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JOSEMI BENÍTEZ
El lagarto de Zeberio y otros reptiles fabulosos
Tiempo de Historias

El lagarto de Zeberio y otros reptiles fabulosos

Entre los seres extraños supuestamente avistados a principios del siglo XX destacan también la culebra de la calle Autonomía y el cocodrilo de Zalla

Carlos Benito

Domingo, 15 de mayo 2022, 01:21

Sigue ocurriendo en nuestros tiempos que, de vez en cuando, alguien vea o crea ver un animal inesperado en algún lugar de Bizkaia: ahí están las famosas panteras de Lemoiz y Gorliz que, hace un par de décadas, dieron lugar a imponentes operativos de ertzainas y agentes forestales, dedicados durante días a rastrear en vano. A principios del siglo XX, hubo un lustro especialmente prolífico en encuentros inquietantes de este tipo, con la peculiaridad de que las criaturas avistadas eran reptiles. El lagarto de Zeberio, la culebra de la calle Autonomía y el cocodrilo de Zalla generaron alarma y también mucho cachondeo (en eso, poco hemos cambiado) y quedaron envueltos para siempre en la bruma de la incertidumbre: nadie sabe si tenían alguna base real, si fueron un engaño de los sentidos o si se trató de meras invenciones.

Zeberio, 1906

  • Una víctima Según cuenta Julián del Valle, la principal víctima del 'monstruo de Zeberio' fue un vendedor de periódicos de las Siete Calles, al que, de tanto oírle pregonar lo de «¡'La Gaceta' con las últimas noticias sobre el lagarto!», le colgaron ya para siempre ese apodo, Lagarto

El primero que asomó su monstruosa cabezota fue el lagarto, al que algunos preferían llamar 'dragón', porque la descripción de su anatomía tenía bastante de mitológico: era de color oscuro con ojos brillantes, le estimaron un peso de unas cien arrobas (es decir, ¡más de una tonelada!), la parte media de su cuerpo tenía el grosor de un hombre adulto y..., en fin, lo más llamativo era que se desplazaba a saltos sobre sus patas cortas. Sus supuestas apariciones por los montes de Zeberio y Miraballes, allá por mayo de 1906, sumieron en la preocupación a muchos vecinos. O, al menos, eso contó 'La Gaceta del Norte', que convirtió el asunto en una prioridad informativa.

Los demás periódicos contemplaban el tema del lagarto con distanciamiento, por decir algo. 'El Nervión', por ejemplo, se refería al animal como «el megaterio de Ceberio» y lo despachaba así: «¿De dónde habrá salido el monstruo...? Es de creer que de las cavernas de Brasil y que, atravesando el Atlántico y después el Cantábrico, haya entrado por Pedernales y la vega de Guernica hasta plantar sus reales en la cueva de Yurre, de donde hará sus excursiones». La noticia saltó a cabeceras de toda España, aunque nunca quedaba muy claro si la cobertura era seria o irónica: «Hoy es unánime allí la creencia de que se trata decididamente del diablo, que viene de incógnito. También toma la suposición de que pueda ser un príncipe encantado», apuntaron cabeceras como el 'Diario de Ibiza'.

Se llegó a publicar que algunos cazadores, que se habían ofrecido voluntarios para acabar con el espeluznante bicho, fueron incapaces de abrir fuego cuando se encararon con él: al parecer, se quedaban paralizados, igual que quienes se topaban con el legendario basilisco. «'La Gaceta' se forró con lo del lagarto y, al cabo de los años, estamos sin saber si la broma fue una genial idea del maestro de periodistas don Aureliano López Becerra (...) o visión óptica del corresponsal que confundió la sombra de algún gato proyectada bajo la luz de la luna, en noche de sábado, al regreso de jovial despedida solteril», recogió en su libro de memorias el periodista Julián del Valle, que en los tiempos del lagarto tenía 9 años.

Toreros supersticiosos

Los demás diarios siguieron mofándose de 'La Gaceta' durante décadas por el fiasco del lagarto que nunca apareció, y ese precedente medio bufo marcó de algún modo el tratamiento de los otros dos casos. En mayo de 1908, un sereno avisó de que, en un solar de la calle Autonomía de Bilbao, le había salido una culebra tremenda, de unos cuatro metros. Los residentes del entorno no ocultaron su temor, incluso achacaron al reptil la desaparición de dieciocho pollitos, y un empresario taurino alertó de que algunos matadores podían negarse a lidiar por el miedo supersticioso a la bicha. Pero, en general, la reacción fue de indisimulada mofa: «El suceso ha degenerado en una tremenda guasa para el infeliz sereno -recogía el valenciano 'El Pueblo'- y para las autoridades que advirtieron al vecindario que tomara precauciones. Diariamente la calle de la Autonomía estaba convertida en una romería. Un pelotón de sujetos, guasones de suyo, se presentó en el solar, marchando marcialmente armados con escopetas de caña. Preguntábanle con sorna al sereno por el paradero de la culebra, hasta que aquel, desesperado por tanta pulla, los disolvió a estacazos». Por supuesto, menudeaban los chistes sobre lo sereno que iría el sereno cuando vio el ofidio.

La última entrega de esta fiebre criptozoológica llegó en noviembre de 1911, cuando un vecino de Zalla alertó al gobernador de que algunas noches atrás, caminando por la carretera de La Herbosa, le estuvo siguiendo durante cien metros lo que parecía un amenazador cocodrilo. Además, sostenía que los habitantes de la zona oían de madrugada una especie de llanto o lamento continuo que atribuían al reptil. No faltaron intentos de dar una explicación racional al insólito cocodrilo encartado -se habría escapado de un tren que lo transportaba a alguna colección zoológica de Cantabria-, pero de nuevo se impuso el choteo. «No cabe duda que es Fafner, el dragón que guardaba el anillo de los nibelungos», defendía una columna de 'El Pueblo Vasco'. Y 'El Noticiero' se ponía graciosamente faltón: «En todo el trayecto de Zalla a La Herbosa, nadie se atreve a salir de noche a la carretera. En medio de todo, esto van ganando aquellos vecinos, porque ¿qué iban a hacer a medianoche en la carretera de La Herbosa a Zalla?».

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