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Napoleón puso Vitoria en el mapa

Napoleón puso Vitoria en el mapa

Tiempo de historias ·

Dos capitanes del Ejército francés elaboraron en 1811 la primera representación cartográfica conocida de la capital alavesa

Lunes, 8 de abril 2019

En esta historia el tesoro no es un cofre lleno de monedas de oro, sino el mapa. Y es importante ese detalle porque la capital alavesa, al contrario de otras ciudades cercanas, carece de un catálogo de representaciones gráficas suficientes que nos puedan explicar la evolución de su urbanismo antes del siglo XIX. Mientras otras poblaciones del entorno registran sus primeros croquis desde el siglo XVII y XVIII, Vitoria llega muy tarde y no por mano local, sino por la invasión francesa que, nunca mejor dicho, nos puso en el mapa.

Debemos su hallazgo casual al recordado investigador vitoriano Peli Martín Latorre, que en un artículo escrito en 2008 y publicado en el boletín número LXIV de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País titulado 'La ermita-humilladero del Santo Cristo de la Buena Dicha', utiliza el documento para explicar dónde se encontraba este recinto sagrado de mucha devoción por parte de los vitorianos.

La pista la había encontrado en el volumen correspondiente a Vitoria-Gasteiz de la colección 'Ciudades del País Vasco', editado por la editorial Sendoa, que se refiere a un plano del año 1812 «existente en el Archivo del Ejército Francés», en Vincennes, en las cercanías de París.

Una vez constatado que existe este plano de 1812, Peli Martín trata de conseguir una copia del documento para poder analizarlo con más detenimiento de cara a sus pesquisas sobre la ermita. Para ello se pone en contacto con el 'Service Historique de L'armée de Terre' que le remite «dos curiosas diapositivas», en palabras del propio Martín, «que contienen sendas reproducciones de un plano de nuestra ciudad reducido hasta una cuarta parte de otro plano más grande existente al parecer del casco urbano de la ciudad y sus alrededores, realizado por los capitanes André Mailliart y George de Bois St.Ilys en 1811», es decir, un año antes del mencionado documento de 1812 al que se refiere la publicación de Sendoa.

La gran importancia de la representación gráfica es toda la información que nos aporta sobre el territorio o sobre el paisaje. En este caso, es novedad la aparición de los 'environs', es decir de los alrededores de la 'ville de Vittoria'. Se observa enseguida el fin militar del plano (edificios que sirven para alojamientos de tropa o almacenamiento de material). Eso es lo que llama la atención de Peli Martín, que va describiendo los elementos que ve sobre el papel y que están significativamente descritos en la leyenda del plano. Por ejemplo, la configuración de la primitiva muralla y su encaste de la Villa de Suso. Incluso dónde estaba la ermita de San Bartolomé, que dio nombre a las escaleras actuales, cerca del palacio de Villa Suso.

Hay curiosidades relevantes: el palacio de Montehermoso, es, según la leyenda explicativa, el palacio del rey (José I). El edificio que ocupa el Hospital de Santiago tiene la denominación de Cuartel Militar porque con ese fin fue ocupado por las tropas francesas. Aparece todavía la iglesia de San Ildefonso, demolida años después durante la Primera Guerra Carlista, y la iglesia del convento de San Francisco, que también es utilizado como Hospital militar.

Aparecen nombres que han configurado la memoria de los vitorianos, como el Paseo del Espolón y el Juego de la Pelota, así como conventos ya desaparecidos como los de Santa Clara y laMagdalena. Se pueden ver igualmente el lugar que ocupaban en el casco urbano las puertas o portales de Urbina, o Francia, de Bilbao, de Castilla, de Logroño, del Rey y de San Ildefonso, así como el sitio donde estaba el molino de la ciudad.

Un apartado muy interesante es el de las ermitas de los alrededores de Vitoria, como Santa Marina y Santa Lucía, situadas a los lados de la carretera de Pamplona. Ambas están desaparecidas, aunque nos queda el toponímico para denominar el barrio. También están en el plano y han desaparecido la del Cristo de la Buena Dicha, o la de la Santa Cruz, posiblemente Santa María de Olárizu. Siguen de pie, Santa Isabel, en el cementerio, San Martín y San Cristóbal, aunque esta última se transformó en parroquia.

Hay curiosidades como el Alto de la Justicia, una colina situada actualmente dentro de las instalaciones de la Fundación Estadio, frente a las de Mendizabal y Picozorroz. Se supone que era el lugar donde se ejecutaban las penas de muerte de los reos condenados y otros castigos.

Nos encontramos ante otra paradoja histórica. Una vez más fueron los ejércitos de Napoleón, es decir los invasores contra los que se levantaron los alaveses, los que trajeron otro elemento de modernidad, en este caso la tecnología para hacer mapas, basada principalmente en la red geodésica, que puso en marcha Cassini en 1756 en Francia. No era un regalo. Se sabe que durante la época de los descubrimientos (siglos XV-XVIII) el Imperio español consideraba los planos como 'arcana imperii', es decir secretos de estado. Aunque apenas había buena cartografía de la Península, los planos de las costas que hacían los geógrafos que acompañaban a los exploradores y conquistadores eran de gran calidad. El más importante fue el Atlas de Tomás López (1750-1783).

Pero la calidad de la información era muy deficiente y poco práctica militarmente. Napoleón era entre otras cosas un gran consumidor de mapas. Sabía que el éxito de muchas de sus operaciones militares dependía de ese conocimiento y se hacía acompañar de un excelente equipo de geógrafos a los que hacía trabajar hasta la extenuación.

Tanto el relieve, como la vegetación, los cultivos, las carreteras y caminos, los núcleos de población y especialmente las plazas fuertes eran primordiales para un ejército que trataba de controlar militar y administrativamente un vasto país de medio millón de kilómetros cuadrados. Todos esos elementos se trasladan a los mapas desde el principio. Fueron muy importantes los planos de etapas, es decir, los que permitían conocer la geografía que cubrían a pie a diario las tropas (unos 30 kilómetros). Se hicieron muchos por exigencia de los generales franceses, por ejemplo del itinerario Burdeos-Madrid.

Los investigadores Juan Carlos Castaños y Jean-Yves Puyo, en una publicación titulada 'La cartografía realizada por el Ejército napoleónico durante la Guerra de Independencia', hablan de la existencia de otro plano realizado en 1808 por un capitán llamado Lerouge sobre los alrededores de Vitoria, que no se conoce públicamente. Castaños y Puyo han utilizado toda la cartografía registrada en el Archivo del Service Historique de la Defense (anteriormente de L'armée de Terre), en Vincennes.

La publicación, en definitiva, de este plano de 1811 en un diario como EL CORREO es una primicia informativa, 208 años después de su elaboración y 11 años después del hallazgo de Peli Martín, para el que va nuestro recuerdo agradecido. Una copia fotografiada, pues el original está en Francia, se encuentra en el Archivo Municipal de Vitoria donde se puede consultar, pero no fotocopiar.

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