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Los nuevos documentos del asesinato de Kennedy sitúan en la trama a la exmujer de Octavio Paz

Los nuevos documentos del asesinato de Kennedy sitúan en la trama a la exmujer de Octavio Paz

Entre los archivos desclasificados por Donald Trump aparece el misterioso viaje de Oswald a México para reunirse con rusos y cubanos, que la CIA no investigó

Óscar Beltrán de Otálora y Julio Arrieta

Viernes, 21 de marzo 2025

Por ahora, la desclasifición de 2.343 expedientes vinculados a las investigaciones por el asesinato del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 solo ha revelado que esta documentación que permanecía oculta, 77.100 páginas en total, era algo así como la papelera de la CIA. Aunque faltan por divulgar varios miles de archivos, lo que puede verse a día de hoy son cuestiones paralelas al caso o relacionadas de forma muy marginal con el mismo, ya conocidas y que en su día ya demostraron que no servían para vincular al asesino, Lee Harvey Oswald, con una conspiración mayor. O que, quizás, se mantenían en una ambigüedad que permitía especular con cualquier complot.

Dentro de este montón desordenado de papeles, uno de los documentos más singulares es el expediente 180-10110-10484, un informe de 409 páginas que trata de reconstruir uno de los capítulos más oscuros de las semanas previas al asesinato del presidente estadounidense: el viaje a México de Oswald dos meses antes del magnicidio, en septiembre de 1963, para visitar las embajadas de la Unión Soviética y Cuba con la intención de tramitar los visados para regresar a Rusia, donde ya había vivido. Este viaje a la capital mexicana, que aparece en 'JFK', la película de Oliver Stone que recoge todas las teorías conspiranoicas, ha alimentado todo tipo de especulaciones sobre la hipotética implicación de los dos países mencionados en el magnicidio.

La CIA conocía los movimientos de Oswald pero no les dio ninguna importancia

El extenso memorándum fue realizado por el United States House of Representatives Select Committee on Assassinations o Comité Selecto de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sobre Asesinatos (HSCA), establecido en 1976. Las líneas maestras de esta investigación ya aparecían en otros archivos desclasificados, aunque hay dos aspectos claves de la trama mexicana que intenta documentar que los investigadores han sido incapaces de aclarar hasta ahora. El primero es una fiesta a la que, supuestamente, asistió Oswald y en la que se habló de matar a Kennedy.

El segundo es la desaparición de una fotografía del magnicida entrando en la embajada de la Unión Soviética que debía estar en manos de la CIA, una instantánea de la que se habló mucho pero jamás se encontró y que, por lo que se puede leer ahora en este informe, parece que nunca se tomó... A pesar de que ocho cámaras repartidas en tres puntos de observación ocultos frente a ambas representaciones diplomáticas fotografiaban a quienes entraban en ellas. De hecho, y según se ve en los registros que incluye el informe desclasificado ahora, el primer día que Oswald se acercó a la embajada soviética, el 17 de septiembre de 1963, se tomaron 19 fotografías.

En todo caso, la clave de esta investigación es que los espías estadounidenses tenían datos sobre los movimientos de Oswald dos meses antes de que asesinara a Kennedy pero no les prestaron atención.

En una fiesta

El nombre más llamativo en esta historia es el de la escritora Elena Garro (1916-1998), quien en 1963 era una activista de izquierdas en México DC, tras haberse divorciado del escritor y futuro Nobel de Literatura, Octavio Paz, y publicaba su primera novela, 'Los recuerdos del porvenir'. Garro asistió en septiembre de ese año a una fiesta de twist en la capital mexicana en la que le llamó la atención un extraño grupo de hombres que se mantenía aparte. Uno de ellos era Oswald.

El informe incluye un plano con la ubicación de los puntos de observación de la CIA frente a la embajada soviética.

