El 16 de febrero de 1973, cuando Carlos Soiza cayó al mar desde el petrolero Conoco Dubai, todas las probabilidades jugaban en su contra. En plena noche, era muy difícil que ningún buque localizase al joven tripulante residente en Bilbao, pero lo que acabó ocurriendo ... suena directamente inconcebible: fue su propio barco el que, una vez que se constató su ausencia a bordo, volvió sobre su ruta y acabó rescatándolo nueve horas después. Dicen que en cualquier peripecia marinera hay un vizcaíno, y en este caso eran al menos dos: el curtido capitán del Conoco Dubai era Carmelo Arregui, bilbaíno de Begoña, y a él mismo le costaba asumir lo que acababa de ocurrir en su buque: «En 22 años de experiencia en la mar no había vivido aventura semejante», declaró a EL CORREO.
El Conoco Dubai había zarpado desde Curazao, la isla neerlandesa situada frente a la costa de Venezuela, y se dirigía al puerto estadounidense de Portsmouth. Según el relato que hizo días después el capitán, acababan de atravesar el Canal de la Mona, que separa Puerto Rico y la Republica Dominicana, y habían pasado por tanto del Mar Caribe al Océano Atlántico. «El tiempo era bueno», detallaba Arregui. De pronto, a las once y cuarto de la noche, el contramaestre se presentó al capitán con la noticia de que faltaba el joven marinero Soiza, que llevaba ocho meses enrolado en el barco.
«Hasta las dos de la madrugada anduvimos por los alrededores con la esperanza de encontrarle. Hasta que alguno comentó que había notado su ausencia a partir de las nueve y media o diez de la noche. Estudiamos la posición en la que nos podíamos encontrar a esa hora y retrocedimos», le contó Arregui a Iñaki Irizar, redactor de este periódico. A la vez que «rezaban a todos los santos», gestionaron también una ayuda más terrenal, avisando «a todos los buques que podían navegar por aquellos contornos». De vuelta en el Canal de la Mona, hicieron guardia en el puente «con todos los sentidos atentos» y, contra todo pronóstico, alrededor de las seis de la mañana lograron distinguir una voz que pedía auxilio. «Un hecho de esta índole no se puede repetir dos veces en la vida», comentaba el capitán, consciente de que lo de la aguja y el pajar se quedaba corto frente a su pasmoso hallazgo de un hombre caído en la inmensidad del mar.
Una Coca-Cola bien fría
«Todavía era de noche y todos los alrededores se encontraban a oscuras. Comenzamos a dar vueltas con nuestro buque de treinta mil toneladas, aunque no podíamos acercarnos mucho», continuó Arregui. A las siete, cuando Soiza llevaba ya unas nueve horas en el agua, cuatro tripulantes emprendieron el rescate con un bote salvavidas y llegaron hasta él. Ya no podía más. «Nueve horas... ¡Asusta pensarlo! Cuando llegó al buque, subió las escalerillas como un galgo, no sé de dónde sacó fuerzas», se asombraba Arregui. El joven le reservaba una sorpresa más: «Al preguntarle que quería, si un café caliente, un coñac..., nos respondió que tenía ganas de beberse una Coca-Cola muy fría. Y se la bebió, claro».
—¿Y se le pasó el susto? —preguntaba Irizar.
—A él y a nosotros.
El Conoco Dubai arribó a Portsmouth el domingo 18 de febrero. Carlos Soiza se sometió allí a un reconocimiento médico: «Hasta el susto se le había pasado ya. Allá quedó tranquilo, con ganas de vivir, y el lunes comenzó de nuevo a trabajar», explicaba Arregui, al que justo entonces le correspondía ser relevado y regresar a España. El capitán atendió a EL CORREO a su llegada a Madrid: «Todavía estoy dando saltos de alegría por haber encontrado sano y salvo a nuestro tripulante. De otra forma..., no es que me hubiera sentido culpable, pero habría llevado la espina durante toda la vida», concluía.
La indeseada aventura de Carlos Soiza recibió la atención de medios estadounidenses como el 'Hartford Courant' y también de la agencia Associated Press. Todas las probabilidades estaban contra él, pero vivió para contarlo... aunque prefiere no hacerlo. Contactado por este periódico, Soiza se ha excusado de revivir aquella noche de hace 50 años que para él pudo ser la última.