Las navidades optimistas de 1918
Tiempo de Historias ·
Hace un siglo Bilbao y Bizkaia celebraron el fin de año con ganas y con la esperanza de que 1919 fuera mucho mejor que los tiempos de guerra que, por fin, quedaban atrásSecciones
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Tiempo de Historias ·
Hace un siglo Bilbao y Bizkaia celebraron el fin de año con ganas y con la esperanza de que 1919 fuera mucho mejor que los tiempos de guerra que, por fin, quedaban atrásEn el sorteo de la lotería de Navidad de 1918, Bilbao fue agraciado con un quinto premio. El 34.811, agraciado con 500.000 pesetas fue vendido en la Administración Número 16, situada en la calle La Cruz. Se acogió con alegría la noticia, sobre todo porque el número estuvo muy repartido. Ese mismo día, el 21 de diciembre, tal como mandaba la tradición, se celebró el mercado de Santo Tomás que, a pesar del mal tiempo, contó con una extraordinaria afluencia de vendedores y compradores. «Numerosos aldeanos vimos por las calles de la villa que se dirigían a cumplir con la tradicional costumbre de abonar el arrendamiento anual de sus caseríos y de sus tierras a los propietarios, llevándoles además, numerosos capones, magníficas peras y exquisitos trozos curados del cerdo», señaló 'El Liberal' que, además, ironizaba con la suculenta generosidad de los aldeanos para con sus rentistas.
Los puestos ofrecieron de todo para todos. Llamó la atención aquel año la abundancia de aves y una calabaza de 34 kilos. En cuanto a los precios de los productos más demandados, pudieron verse los siguientes: la angulas, a 7 pesetas el kilo; la merluza de San Sebastián, a 3,5 pesetas el kilo: la docena de huevos del país a 4 pesetas; la de chorizos, a 8 y el kilo de percebes cocidos, a 2,50 el kilo. La animación fue grande y el público anduvo menos remolón a la hora de rascarse el bolsillo, cosa que agradecieron los aldeanos que, pese a lo desapacible de la jornada, hicieron unas buenas ventas.
El día de Nochebuena, las temperaturas fueron más bajas de lo acostumbrado, lo cual no influyó en la vorágine consumista habitual de esa fecha. «En las confiterías y tiendas de ultramarinos no tuvieron los dependientes un momento de reposo, continuando ese movimiento por la tarde y a primera hora de la noche», celebró 'El Noticiero Bilbaíno', para quien aquello significaba que la Villa había recuperado buena parte de su normalidad y que, de alguna manera, muchos eran conscientes de que atrás quedaban ya los malos tiempos. El 25 de diciembre, la persistencia del mal tiempo obligó a que la celebración del levantamiento del primer sitio de Bilbao en 1836, tuviera lugar en el Ayuntamiento. «A causa del mal tiempo se celebró en el interior de la Casa Consistorial la lectura de la Carta que las Cortes españolas dirigieron a la invicta Villa por el levantamiento del sitio de 1836». No obstante, durante la tarde fueron muchos los que acudieron a presenciar los distintos espectáculos que se ofrecían y la Plaza Nueva registró una afluencia de gente considerable.
La última semana del año, al contrario que la de Navidad, comenzó con un tiempo más benigno. Pero todo cambió el día 30. «Al espléndido día anterior sucedió un cerrado temporal de aguas, habiéndose además recibido en la Diputación un telegrama diciendo que se tenga cuidado en las costas», informó 'El Noticiero Bilbaíno'. La lluvia caía con ganas y nada presagiaba que fuera a parar. Ciertamente, la despedida de 1918 iba a estar pasada por agua. El último día del año, la prensa hizo balance. La Gran Guerra había terminado. Comenzaba el tiempo de construir la paz. Se deseaba que las naciones supieran llegar a acuerdos para conseguir un equilibrio duradero y que nunca más se cayera en el drama de las armas.
En cuanto a Bizkaia, se alababa el patente desarrollo industrial y mercantil de la provincia. Se reconocieron los problemas que en bolsa habían tenido algunas empresas, sobre todo las navieras, aunque se felicitaban porque, al final, se habían conseguido vadear todos los obstáculos. En cuanto a la vida política, se subrayó el predominio del nacionalismo aunque se lamentaban algunos actos violentos protagonizados por elementos bizkaitarras. En resumen, a pesar de que 1918 había sido un año difícil, había razones para pensar que todo iba a ir mucho mejor en el tiempo venidero.
Se deseaba lo mejor aunque, a decir verdad, los deseos no eran más que eso, deseos. Otra cosa muy distinta era lo que la realidad dictaba días a día. Quizás por ello, 'El Noticiero Bilbaíno' señaló que «una cosa son los deseos y otra, la realidad. Esta suele ser implacable. Para unos traerá el nuevo año venturas y felicidades; para otros, duelos y quebrantos. Es la eterna lucha de la vida». Cierto. Las querencias no siempre iban a la par que los augurios o los pronósticos. El futuro no era tan ideal como algunos pretendían que fuera por mucha paz alcanzada en Europa. El tiempo pondría las cosas en su sitio.
El último día de 1918, llovió con fuerza sobre Bilbao. A las nueve de la noche, la población quedó sumida en el silencio. Al igual que el día de Nochebuena, la gente se había retirado pronto a sus casas. Primero era la cena, la familia, los amigos. Ya se volverían a llenar las calles más adelante. Así fue. Una vez acabadas las reuniones familiares, muchos bilbaínos, sobre todo en los barrios altos, salieron a la calle para dar la bienvenida al año nuevo. «A las doce sonaron las sirenas de los barcos, se dispararon cohetes y algunos tiros –a pesar de la prohibición de la alcaldía-, y menudearon los alegres vivas». Los más valientes desafiaron al tiempo y se lanzaron a festejar la llegada de 1919. Era lo acostumbrado.
Así, entre vivas al año nuevo, alegrías desmedidas, buenos deseos, temores, esperanzas y alcohol, Bilbao recorrió su Navidad, despidió un 1918 que, en verdad, no fue bueno para todos, y recibió a un 1919 con ganas aunque también con incertidumbre. Aun así, todos se desearon larga vida y felicidad. Era lo obligado que se hacía de buen gusto. Del mismo modo cien años después, y como el futuro no está escrito a pesar de los augurios, lo mejor es desear lo acostumbrado. Larga vida y felicidad.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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