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Tripulantes del carguero 'Igotz Mendi', de la naviera Sota y Aznar. E.C.
La odisea del 'Igotz Mendi', el buque fantasma

La odisea del 'Igotz Mendi', el buque fantasma

Capturado por un corsario alemán en 1917, el carguero vasco permaneció desaparecido tanto tiempo que en Bilbao se realizaron procesiones para que la Virgen de Begoña obrara el milagro de su regreso

xabier armendariz

Sábado, 1 de diciembre 2018, 00:35

El 21 de junio de 1918 el mercante vasco 'Igotz Mendi' entra en el Abra escoltado por un convoy de 18 embarcaciones de todo tipo. A las 8 de la tarde fondea en Santurtzi entre el sonido de las sirenas de los barcos que se encontraban en el puerto y los vítores de una multitud congregada para recibir al llamado 'buque fantasma', para muchos algo más que un milagro flotante.

El 'Igotz Mendi' había protagonizado uno de los sucesos más insólitos en los que se vieron involucrados buques y tripulaciones vascas durante la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Es aceptado que nuestro país no participó de manera directa en las dos grandes contiendas mundiales del siglo XX, y si bien es cierto que se pivotó entre dos figuras jurídicas como fueron la de 'país neutral' y 'no beligerante', fueron incontables los episodios bélicos en los que nos vimos envueltos.

Durante la Primera Guerra Mundial la naviera bilbaína Sota y Aznar contribuyó de manera directa al esfuerzo bélico aliado, alquilando sus buques al Almirantazgo inglés para el transporte de carbón, madera y alimentos. A pesar de enarbolar bandera española, la Marina Imperial alemana atacó cualquier buque que ayudase al enemigo, independientemente de su pabellón, tal y como establecía el Derecho Internacional en tiempo de guerra. Al término de la contienda, Don Ramón de la Sota recibió del rey británico Eduardo VII el título de caballero: había perdido 16 buques de su compañía hundidos por submarinos alemanes. Un alto precio por ser llamado Sir Ramón de la Sota.

Dado el apoyo de la naviera Sota y Aznar al Reino Unido, nadie se sorprendió cuando llegó la noticia a Bilbao de que el 'Igotz Mendi', perteneciente a la compañía, estaba desaparecido en aguas del Indico. Había zarpado de Valencia el 23 de septiembre de 1917 con una carga de 5.000 toneladas carbón con destino a la escuadra inglesa fondeada en Colombo. El buque vasco de 7.438 toneladas fue construido en los astilleros Euskalduna y entregado en 1916. Desde entonces se dedicó al tráfico e carga general.

Proa del carguero vasco 'Igotz Mendi' E.C.

El 10 de noviembre, cuando navegaba entre Lorenzo Marqués y Colombo, el capitán Kintin Uralde y sus oficiales observaron asombrados aproximarse un hidroplano que había despegado de un buque aparentemente mercante. Minutos después, a las 10.00 de la mañana, el barco corsario 'Wolf' se acercó por babor y dos oficiales de presa, junto con una dotación de marineros, subieron a bordo del 'Igotz Mendi'. Comenzaba así un secuestro que habría de durar más de tres meses.

Armado y camuflado

El corsario alemán 'Wolf' era en realidad un buque mercante de 5.600 toneladas llamado 'Watchfels'. Fue artillado con 7 cañones de 150 mm, 4 tubos lanzatopedos y 600 minas destinadas a bloquear puertos aliados. Incluso fue dotado con un hidroavión, desmontado en piezas. Todo ello convenientemente camuflado para que ninguna presa sospechara del carácter militar como buque auxiliar de la Marina Imperial alemana y pudiese confundirse con un inocente buque mercante.

El 'Wolf' se hizo a la mar en el puerto de Kiel, en Alemania, a finales de noviembre de 1916, escoltado por el submarino U-66. Puso proa a su zona de operaciones en el Índico. A su mando se encontraba el capitán de corbeta Kart-August Neger. Con su poderosa arma camuflada de inocente mercante, un auténtico lobo con piel de cordero, los siguientes meses rastreó el océano a la búsqueda de buques aliados o de barcos que abasteciesen al Reino Unido de mercancías, combustible o víveres. No tardaron en hacer presas sustanciosas, entre ellas el buque nipón de 8.000 toneladas 'Hitachi Maru'.

A medida que pasaban los meses como auténticos corsarios del mar, se fueron sucediendo los prisioneros de guerra y las mercancías incautadas a bordo del 'Wolf'. Pronto comenzaron los problemas de espacio, con cubiertas abarrotadas de prisioneros, incluidas ocho mujeres y dos niños. Los víveres empezaron a escasear y se declaró una epidemia de tifus y escorbuto que afectó también a los tripulantes alemanes. El capitán dio orden de vacunar a todo el mundo y consiguió terminar con el tifus, pero no con el escorbuto, puesto que escaseaban también los alimentos frescos. Ante este panorama, tomó la decisión de dar por finalizada su patrulla y regresar a Alemania, sin embargo esto planteaba un nuevo problema: no tenían carbón suficiente para alimentar las calderas y navegar hasta un puerto alemán.

