Tiempo de historias

Desde Ramstein a Bilbao con urgencia

En enero de 1959 un avión de transporte DC-3 de las fuerzas aéreas de EE UU voló desde Alemania para traer un fármaco antitumoral para una enferma bilbaína

Lunes, 29 de enero 2024, 01:03

Como hacía cada semana, la mañana del domingo 18 de enero de 1959 Harold E. Roby, piloto de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos destinado en la base de Ramstein, en Alemania, se dispuso a hablar por radio con su hermano Charles, aviador también, ... destinado en la base aérea de Châteauroux-Déols, en Francia. Pero esta vez fue diferente. La conversación se interrumpía por la interferencia de otra emisión, la de un radioaficionado. Se trataba de Julio Sastre, que lanzaba una llamada de ayuda desde Bilbao.

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Una enferma necesitaba una medicina con urgencia. Se abrió un diálogo a tres bandas, en el que los americanos preguntaron varias veces si se trataba de una emergencia real. Lo era. La comunicación se interrumpió y Sastre no volvió a saber nada de sus interlocutores. Hasta las diez de la noche, cuando le llamaron del aeropuerto de Sondika para decirle que un DC-3 de la USAF proveniente de Alemania acababa de tomar tierra con el medicamento que había pedido.

El aterrizaje de aquel bimotor de transporte fue cubierto con entusiasmo por la prensa bilbaína, en un momento en el que la llegada de aviones con fármacos como respuesta a llamadas de socorro se dio con cierta frecuencia en la maltrecha España de finales de los 50, en el último tramo de la posguerra. De hecho, en la crónica que dedicó Olmo a este suceso en 'La Gaceta del Norte', decía el creador de 'Don Celes' que se trataba de una «afortunada epidemia de operaciones destinadas a transportar medicamentos» en la que «una vez más», tomaban parte las Fuerzas Aéreas estadounidenses.

La medicina solicitada en esta ocasión era el citostático E-39, un preparado que demora o detiene el crecimiento de las células, usado en tratamientos antitumorales, que fabricaba la firma Bayer. Sastre no lo precisaba para sí, sino que un conocido le había solicitado el favor de pedirlo por radio para una amiga y compañera de trabajo, enferma de cáncer, que lo necesitaba para su tratamiento diario. No lo había en Bilbao ni tampoco en Barcelona, «donde se consultó antes de decidirse a lanzar el S.O.S. a las ondas», según Olmo.

Todo fue muy rápido. Sastre comenzó a emitir su petición el sábado y al día siguiente fue escuchado por los hermanos Roby, que le dijeron que tratarían de conseguir el medicamento y un avión para transportarlo a Bilbao. Tras interrumpirse la transmisión, Harold se puso en marcha. Sastre no lo sabía, pero su interlocutor en Alemania «era precisamente un capitán piloto de la base aérea norteamericana de Ramstein», según contaba Olmo. Roby habló con el oficial médico de la base, quien localizó una caja del preparado en una farmacia situada a 10 kilómetros de la instalación militar. Obtenido el citostático, Roby habló con sus superiores. Obtuvo la autorización, «se pidieron voluntarios y a las seis menos diez de la tarde del domingo, el DC-3, con seis hombres a bordo», con el comandante Thurston B. Ames al mando, despegaba hacia Bilbao.

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Vuelo directo

El viaje en sí no entrañaba mayor dificultad. Más complicadas eran las gestiones para garantizar el aterrizaje. «Tuvimos que establecer contacto con Francia, y Francia, luego, con Madrid; Madrid, a su vez, con Bilbao, para que pudiéramos aterrizar en Sondica. Fue algo bastante complejo», contó el comandante Ames en la entrevista que publicó EL CORREO dos días después del aterrizaje, firmada por Rafael Ossa Echaburu. Temían los aviadores estadounidenses que el aeropuerto vizcaíno no dispusiera de iluminación en las pistas. El aterrizaje iba a ser nocturno. «El aeropuerto de ustedes, según nuestras referencias, no reunía condiciones para ello. La cosa presentaba serias dificultades», explicó Ames. «Nosotros pedimos que, por lo menos, habilitaran unos coches para iluminar con sus faros el campo. Luego nos encontramos con que tenía iluminación propia... Y llegamos». Con la medicina. Pero no en el formato adecuado.

Un clásico de la historia de la aviación

El avión que pilotaron Harold E. Roby (1923-2011) y Thurston B. Ames (1924-2014), ambos veteranos de la Segunda Guerra Mundial, era una de las innumerables variantes del Douglas DC-3, bimotor creado en los años 30 como avión de pasajeros y reconvertido para uso como transporte militar en aquel conflicto. Medía 19,7 metros de longitud y su envergadura era de 29 metros. Podía volar a 7.000 metros de altura con una velocidad máxima de 370 kilómetros por hora, aunque como el propio comandante Ames precisó a los periodistas que se interesaron por el dato, la velocidad de crucero rondaba los 250. Se fabricaron más de 16.000 unidades y aún hoy hay ejemplares de DC-3 operando en todo el mundo.

Resultó que traían una caja con dosis inyectables que la paciente no podía recibir por su estado. Necesitaba pastillas. Ames y Roby aseguraron que iban a hacer todo lo que estuviera en su mano para conseguirlas. Volar a donde fuese necesario. «Nuestro cónsul se ha puesto en contacto con Barcelona, por si la casa Bayer tuviera allí esta medicina en píldoras -dijeron a los periodistas-. Si la tuviese, nosotros iríamos a recogerla. Y si no, nos pondremos en comunicación con Inglaterra, con Francia, con Alemania... Con toda Europa, incluso con el Norte de África, es decir, con nuestra zona de operaciones, a fin de localizarla. Tenemos órdenes del alto mando para no regatear ningún esfuerzo en este sentido».

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No fue necesario. Según Olmo, «los oficiales norteamericanos se personaron en el Consulado de su país y en la Casa Americana, y desde allí iniciaron una serie de gestiones» de las que no dieron mayores detalles pero que desembocaron en la asombrosa localización en el mismo Bilbao, «al fin, de un frasco de comprimidos» de la medicina en cuestión. La misma que según contaba EL CORREO «se había agotado y no existía posibilidad de hacerse con ella en ninguna parte». El capitán Roby y el radioaficionado Sastre se encargaron de entregarla en persona a su destinataria, en su domicilio.

Cumplida su «ejemplar misión», Roby, Ames y sus compañeros volaron de regreso a Alemania el lunes.

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