Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El primer explosivo lo lanzaron los carlistas a las 12.30 del mediodía del sábado 21 de febrero de 1874. Había empezado el bombardeo de Bilbao, hace 150 años. Los vecinos lo esperaban desde dos días antes, cuando había llegado la amenaza del general carlista. ... De momento, tenían más curiosidad que miedo. Pensaban que la artillería carlista sería mala y que los artilleros inexpertos, por lo que no había que preocuparse demasiado.
El primer bombardeo duró toda la tarde y siguió por la noche. «Entonces comenzamos a ver que la cosa iba de veras y que los carlistas apuntaban bien». Ese primer día cayeron bombas en Artekale, en el Arenal, en la ría, en el casino, en el atrio de Santiago; un proyectil provocó un incendio en la calle Correo, otro reventó en el teatro, incluso uno alcanzó el hospital militar (estaba en el Instituto, donde ondeaba la bandera de la Cruz Roja, lo que no le libró de la bomba). El asunto iba en serio.
La inicial expectación bilbaína se transformó en ira. La villa estaba sufriendo un bombardeo de toda regla y, lo que más indignó, no disparaban a las fortificaciones, sino a la población. «Su objeto era atemorizarnos, por lo que disparaban contra nosotros». El bombardeo continuó al día siguiente, dirigido sobre todo contra la iglesia de San Nicolás, donde se almacenaba munición. Cayeron 140 bombas, 200 al día siguiente: murieron dos vecinos en Barrenkale y una bomba rompió un cable del puente colgante de San Francisco, que quedó inutilizado.
Las primeras semanas el bombardeo fue constante. Se interrumpió algunos días (15 y 16 de marzo y entre el 20 y el 27 de ese mes). Hacia el 8 de abril cesó, por la necesidad carlista de llevar proyectiles hacia Somorrostro, donde se libraba la batalla decisiva. Aun así, el 28 de abril el bombardeo se reanudó en toda su intensidad.
Bilbao estaba defendido por distintos baluartes, entre los que descollaban los fuertes del Morro, de Miravilla y de Mallona. Entre Mallona y el antiguo convento de San Agustín estaban las baterías del Diente, Choritoque y el reducto de San Agustín. En Sendeja se alzaba la batería de la Muerte y, al otro lado del río, las de la Estación y de la Brigadiera (en Albia, junto a la iglesia de San Vicente); el arranque de la carretera de Balmaseda lo protegía la batería de Zabalburu. Había además trincheras y barricadas. La villa estaba bien protegida ante un eventual asalto carlista (que no llegó a producirse) pero tales defensas podían poco frente al fuego de artillería.
En Bilbao estaban el regimiento Inmemorial, cuatro compañías del regimiento de Zaragoza, un batallón de cazadores, una compañía de ingenieros y algunas pequeñas fuerzas de carabineros, guardia civil y guardia foral. En total, unos 5.000 hombres. Y estaba el Batallón de Auxiliares, formado por vecinos de la villa. Su papel militar fue secundario, pero sostuvo la moral de la plaza y fue elemento de cohesión liberal.
En total, quedaron en Bilbao unas 18.000 personas. Hubo liberales que se marcharon antes de comenzar el sitio. La gente ironizaba en unos cantos populares: «Para pitos, Compostela; / para trompetas, Girona; / y liberales de pega / los que se han ido a Bayona». O bien: «La cuestión de liberales / tiene mucho que entender, / unos quedan en Bilbao/ y otros van a Santander». No era gran lírica, pero transmiten la sorna bilbaína. Luego todos se sintieron heroicos, o eso dijeron, los que se quedaron en Bilbao y los que se marcharon.
En principio, autoridades y vecinos entendieron que tenían provisiones suficientes, pero no contaban con que el sitio iba a ser tan prolongado. Llegaron a escasear vituallas, como relatará próximo artículo, dedicado a como vivieron los bilbaínos el bombardeo. De momento, cabe señalar que lo hicieron con irritación y con acusados cambios de ánimo, según arreciaban los bombardeos y los rumores pronosticaban una pronta liberación o que la dilatasen.
