Los Reyes Magos visitan a los niños del Asilo de Huérfanos de la Casilla el 5 de enero de 1931. Claudio
Aguinaldos, visitas a orfanatos... Así llegaban los Reyes Magos al Bilbao de antaño
Tiempo de historias ·
La villa ha celebrado esta festividad a lo grande desde el siglo XIX, aunque con peculiaridades que la hacían diferente a cómo se vivía en otras ciudades españolas
El día de Reyes Magos ocupaba un lugar señero en las celebraciones históricas de los bilbaínos, pero hasta fechas muy tardías no adoptó la forma de una escenificación pública para toda la población. Así, el desarrollo de esta fiesta en Bilbao siguió un camino propio, algo diferente al que tuvo en las principales ciudades españolas. Esta evolución refleja bien las peculiaridades sociales y políticas de la villa cuando en el primer tercio del siglo XX se desarrolló la sociedad de masas.
En el Bilbao burgués de fines del XIX esta festividad se esperaba con ilusión. Se entendía que los Reyes Magos venían a ser el colofón del ciclo festivo de Navidad. Algún comentarista ironizaba: por fin se cerraba el periodo de comilonas, que dejaban el cuerpo baldado. Era día laborable, pero la víspera y el seis de enero se celebraban por todo lo alto. El festejo quedaba asociado, además, a los aguinaldos, que los pedían los oficios más diversos: repartidores, lecheros, serenos, lavanderas, sastres, zapateros, mozos… La vida cotidiana de aquella época requería servicios especializados muy diversos y tenían sus costos. De creer algunas caricaturas que recogía la prensa, eran sablazos que si te descuidabas te dejaban sin blanca.
En Bilbao esos días existía otra costumbre que con razón se consideraba entrañable. Desde Año Nuevo las jóvenes le daban «un aguinaldo» -en este caso un regalo- «a su joven correspondiente» y el día de Reyes les tocaba el turno a los chicos, «con regalitos y presentes muy lindos y verdaderamente preciosos algunos». Una especie de San Valentín. Los regalos entre novios fueron los únicos entre adultos que dejaron rastro en las referencias más antiguas de ese día.
Por supuesto, lo principal en la fiesta de Reyes Magos eran los regalos a los niños, precedidos el día cinco por la colocación de zapatos y «botitas». En el imaginario bilbaíno, el ideal era dejar los juguetes en los balcones, con lo que esa noche el espectáculo de Bilbao -por entonces, casi únicamente el Casco Viejo- tendría que ser extraordinario. Sólo sucedería alguna vez, pues el clima de la época no permitía tales expansiones. Por el contrario, no hay duda de la algarabía compradora de aquellas fechas ni de las ofertas comerciales. Nos lo cuentan los anuncios de 1886: «Para comprar juguetes de gusto y económicos, hay que ir al Gran Bazar de la Villa de París (Perro-chico) en la calle del Correo». «Para Reyes: Pan de Reyes. Pastelería La Florida». Además, había algunas veladas musicales para festejar la jornada.
Sin grandes cambios, la festividad fue ganando importancia a comienzos del XX, cuando se consolidaba el crecimiento de Bilbao y la prosperidad llegaba a unas clases medias cada vez más amplias. Hacia 1905 la prensa nos transmite un auténtico entusiasmo comprador. El día cinco los bazares y jugueterías estaban abarrotados, sus dependientes corrían a entregar encargos y los padres inundaban las tiendas. En Almacenes Amann (Belosticalle), la principal venta del género, no daban abasto. El establecimiento sorteaba juguetes entre los niños que habían echado allí su carta. La imagen de ese día era de gran intensidad.
Los años siguientes la festividad de los Reyes Magos adquirió mayor presencia pública y evolucionó en un doble sentido.
En primer lugar, dio lugar a numerosísimas fiestas infantiles. Por ejemplo, en 1909 las tenían la Sociedad Coral o el Casino Republicano, que estaba en Bertendona. La nueva sociabilidad bilbaína, que dio lugar por entonces a numerosísimas asociaciones, impulsó la fiesta: en la siguiente década las casas regionales, los patronatos obreros, las asociaciones liberales, las nacionalistas o la Fiesta del Árbol de Navidad que organizaba la Sociedad Filarmónica tenían sus respectivas festividades infantiles. Los teatros se llenaban, pues incluían rifas de juguetes. «Los Reyes en Indauchu»: había baile, con regalos para los niños.
