El filólogo y profesor de la Universidad de Salamanca ha presentado su última novela en Bilbao.M. A.
«Nebrija fue un auténtico pionero en la defensa de los derechos de autor»
Tiempo de historias ·
Luis García Jambrina incluye en la trama de 'El manuscrito de niebla', la última novela de su serie protagonizada por el pesquisidor Fernando de Rojas, al autor de la primera Gramática española, de cuya muerte se conmemora el quinto centenario
El próximo 5 de julio se conmemora el quinto centenario de la muerte del humanista Antonio de Nebrija (1444-1522), autor de la 'Gramática castellana', la primera obra dedicada al estudio de la lengua castellana y sus reglas. La efeméride hacía casi inevitable que Luis García Jambrina, doctor en Filología Hispánica y profesor de Literatura en la Universidad de Salamanca, centrara en el personaje una de las novelas de su serie sobre Fernando de Rojas, en las que el autor de 'La Celestina' es un pesquisidor, una especie de detective judicial. En 'El manuscrito de Niebla' (Espasa), Rojas debe averiguar qué se esconde tras el asesinato de un operario de la imprenta en la que Nebrija edita sus escritos, al tiempo que defiende al humanista en un kafkiano proceso inquisitorial.
– En esta serie de novelas Fernando de Rojas es un pesquisidor real. ¿Qué eran los pesquisidores?
– Como la palabra indica, hacían pesquisas. Averiguaciones sobre alguna cuestión, que no tenía que ser necesariamente un delito de sangre. Podía ser un algún conflicto o alguna cuestión o desavenencia. El pesquisidor investigaba, hablaba con testigos, etc. y luego hacía el informe preceptivo.
– ¿Qué le llevó a convertir al autor de 'La Celestina', al que todos hemos estudiado como un literato, en uno de estos pesquisidores?
– Escogí a Rojas porque le tenía, y le tengo, cariño. Vi que era un personaje que podía dar mucho juego. Y así ha sido, porque al principio yo solo iba a escribir un cuento sobre él. Y ya son seis novelas. Lo de hacerlo pesquisidor fue una cosa casi inconsciente. Me parecía interesante asociar la figura del humanismo, aunque él no fue propiamente un humanista –pero sí estaba imbuido de ese espíritu– al pesquisidor, al investigador que busca la verdad. Pero luego, conforme escribía las novelas, me fui dando cuenta de que en realidad no era un atrevimiento tan grande.
– ¿Por qué?
– Porque él era jurista. En las últimas décadas de su vida, que es de lo poco que está documentado de su biografía, se dedicaba a eso. Él era el que impartía justicia en Talavera de la Reina y alrededores, por orden del Concejo. Era alcalde mayor, una función que no tiene nada que ver con la figura actual de alcalde, sino que era el que impartía justicia. Y tenía que hacer averiguaciones.
– ¿Y las hizo?
– De hecho, se cuenta en algún documento que iba a tal aldea, instalaba su mesa y entrevistaba a los testigos de lo que se tratara; un problema de lindes, de tierras o lo que fuera, y luego hacía su informe y dictaba justicia. Así que no queda lejos de las atribuciones que le doy como pesquisidor.
– Fernando de Rojas, siendo un autor fundamental en la literatura española, es una figura con una biografía poco clara. La relación entre Rojas y Nebrija que usted describe, una amistad entre antiguo alumno y profesor, es de su invención. ¿Pero entra dentro de lo posible que se diera realmente?
– Sí, es muy posible. Coincide que Rojas estudia justo en un momento que Nebrija estaba dando clase todavía en Salamanca. Hay que tener en cuenta que Nebrija daba clase en las Escuelas menores, es decir en los primeros años de los estudios universitarios. Lo que hoy serían la Secundaria y el Bachillerato. Daban latín porque si no sabías esta lengua, no podías proseguir tus estudios. Además, es evidente que Rojas tiene una formación latina y humanística muy grande que le tiene que haber venido de alguna parte y muy probablemente viniera de Nebrija. Éste se fijaría en él, porque hay que tener en cuenta que 'La Celestina' la escribe Fernando de Rojas siendo estudiante. Llamaría ya la atención.
– El quinto centenario de la muerte de Nebrija es buena excusa para incluirlo en esta serie de novelas.
–En realidad empieza a aparecer desde las primeras de la serie. En 'El manuscrito de piedra' (2008) no sale como personaje pero se habla bastante de él. Porque está detrás de muchas cosas. Yo hablaba ahí de una pintura, de un fresco en una bóveda, el cielo de Salamanca, del que se conserva una parte y se ha convertido en un icono de la Universidad. Se dice que él es el que diseña el programa artístico, que luego realiza un artista. ¿Por qué? Porque además de conocer bien la mitología de la Antigüedad clásica, Nebrija también tenía conocimientos de astrología, de lo que hoy sería la astronomía. Lo he citado en muchas otras novelas, así que tenía muchas ganas de incorporarlo como protagonista.
– Entonces el centenario...
– Ha sido un incentivo. Él ya estaba ahí, 'aparcado', digamos. En este centenario, siendo como es Nebrija una figura tan relevante y desconocida, lo que había que hacer, más que congresos sobre él, eran libros que difundieran su figura. Y para mí la novela histórica tiene esa finalidad.
– Un dato llamativo que da en la novela, y resulta que es histórico, es que Nebrija fue el primer escritor en reclamar los derechos de autor. Pero no solo en España, sino a nivel europeo.
– Es cierto. En eso fue un auténtico pionero. Fue una cosa que me llamó mucho la atención. Había oído algo, me puse a estudiarlo y hablé con el biógrafo más reciente de Nebrija, Pedro Martín Baños, al que dedico la novela y hasta hace un cameo por ahí. Y él me lo confirmó. Me parece muy importante, y no solo para los escritores. Esta reclamación tiene vinculación con la relación estrecha que Nebrija tuvo con la imprenta.