Cuando el capitán Neger supo que el 'Igotz Mendi' llevaba las bodegas abarrotadas de carbón, cambió su modus operandi. En vez de revisar la documentación de la presa, transferir la carga y hundir el barco o enviarlo a Alemania, decidió utilizar el carguero vasco como buque nodriza, en tanto navegaban rumbo a casa. Fue tal la alegría por la presa hecha, que el capitán invitó a la sorprendida oficialidad del 'Igotz Mendi' a una copiosa cena a bordo del Wolf, donde no faltaron puros y whisky, que se prolongó desde las ocho de la tarde hasta las ocho de la mañana del día siguiente.

El buque corsario 'Wolf' y el 'Igotz Mendi' abarloados. E.C.

Fondearon el 13 de noviembre en el arrecife de las Mascareñas, donde ambos buques se abarloaron y transfirieron 1.000 toneladas de carbón al Wolf. El buque estaba tan sobrecargado que no cabía nada más. Se construyeron alojamientos improvisados en el 'Igotz Mendi' y se trasladaron parte de los prisioneros al buque vasco. Algunos oficiales alemanes fueron transferidos al 'Igotz Mendi' para controlar a la tripulación vasca durante el largo regreso a Europa.

A los cuatro días zarparon rumbo al cabo de Buena Esperanza, el cual doblaron muy al sur para evitar las minas fondeadas. En la isla brasileña de Trinidade se pintó el casco del 'Igotz Mendi' para camuflarlo y el 'Wolf' hizo aún alguna presa entre los buques que navegaban por la zona. El 25 de diciembre de 1917, en medio de un temporal reinante en el Atlántico, el capitán alemán ordenó abarloarse de nuevo al 'Igotz Mendi', para transferir más carbón, lo que produjo averías y vías de agua en ambas naves como consecuencia de los golpes recibidos por el mal estado de la mar.

Entre tanto, en Bilbao ya nadie tenía esperanzas de que el 'Igotz Mendi' fuera a volver a puerto. Aún con todo, se promovieron novenas y procesiones a la Basílica de Begoña para pedir a la Virgen que obrara el milagro del regreso. Sin embargo, era tal la desesperanza que en la mente de los familiares se comenzó a fraguar la idea de celebrar los funerales por los marinos muertos. Pero no solo los vascos daban por perdido su barco, en Berlín no habían tenido noticias del 'Wolf' desde hacía más de un año y el alto mando alemán daba por perdido el buque corsario, seguramente hundido por algún buque o mina británica.

Temporales y bloques de hielo

Corsario y presa navegaron rumbo norte a cierta distancia, para no llamar la atención de las defensas aliadas. Aún vivieron episodios de mal tiempo con durísimos temporales y olas de hasta 16 metros que a punto estuvieron de dar a pique con los maltrechos barcos. Por suerte, consiguieron capear los temporales y evitar las defensas marítimas aliadas del sur de Islandia, en el Atlántico norte, y ambos buques se dirigieron al estrecho de Dinamarca por unas aguas atestadas de bloques de hielo, que suponían una amenaza tanto o más peligrosa que el enemigo. El capitán Neger decidió entonces que cada barco intentaría llegar a territorio alemán por sus propios medios.

En las primeras horas de la tarde del 24 de febrero, por culpa de la intensa niebla, el rumbo equivocado que trazó el oficial alemán y la falta de gobierno, el vapor español embarrancó en una playa de la costa danesa, cerca del cabo Skagen. Las autoridades de Dinamarca arrestaron a la dotación de presa alemana, que antes de desembarcar dejó encendidas algunas bombas que tuvo que desactivar el capitán a riesgo de su vida. El 'Igotz Mendi' fue reflotado y sus averías reparadas, no sin antes cablegrafiar a Bilbao con la noticia de la aparición del 'buque fantasma' con toda su dotación a salvo.

El buque vasco encallado en Skagen, Dinamarca. E.C.

Para la población de la Villa y los familiares no había más que una explicación: la Virgen de Begoña, tradicionalmente patrona de los marineros bilbaínos, había obrado el milagro. Aunque no todo el mundo pudo celebrarlo. Juana Imaz, madre del calderero, murió de pena, tan sólo un día antes de recibirse la noticia de la parición del 'Igotz Mendi'.

Sea como fuere, el 18 de julio de 1918 se celebró una misa en la Basílica de Begoña, en la que participó en acción de gracias el capitán Uralde junto a toda su tripulación y en compañía de Ramón y Alejandro de la Sota, así como los familiares de la dotación del barco.

Dicen las malas lenguas que faltaron a la misa algunas 'viudas' que creyendo que sus maridos reposaban en el fondo del mar, habían contraído segundas nupcias durante los tres meses de cautiverio sin noticias. Pero eso ya forma parte de la leyenda del Igotz Mendi, el buque fantasma.

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