La artillería carlista rodeaba Bilbao. Las principales baterías eran las tres que disparaban morteros, que estaban en las estribaciones de Artxanda, monte arriba de San Agustín. Había otra batería en Artagan, que disparaba bombas y bala rasa a la iglesia de Begoña, defendida por la orden foral. Las mismas municiones disparaban las baterías que los carlistas instalaron en el convento de Santa Mónica y en el criadero de Ollargan.
La experiencia de Bilbao de 1874, con un bombardeo tan continuado a cargo de una artillería moderna, era excepcional. Los bilbaínos abandonaron los pisos altos, que corrían más peligro, y procuraron vivir en los pisos bajos, en los entresuelos y en las bodegas, pero estas apenas servían de refugio en Bilbao por su deficiente construcción, debido a que no permitía otra cosa el terreno, húmedo, que impedía sótanos sólidos. «Los portales estaban convertidos en cocinas». Un relato cuenta cómo tres familias compartieron el entresuelo. «Se hizo una división por medio de sobrecamas colgadas; a un lado dormían las mujeres y los niños, al otro nos acostábamos los hombres». «Este era el sistema general seguido en todas las bodegas y almacenes que servían de refugio a los bilbaínos». En conjunto se mantuvo la moral alta. Lo resumía un diario del sitio. «La historia no registra un hecho igual al que presenciamos, y si los carlistas creen que de esa manera nos intimidan y hacen que Bilbao se rinda, se llevan un sonoro petardo».
Se suprimieron las campanadas horarias de las iglesias. Sólo se usaban las campanas para anunciar las bombas. Éstas cayeron sobre los hornos de pan, el ayuntamiento, la diputación y los edificios públicos, además de en numerosas casas.
En general, los bilbaínos asistieron al bombardeo con cierto sentido del humor, pero con creciente indignación contra los carlistas, que, según se decía (y se comprobó después) ultrajaban a los liberales, con multas a las personas pudientes que hubiesen estado en Bilbao. «Si eran pobres se las apaleaba; si muchacha se le cortaba el pelo y hasta se la emplumaba». Los castigos se caracterizaron por su crueldad. A una chica de Portugalete querían fusilarla por haber bailado con liberales, atrocidad que impidió la autoridad carlista.
La artillería bilbaína contestaba a la carlista, pero al parecer con escaso éxito, salvo los disparos de la batería de la Estación. Tuvieron que quitar el hospital militar del Instituto, mal protegido y lo llevaron a una casa de la calle del Víctor. El hospital civil, en Atxuri, recibió también proyectiles, provocando una noche el pánico entre los enfermos.
Pese a que desde el 8 de abril dejaron de caer bombas, la gente no abandonó los entresuelos, por si acaso. Para complicar las cosas, el 11 y 12 de abril cayó un aguacero, produciéndose una riada o aguaduchu por la noche. Amenazó la pólvora que se guardaba bajo uno de los arcos del puente del Arenal. Lograron salvarla. También hizo que se soltaran gabarras que se habían puesto a salvo amarrándolas aguas arriba. Algunas dieron con los pilares del puente, que se temió se viniera abajo: no sucedió así, pero el puente de San Antón quedó maltrecho y fue demolido pocos años después.
El aguaduchu se vio en Bilbao como una calamidad, pero también tuvo su parte positiva para los cercados, porque la crecida de las aguas rompió los pontones de barcazas que habían construido los carlistas.
Tiene interés una consideración que repiten distintas fuentes. Hubo defensa mayoritaria de Bilbao, pero «no se ha singularizado ninguna persona». «No hallamos en Bilbao sino al pueblo entero fundido en una pieza con sus autoridades y guarnición para resistir el ataque carlista». Todos destacan la importancia del comportamiento colectivo, que pese a las penurias, mantuvo la moral alta. «Lo que más llama la atención […] es el excelente espíritu que reina en la población y la entereza con que todo el mundo […] presencia los estragos que los proyectiles causan, no habiendo más que una voz para anatematizar y despreciar a los carlistas, y ponderar su infame alevosía».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.