Decenas de curiosos se acercan a la orilla para ver de cerca el aparato estrellado.
El día en que un líder nazi se estrelló en La Concha
Tiempo de historias ·
Ocurrió el 8 de mayo de 1945. El SS y político rexista belga Léon Degrelle logró huir de los aliados y alcanzar la capital guipuzcoana desde Oslo a bordo del avión que usaba Albert Speer, el arquitecto y ministro de Armamento de Hitler. Condenado a muerte en Bélgica, Franco entregó a un doble. Murió en Málaga a los 87 años
Un teletipo fechado el 8 de mayo de 1945 y que fue recogido por los periódicos españoles muy por detrás de las grandes noticias sobre el cese de las hostilidades en Europa, decía que el «Séptimo Ejército norteamericano ha liberado al rey Leopoldo de Bélgica y a la reina. Ambos soberanos, así como sus hijos, se encuentran en perfecto estado de salud. Fueron hallados en Strohl, a 50 kilómetros aproximadamente de Salzburgo. La información que condujo a conocer la residencia de los soberanos fue proporcionada por la población civil de Salzburgo». Esa misma jornada, muy temprano por la mañana, otro dirigente belga se estrellaba en San Sebastián a bordo del avión personal de Albert Speer, el arquitecto de Hitler y ministro de Armamento y Municiones del III Reich. Era el líder nazi belga Léon Degrelle, que huía a la desesperada para evitar su captura por los aliados.
El incidente no fue recogido por la prensa española. La Alemania nazi estaba siendo derrotada esos mismos días y se había convertido en una amiga incómoda de la España franquista, por lo que no convenía airear la llegada de personalidades relacionadas con aquel régimen. Esos días los periódicos se abrían con las declaraciones de los líderes mundiales, sobre todo los triunfantes, y también daban voz al almirante Karl Dönitz, el nuevo líder del III Reich tras el suicidio de Hitler. A Dönitz, que en realidad distaba mucho de ser un nazi convencido, solo le había quedado negociar una capitulación lo menos catastrófica posible para su ya devastado país.
Léon Degrelle sí que era un nazi convencido. Se acercó a la doctrina de Adolf Hitler desde el conservadurismo católico, tras crear en los años 30 el Rexismo o movimiento rexista (por Christus Rex, Cristo Rey). Degrelle, periodista que siempre afirmó haber sido el modelo que su amigo Hergé usó para crear a Tintín, fundó en 1936 el Partido Rexista, que contó con la ayuda financiera de Hitler. El compromiso del líder belga con el nazismo fue total. Apoyó la invasión de Bélgica por Alemania y en 1941 creó la Legión Valona, un cuerpo de voluntarios belgas similar a la División Azul española, que combatiría contra los soviéticos junto a la Wehrmacht. La guerra acabó con Degrelle recién nombrado Brigadeführer de las SS por Heinrich Himmler, una posición inadecuada para salir airoso de la derrota del III Reich.
El cese de las hostilidades sorprendió al líder nazi belga en Noruega. Mientras los mandos alemanes en el país escandinavo se disponían a rendirse, Degrelle se preparó para huir. Él mismo contó su aventura aérea en un texto titulado 'De Stalingrado a San Sebastián': «Un avión estaba abandonado en nuestro sector, el sector noruego que habíamos alcanzado después de un interminable combate de un año, a lo largo del Báltico, de Estonia a Dinamarca».
Se trataba de un Heinkel 111 HE 22, un bombardero bimotor capaz de superar los 440 kilómetros por hora pero cuya velocidad de vuelo en régimen de ahorro de combustible era de unos 350 kilómetros por hora. Su autonomía, con los depósitos a rebosar, podía superar los 2.300 kilómetros. El aparato que abordaron Degrelle y sus cinco acompañantes, uno de ellos el piloto Albert Duhinger, era el avión que usaba Albert Speer, primer arquitecto del III Reich, que permanecía en Alemania y sería arrestado por tropas británicas el 30 de mayo.
«Tomamos gasolina de donde pudimos», prosigue Degrelle. «Tendríamos que hacer 2.300 kilómetros si queríamos alcanzar un país como España», que se había mantenido neutral pero simpatizaba con los perdedores. «Nos dispararían cientos de veces durante nuestro vuelo de más de 2.000 kilómetros por encima del enemigo, de su artillería antiaérea, de las bases de sus escuadrillas de cazas. Pero preferíamos cualquier cosa antes que la capitulación», añade el nazi belga.
De este modo, «en plena noche del 7 al 8 de mayo de 1945, nos lanzamos a atravesar Europa entera en medio del deslumbramiento de los disparos aliados». El aparato alcanzó el golfo de Bizkaia al amanecer del día 8, martes. «Nuestros motores renegaban, sofocados, con las reservas de gasolina agotadas». Pero el avión aguantó el tirón final. «Pudimos enderezarlo una última vez, soltar sobre los dos motores los últimos decilitros de combustible que quedaban en los depósitos».
Choque contra el agua
Con el bombardero en las últimas, no quedó otra que buscar un lugar para aterrizar o, en el peor de los casos, dejarse caer. «No tuvimos tiempo de ver nada, sino una ribera escarpada y negra. Pasábamos rasos sobre tejados rosas y picamos hacia una rada clara. Y, de repente, ¡una enorme roca se alzó ante nuestros ojos! ¡Demasiado tarde! Frenamos, a 300 kilómetros por hora, con el mismo casco del aparato. Uno de los motores saltó como una rana. Enloquecido, el avión ya había bifurcado, corría hacia las olas y se hundía en ellas». El aparato se estrelló en la Concha, cerca de la arena, ante el susto de los paseantes donostiarras más mañaneros y de un par de guardias civiles.
«El agua había penetrado dentro del avión. Estábamos todos destrozados, con los huesos rotos, la carne ensangrentada; pero ninguno había muerto y ni siquiera estaba moribundo. Unas barcazas se acercaron, nos recogieron y nos trasladaron a la playa». Los restos del aparato, reducido a un montón de chatarra, fueron trasladados al aeródromo de Lasarte, y después a Logroño. De aquel aterrizaje forzoso solo quedan unas pocas fotos, en las que se ve el destrozado Heinkel 111 rodeado de curiosos en la playa de la Concha.
Degrelle estuvo ingresado 14 meses, «herido por los cuatro costados», en el Hospital General Mola. Y Franco se encontró con un huésped problemático. Uno de los muchos que acabarían llegando a España aquellos días. El líder belga fue más afortunado que otros refugiados similares. Como el político colaboracionista francés Pierre Laval, que fue entregado por el dictador español sin mayores problemas para ser convenientemente ejecutado. A Degrelle le esperaba un destino similar en Bélgica. Pero en su caso el régimen franquista se resistió a entregarlo, a pesar de las sucesivas peticiones de extradición que recibió. Cuando lo condenaron a muerte, el Gobierno español le dejó esconderse mientras entregaba en su lugar a un doble. Degrelle obtuvo la nacionalidad española en 1956, bajo la identidad falsa de León Ramírez.
Degrelle sobrevivió a Franco y siguió siendo un personaje incómodo. Establecido en Benalmádena, jamás renegó de sus ideales nazis e incluso llegó a negar el Holocausto en declaraciones a los medios de comunicación que le llevaron a los tribunales. Dio igual. Fue y pudo ser nazi hasta que le alcanzó la muerte a los 87 años en el Sanatorio Parque San Antonio de Málaga.
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