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Uno de los principales acontecimientos de la última guerra carlista y de la época -pues habría de condicionar la evolución política española durante décadas- fue la programación de Alfonso XII como rey. Ocurrió hace 150 años, el 29 de diciembre de 1874, y por aquellos ... días Bilbao estaba casi aislado. No era ya el sitio militar, sino la persistencia la guerra y, sobre todo, el fenomenal temporal que azotó el norte de España la última quincena del mes. Los ferrocarriles quedaron interrumpidos, lo mismo que la navegación marítima. La ría no se desbordó en Bilbao, contra lo que se había temido, pero hubieron de tomarse precauciones para que a los vapores y barcos amarrados en el muelle no se los llevara la corriente.
Y proseguía el estado de guerra. La prensa liberal hablaba de desmoralización carlista y de entrega sucesiva de insurrectos, que se presentaban al indulto. Insistía en que tenían grandes problemas internos, «todos desconfían de todos», y en que las tropas de la facción se quejaban de que cobraban tarde y mal. Quizás tuviera alguna razón la prensa liberal cuando aseguraba que había cansancio entre las filas carlistas. Casi todas las tropas vizcaínas estaban en la provincia, lo que se atribuía a que temían la invasión liberal de Bizkaia o a que se habían negado a marchar a Gipuzkoa. «La verdad es que no reina entre ellas la mayor armonía y que se hallan cansados de tanto ir y venir». Era evidente que la guerra no iba a ser cosa de ocho días, como se dijo al principio.
Sin embargo, la prensa liberal debía de exagerar los apuros carlistas, pues lo cierto es que en diciembre de 1874 la situación militar estaba estabilizada. Don Carlos todavía tenía capacidad de llevar a cabo una nueva reorganización militar.
Bilbao no corría riesgo de un nuevo sitio y de otro bombardeo, pero no había vuelto la normalidad. Los liberales estudiaron bien las alturas que habían ocupado los carlistas durante el sitio y construido una línea de fuertes que impidiera repetir otro acoso parecido. Esto y la ocupación liberal de Algorta y Portugalete creaban una situación más desahogada que antes del sitio. Las principales fortificaciones las construyeron en las alturas de Axpe, Santo Domingo y monte Avril, por la margen derecha, y en Cobetas, bien dotadas de artillería. Bilbao quedaba sólidamente protegido y los liberales controlaban la entrada de la ría.
Sin embargo, persistía la tensión militar. Los carlistas dominaban las inmediaciones de la villa y tenían guarniciones en el monte Ollargan, la Peña, Alonsotegi y el monte Arraiz. Dominaban los reductos de Miribilla y el Morro, así como el alto de Santa Marina, cerca por tanto del monte Avril.
En estas condiciones, las guarniciones solían hostigarse mutuamente, sin que se propusiesen acciones de envergadura, pues los efectivos carlistas se habían reducido algo al enviar tropas a Navarra, y los liberales atacaban las plazas carlistas de Gipuzkoa. La guerra se había desplazado hacia el este. En Bizkaia, sólo hubo alguna incursión carlista desde el valle de Mena, pero en conjunto se consolidaron las posiciones, con algunos enfrentamientos esporádicos en Algorta y en el monte Arraiz. Las trincheras se estabilizaron, convencidos los carlistas de la imposibilidad de tomar Bilbao, y los liberales de que apenas podían alejarse del recinto de la villa, Algorta y Portugalete. El temporal, además, dificultaba los movimientos.
Por eso, las noticias de diciembre se limitaban a los enfrentamientos que hubo en Gipuzkoa -en la acción de Urnieta resulto herido el general Loma: se extendió el rumor de que había muerto -el periódico carlista dio por hecho que había recibido «una herida mortal»-, lo que fue celebrado en algunos pueblos carlistas como Llodio, donde causó pésima impresión la circunstancia de que dos días después un rayo cayese sobre la torre es la que habían doblado las campanas.
«Las continuas lluvias puede ser causa de grandes contratiempos para los carlistas. Muchos de los parapetos que estos tienen en la falda de los montes han empezado a ser arrastrados por la corriente, habiendo tenido que retirar sus avanzadas», informaba la prensa liberal, quizás pecando de optimista. Lo cierto es que las aguas se desbordaron en Miranda de Ebro y el Zadorra. Más consecuencias del temporal: dos barcos se hundieron en el Abra. Un barco había salido de Santander hacia la Habana, pero no pudo con el mar: murieron siete de los doce tripulantes frente a Portugalete. Otro, un bergantín, se estrelló contra las peñas de Algorta, ya sin pasajeros. La mar se llevó a 20 lanchas fondeadas en Bermeo y un naufragio tuvo consecuencias políticas, cuando un barco prusiano se hundía frente a Getaria y los carlistas, disparando, impidieron que socorriesen a la tripulación.
Protegían Bilbao ocho batallones, que ocupaban 21 cerros en ambas márgenes y dominaban la ría desde el Abra hasta la villa, «manteniéndose, como es natural, a la defensiva». Así, cuando los carlistas querían alarmar a las guarniciones de estos fuertes desplegaban algunas compañías en guerrilla, disparaban, le contestaba la artillería, «y sin resultado ninguno de una y otra parte se arma un estruendo que parece que se viene el mundo bajo». «Los fuertes de Bilbao dispararon el jueves bastantes granadas entre los atrincheramientos del enemigo», aseguraban el día 30 de diciembre, cuando aún se ignoraba la noticia.
La víspera de ese día se había producido el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, proclamando rey a Alfonso XII. El apoyo del ejército y la aceptación de la novedad por el general Serrano, presidente de la república, consumaron el golpe de estado y fue el comienzo del nuevo periodo que terminaba con el sexenio democrático. Comenzó la Restauración, que así se llamó desde el primer momento.
El relativo aislamiento de Bilbao y las dificultades de comunicación que se experimentaban por el mal tiempo explican que la noticia tardara dos días en llegar a la villa. Lo hizo a las cuatro y media de la tarde del 31 de diciembre. Se supo primero que el regimiento de Saboya, que estaba de desplegado por la margen derecha, había proclamado a Alfonso XII como rey. «A poco vinieron a Bilbao varios oficiales del regimiento y a su cabeza el coronel, dando vivas al rey, a la monarquía y al orden». Después llegó el regimiento de Galicia, «que se adhirió al movimiento nacional». Luego lo hicieron todos los cuerpos armados.
«En Bilbao se ha verificado la proclamación del rey Don Alfonso en el mayor orden y entusiasmo», resumió la prensa. Sea porque la adhesión militar no dejaba margen para discrepancias, sea porque en el liberalismo bilbaíno predominaban las tendencias moderadas, la adhesión a la monarquía fue completa. «A las diez de la noche (del 31 de diciembre) ya estaban iluminadas gran número de casas y los balcones ocupados por las bellas bilbaínas», que arrojaron flores y aplaudían al regimiento, mientras recorría la villa con música. A la una de la madrugada seguía la celebración bilbaína.
La programación del rey Alfonso XII se hizo en Bilbao la mañana del 1ºde enero de 1875, disparando los fuertes y los buques de la armada 21 cañonazos. También hubo entusiasmo en Algorta. Los soldados recorrían el pueblo dando vivas al rey y las casas se adornaron con colgaduras.
Durante unos días se amortiguaron los hostigamientos entre las trincheras. Algunos carlistas dudaron sobre la conveniencia de seguir la guerra, una vez que se había establecido un régimen de orden. No lo hizo el grueso del carlismo: la guerra continuaría todavía durante más de un año, si bien habían cambiado los términos políticos de la contienda.
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