– Parece que él mismo fue impresor.
– Bueno, eso no está demostrado. Había una incompatibilidad. Al enseñar en la Universidad, no podía dedicarse a eso. Pero no hacía falta. La vinculación que tenía con la imprenta es muy grande, porque él estaba dando constantemente libros para publicar. Era su cliente fundamental. El primer libro que se imprime en Salamanca es su gramática latina, 'Introductiones latinae' (1481), que es un libro del que se hacen centenares de impresiones.
– ¿Fue un 'best seller'?
– Lo fue. Ese libro lo imprime el padre de Juan de Porras, el impresor de la novela. Pero es que además Nebrija no se limitaba a entregar el manuscrito y esperar a que se lo imprimieran. Estaba encima de todo el proceso. Escogía el tipo de letra. Le gustaba la romana, la redonda, la clarita, y no la gótica. Redactaba los colofones, no solo los suyos, sino los de otros libros. Corregía las pruebas. Estaba siempre encima. La vida de Nebrija está estrechamente vinculada a la imprenta. Nacen al mismo tiempo, mediados del siglo XV, se desarrollan al mismo tiempo y es él quien impulsa la imprenta en Castilla, a través de Salamanca.
– En la novela recoge un debate que sorprende desde la perspectiva actual, el que enfrentaba a los sabios que se oponían a la imprenta y sus partidarios.
– Esto es histórico. Cito a Fray Filippo de Strata: «La pluma es una virgen; la imprenta, una meretriz». Y esto lo decía en Venecia, donde la imprenta iba muy avanzada. Hubo quien se opuso a la imprenta porque suponía la pérdida del control del saber. Hasta su aparición, el saber, el conocimiento, la cultura, está en los monasterios. Son ellos los que hacen copias de los códices. No se copian todos los libros, algunos se dejan de lado, y no cualquiera puede tener una copia. Para eso hay que tener dinero y la posibilidad de que te la hagan. En la propia Universidad ocurría lo mismo. Hacerse con una copia requería un esfuerzo y una voluntad y un dinero. Y no todos los textos estaban disponibles, solo aquellos que los profesores, que pertenecían a órdenes monásticas, decidían.
– ¿Esto cambia con la imprenta?
– Claro. Se pierde ese control y se da ese primer paso hacia lo que, en cierto modo, podríamos llamar la democratización del conocimiento y la cultura, con todo lo que eso significa.
– Y aquí nos encontramos con que Nebrija choca con la Inquisición...
– Porque él da a la imprenta uno de sus escritos.
– ¿Se conserva la documentación del proceso?
– No, no. Pero eso es bastante normal. Estos procesos eran secretos. Sí tenemos, vamos a decir, una noticia indirecta del proceso. Él publicó un libro, la 'Apología', en 1507, en el que se ve más o menos de lo que se estaba defendiendo a causa de sus estudios filológicos sobre la Biblia. Sabemos de manera indirecta cuáles fueron las acusaciones que se le hicieron. Lo más interesante para mí, de todas formas, es que ese proceso y la argumentación de Nebrija trasciende ese caso particular y lo convierte en un defensor de la libertad de expresión y de conciencia. Lo que lo convierte en un personaje muy moderno. Alguien podría pensar que lo he proyectado yo. Pero en este caso no es así, porque las réplicas que le hace a Diego de Deza, el inquisidor, en el enfrentamiento que narro en el libro, las he sacado de esa 'Apología'.
– Diego de Deza era el inquisidor general de la corona de Castilla. ¿La animadversión entre él y Nebrija es histórica?
– Sí, lo es.
Inquisición Kafkiana
– El proceso no fue a ningún lado.
– Nebrija tuvo la suerte de que Fernando el Católico, que tanto había utilizado a Diego de Deza –eran uña y carne–, tuvo que prescindir de él por su excesivo celo en la represión de los conversos. Deza protegía al inquisidor más sanguinario, el de Córdoba, Diego Rodríguez de Lucero.
– Cuya actuación desencadenó una revuelta popular. La gente asaltó la cárcel de la Inquisición para liberar a los encarcelados y linchar al inquisidor, que tuvo que huir.
– Rodríguez de Lucero encarcelaba y torturaba a muchísima gente. Y lo podía hacer porque lo amparaba precisamente Diego de Deza.
– Como novelista, ¿la inquisición da juego? ¿Funcionan bien los inquisidores como 'malos'?
– Funcionan. Pero la Inquisición es ya un tópico. Yo rehuyo hablar de torturas –aunque las menciono, evidentemente, porque estaban ahí– o de hablar de autos de fe. Yo no me centro en eso. En lo que me centro es en el proceso.
– ¿Por qué?
– Porque ya en sí, tal y como funcionaba, era un engranaje feroz en el que tú entrabas y, pasara lo que pasara, no salías indemne. Y sobre todo me interesaba ese funcionamiento tan procedimental. El propio Diego de Deza fue un reformador en ese sentido. La palabra que se me venía a la cabeza cuando leía sobre los procesos inquisitoriales era 'kafkiano'. Es la que mejor los describe. Por eso el libro tiene al principio una cita de Kafka: «Tener un proceso significa haberlo perdido ya». Una característica fundamental de la Inquisición es que de entrada el reo no sabía de qué se le acusaba ni quién lo había delatado. Me pareció muy interesante mostrar todo esto y hace culminar la novela en ese enfrentamiento real, histórico, entre Diego de Deza, que representa al oscurantismo y la escolástica, y Nebrija, que representa al humanismo.
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