recibirlo. «Yo vi el rostro de Aguirre, cuyos sentimientos fueron así expresados: '¡No! Está cubierto de sangre inocente...'. Vi también cómo huyó Yanguas. Así debió de huir Judas», escribió Pedro Basaldúa, secretario del presidente vasco, en 'Euzko Deya', publicación del exilio en Argentina.
En su entorno comenzaron a recordar que Yanguas había intentado en varias ocasiones llevar en su avión al máximo mandatario vasco. La sospecha de que aquella insistencia podía ocultar un intento de secuestrar a Aguirre y entregarlo a los facciosos se asentó. Hubo otras voces que alertaron sobre la figura de este hombre. La viuda del consejero fusilado, le contaría más tarde a su hija que Yanguas nunca le había inspirado confianza: «No me gusta a mí este hombre, porque no mira a los ojos, ni mira de frente».
La vida de Yanguas se sumió en las sombras. El investigador Guillermo Tabernilla, de la asociación Sancho de Beurko, explica que «como era previsible por el patrimonio que pudo reunir ilegalmente durante aquellos meses de guerra en el norte, no salió mal parado económicamente, ni tampoco se le perdió la pista en México como señalan algunos autores, ya que regresó a España, estableciendo su residencia en Llanes en los años 40». Entre 1947 y 1949, su nombre aparece en listas de embarque con destino o salida en EEUU, de lo que «se deduce que desarrollaba una frenética actividad internacional. ¿Quién podía permitirse estos gastos en los años 40? ¿Un empresario con conexiones internacionales? ¿Un agente de la inteligencia franquista? ¿Ambas cosas?».
Anasagasti, Iñaki (26-05-2011). 'Dos informes sobre el piloto Yanguas y el fusilamiento del consejero Espinosa',https://ianasagasti.blogs.com/
Barruso Bares, Pedro (2016) 'La guerra del comandante Troncoso. Terrorismo y espionaje en Francia durante la Guerra Civil española'. 'Diacronie', 28, 4.
Olazabal Estecha, Carlos (2021) '4 de enero de 1937'. Fundación Popular de Estudios Vascos
Sebastián García, Lorenzo (2007). 'Alfredo Espinosa Orive (1903-1937). Detención, procesamiento y ejecución de un consejero del Gobierno vasco'. 'Sancho el Sabio', 27
Tabernilla, Guillermo (2022). 'Historia de un avión excepcional. La Miles Falcon de la FIO en la Guerra Civil'. Desperta Ferro
[Carpeta Joyas Yanguas]. (1937). Fundación Sabino Arana (Caja 0674 carpeta 03): Contiene informes sobre el piloto Yanguas, declaraciones de él (del 23/07/1937), el fusilamiento del consejero Espinosa, las joyas de la Virgen de Begoña, etc.
[Expediente informativo sobre la imagen y las joyas de la Virgen de Begoña durante la Guerra Civil] (1937). Fundación Sabino Arana (Caja 0126 carpeta 06): Incluye un informe sobre esta cuestión titulado 'Historia de lo sucedido', escrito en el exilio por Fortunato de Unzueta el 11-IX-1937 para el obispo de VitoriaMateo Múgica, también el exilio.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Josemi Benítez (Gráficos)
Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.