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En ocasiones, la revisión de hallazgos arqueológicos y paleontológicos realizados hace más de un siglo conlleva sorpresas. Es lo que acaba de suceder con la mandíbula de Banyoles, descubierta casualmente a finales del siglo XIX, que los expertos identificaron en su día como neandertal. Ahora, las nuevas técnicas de análisis han permitido a un equipo internacional de expertos, del que forma parte el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, resituar esta mandíbula en el cada vez más frondoso arbusto de la evolución humana. Ha resultado pertenecer a un humano moderno, un sapiens como nosotros. Dado que la mandíbula tiene unos 45.000 a 66.000 años, el de Banyoles es el resto de Homo sapiens más antiguo de Europa conocido hasta ahora.
En el artículo que publican en el último número de 'Journal of Human Evolution', Brian A. Keeling, Rolf Quam, Ignacio Martínez, Juan Luis Arsuaga y Julià Maroto explican que, desde que fue descubierta esta mandíbula en «1887 cerca de la actual ciudad de Banyoles (Girona), los investigadores han destacado en general sus características arcaicas, incluida la ausencia de estructuras mentonianas, y han sugerido afinidades con los neandertales o con especímenes europeos del Pleistoceno Medio (Chibaniense)».
La mandíbula «se encontró al este del lago de Banyoles, en la cantera abierta del Pla de la Formiga», de la que se extraía piedra caliza. «Aunque actualmente no se puede localizar el lugar exacto del hallazgo debido a las continuas actividades de extracción en el lugar, la mandíbula se descubrió a unos cuatro metros por debajo de la superficie».
En el momento en el que fue encontrada, el estudio de la evolución humana estaba en pañales y los restos disponibles con los que se podía comparar se contaban casi con los dedos de una mano. El registro estaba formado sólo «por unos pocos fósiles no modernos claramente reconocibles, como el cráneo infantil neandertal de Engis, en Bélgica; el cráneo neandertal adulto de la cantera de Forbes en Gibraltar; el espécimen tipo neandertal original de la gruta de Feldhofer y los primeros restos de Homo sapiens de Cro-Magnon», detallan los autores en su estudio. «El hallazgo de Banyoles se produjo después de que Fraipont y Lohest (1887) demostraran la antigüedad de los restos neandertales de Spy basándose en la presencia de concreciones carbonosas en los huesos similares a las encontradas en restos de animales extinguidos en este mismo yacimiento». La mandíbula revisada ahora apareció justo cuando «la antigüedad de los fósiles humanos era cada vez más aceptada, junto con la noción de que los humanos evolucionaron a partir de un antepasado simiesco».
Con los pocos medios de los que dispusieron, los expertos de comienzos del siglo XX concluyeron que la mandíbula perteneció a un neandertal «por el hecho de que carece de uno de los rasgos diagnósticos del Homo sapiens: la barbilla», comenta Brian Keeling, de la Universidad de Binghamton (Nueva York), primer firmante del nuevo estudio. Dada la importancia histórica de la pieza ósea, junto con su estado de conservación bastante completo, Keeling y sus colaboradores emprendieron un nuevo análisis basándonse en la morfología comparativa descriptiva y la morfometría geométrica tridimensional cuantitativa (GM 3D).
«Nuestros resultados descubrieron algo bastante sorprendente: la mandíbula no compartía rasgos neandertales distintivos y no se solapaba con los neandertales en su forma general», añade Keeling. «Nos enfrentábamos a resultados que nos decían que el ejemplar de Banyoles no es de un neandertal, pero el hecho de que no tenga barbilla nos hizo pensárnoslo dos veces antes de asignarlo al Homo sapiens», dice Rolf Quam, profesor de antropología de la Universidad de Binghamton. «La presencia de barbilla se ha considerado durante mucho tiempo un rasgo distintivo de nuestra propia especie».
Por ello, los investigadores compararon la pieza ósea con otros restos de Homo sapiens primitivo y plantean dos posibilidades sobre lo que podría ser: pudo pertenecer a un miembro de una población de Homo sapiens desconocida hasta ahora que coexistió con los neandertales; o podría ser un híbrido entre un miembro de este grupo de Homo sapiens y una especie humana no neandertal no identificada. Sin embargo, para la época en la que se sitúa el resto de Banyoles los únicos fósiles recuperados en Europa son neandertales, lo que hace menos probable esta última hipótesis. «Si el de Banyoles es realmente un miembro de nuestra especie, este humano prehistórico representaría el Homo sapiens más antiguo documentado en Europa», plantea Keeling.
En sus conclusiones, los investigadores escriben que «aunque la clasificación taxonómica exacta es incierta, la mandíbula de Banyoles claramente no representa a un neandertal». Esta situación convierte a la pieza en una candidata de primer orden para realizar «análisis de ADN antiguo o proteómicos, que podrían arrojar más luz sobre sus afinidades taxonómicas».
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