Según recoge el informe del HSCA, Garro describió esa fiesta con bastante detalle en varias ocasiones. Allí estaba Silvia Durán, una empleada de la embajada de Cuba que atendió a Oswald en sus visitas a la legación y que en algunos documentos de la CIA llega a ser descrita como amante del magnicida. Además asistió un diplomático cubano, Eusebio Azcue, y también «un negro pelirrojo no identificado», como lo describe textualmente un informante de la CIA -una anotación a mano añade el comentario «¿pero dónde encontraron un negro pelirrojo?»-. Oswald estaba con dos jóvenes con aspecto de beatniks. Los tres no bailaban y no se mezclaban con los demás. Garro observó que Oswald era muy callado «y miraba mucho al suelo». En aquella reunión la escritora escuchó una discusión sobre Kennedy en la que participaba Azcue y en la que los interlocutores llegaron a la conclusión de que «la única solución es matarlo».

¡Asesinos!

La escritora supo que había estado con Oswald cuando se divulgó la foto del asesino tras la muerte del presidente, el mismo día del magnicidio. Entonces se planteó ir a la embajada de Estados Unidos para contar todo lo que sabía, pero sus amigos se lo desaconsejaron y le dijeron que haría mejor en esconderse. Ella se refugió en un hotel pero decidió no callarse y se plantó con su hija en la embajada de Cuba en México y, frente a la fachada, comenzó a gritar «¡Asesinos!» a los empleados de la legación. La escritora llegó a hablar con agentes estadounidenses, pero su testimonio no fue tenido en cuenta.

El desprecio sobre su testimonio cambió en 1976, cuando el Congreso estadounidense abrió el HSCA, con el que se pretendía investigar los cabos sueltos de la investigación de la Comisión Warren sobre la muerte de Kennedy y también el asesinato de Martin Luther King. Los miembros del HSCA intentaron hablar con Garro, pero en México les dijeron que «había desaparecido con su hija» en 1968 y quizás se encontraba en España. Según las fechas y algunas citas que figuran en el documento, Garro huyó de México tras la matanza de Tlatelolco, en la que 300 personas, en su mayoría estudiantes, fueron asesinados por la Policía en la represión de unas protestas.

Los investigadores consiguieron encontrar a Elena Garro en España. Llegaron a pagar un billete de avión para que acudiera a declarar pero ella se negó. Hay un dato curioso que no aparece en el informe. El agente norteamericao que había creído que su relato era coherente y debía ser investigado, Charles Thomas, se suicidó en 1971. Elena Garro falleció en 1998, sin haber vuelto a hablar de este tema.

Respecto a las actividades de Oswald en México, el HSCA documentó que el magnicida intentó tramitar varias veces sus visados en las embajadas soviética y cubana, pero tuvo problemas con ambas. Llamó varias veces por teléfono y las conversaciones, cuyas transcripciones se conservan, fueron grabadas por la CIA. Sospechando esta circunstancia, Oswald insistía en hablar en ruso, mientras que los funcionarios soviéticos que lo atendieron y le daban largas le hablaban en inglés. Anotan los observadores del HSCA que ni los rusos ni los cubanos parecían fiarse de él. El espía que transcribía y traducía los diálogos en ruso anotó al margen de un informe que Oswald hablaba el idioma muy mal, hasta el punto de que a veces no se entendía lo que quería decir.

  1. Interrogatorios

El informe desclasificado esta semana incluye varios interrogatorios a los funcionarios y agentes que manejaron este material grabado. Lógicamente, el HSCA quiso saber por qué no se le dio importancia.

Por ejemplo, en la página 134, en la que se recoge una entrevista con el jefe de la sección soviética de la CIA en México, se puede leer:

¿Se consideró inusual el contacto de Oswald con la embajada soviética?

No.

¿Por qué no?

Bueno, hubo casos de otros americanos que contactaron con la embajada por varias razones. Sólo se nos obligaba a informar del contacto de cualquier americano con la embajada soviética.

¿Así que en el caso de Oswald fue un contacto rutinario de un americano?

Sí.

Los agentes se limitaron a enviar por cable a sus superiores en Estados Unidos un informe rutinario de las actividades de Oswald. Los investigadores del HSCA no supieron concluir si se trató de un caso de negligencia o de incompetencia.

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