Junto a eso, la fiesta de los Reyes Magos adquirió un neto sentido caritativo, pues se promovían donativos para los grupos menesterosos: que los niños pobres no se quedaran sin regalos y que tuvieran su celebración. Por ejemplo, en 1915 la cantina escolar de Urazurrutia organizaba una comida para 146 niños, modelo que se repetiría y ampliaría a otros centros los siguientes años, de apuros económicos.
Por entonces, una iniciativa se iba convirtiendo en el eje del día en Bilbao: los regalos de Reyes en el Asilo de Huérfanos de la Casilla. Se convirtió en hábito de las clases altas y medias realizar donativos con este fin. Las crónicas periodísticas recogían con profusión el entusiasmo de los niños al encontrar los juguetes cuando se levantaban. En aquella época no se regalaban marcas. En 1913 los huérfanos recibieron «caballitos de cartón», pelotas, trompas, cartones de menaje de cocina, cuerdas para saltar, trompas, aros, barquitos y «patitas tronchas», la muñeca que esta de moda, con las piernas articuladas. Ese día seguía una espléndida comida. En 1920 consistió en sopa de pasta, cocido, carne, chorizo… «y una copita de jerez»: para los niños. A veces nos sorprenden las costumbres de la época.
En los años veinte la fiesta de Reyes Magos mantenía en Bilbao esa estructura básica, sin más novedad que la proliferación de los espectáculos infantiles y la de veladas caritativas: Filarmónica, Solidaridad de Trabajadores Vascos, Juventud Tradicionalista, Ropero Vasco, Sociedad Coral, Sanatorio de Górliz… organizaban sus correspondientes fiestas de Reyes Magos, con regalos de juguetes, para cuya compra había todo un despliegue caritativo.
Bilbao presentaba ya netas diferencias con otras poblaciones. En 1912 se había celebrado en Granada una Cabalgata de Reyes, considerada la primera moderna que hubo en España, y los siguientes años las principales ciudades adoptaron la costumbre. La prensa bilbaína daba cuenta de la cabalgata de Madrid, de Zaragoza, de Vitoria… sin que hubiese una actividad similar en Bilbao. Se hace extraño, porque en el periodo del desarrollo empresarial la villa solía promover actos públicos con asistencia masiva, sea por razones lúdicas, deportivas, sociales, políticas y a veces religiosas.
Cabe explicar esta circunstancia atendiendo a la fragmentación asociativa de Bilbao, donde por la pluralidad ideológica y las tensiones sociopolíticas existían muchas sociedades, pero pocas de reconocimiento general. Pudo deberse también a las reticencias que en el Ayuntamiento de Bilbao saltaban ante las celebraciones de cariz religioso, por la oposición de republicanos y socialistas, resquemor que subsistiría durante la dictadura de Primo de Rivera.
Las cabalgatas se hicieron esperar
Lo que puede considerarse el embrión de la cabalgata de Reyes lo encontramos el cinco de enero de 1930. Fue una iniciativa de Exploradores de España, fundados en 1912 e integrados en el movimiento scout. Decidieron escenificar la llegada de los Reyes Magos al Asilo de Huérfanos de la Casilla, con una comitiva que acompañaba a Melchor, Gaspar y Baltasar. El acto tuvo más realce en 1931, cuando montaron una caravana por la calle, llevando una doble fila de farolillos, ante la expectación de un gentío.
No llegó a institucionalizarse esta celebración. En 1932 abundaron las iniciativas caritativas y visitas a hospitales, pero sin una organización parecida. Lo mismo sucedió los siguientes años. Es posible que las radicalizaciones de la Segunda República menoscabaran en la villa el peso de los Exploradores, que habían crecido durante la Dictadura de Primo de Rivera.
Así, la primera cabalgata de Reyes Magos que hubo en Bilbao con este nombre fue la que organizó el Club Deportivo en 1939, cuando aún no había terminado la guerra. Marchó desde la sede del Deportivo hasta el Ayuntamiento. En 1940 la cabalgata contó con el apoyo municipal y de organizaciones juveniles. Salió de Alameda de Recalde e iba por Gran Vía, Urquijo, García Salazar, San Francisco, Bidebarrieta y Arenal hasta al Ayuntamiento.
Desde entonces la cabalgata de Reyes ha tenido continuidad en Bilbao. En 2020 toca la 81ª.
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