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Hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, para la mayoría de la gente la aviación era una novedosa y extraordinaria mezcla de deporte y espectáculo, un alarde tecnológico que, como mucho, se podía admirar en vuelos de exhibición. Pero el gran conflicto desencadenado en 1914, en el que España fue neutral, trajo una nueva forma de contacto del público con los aeroplanos: los incidentes aéreos protagonizados por aviones de los países enfrentados. Como el sucedido el lunes 2 de julio de 1917 en Lekeitio.
«Ayer circuló por Bilbao, insistentemente, el rumor de haber caído a una milla de Lequeitio, anteanoche, un hidroavión de guerra francés, llevando a bordo dos tripulantes», apuntaba 'El Pueblo Vasco' el 4 de julio. «Sabemos que las autoridades de Marina intervienen en el asunto y que el accidente fue debido, según rumores, a que el aparato sufrió averías que le hicieron perder el gobierno del mismo a sus tripulantes».
El diario que mejor cubrió el asunto fue 'Euzkadi', que contaba en Lekeitio con un «activo e inteligente corresponsal», como lo presentaba el propio periódico. Firmaba como Lartetxe y sus notas sobre el incidente se publicaron en euskera y castellano. «Estando paseándonos hemos oído ruido de un motor; como persistía y no vimos por la carretera ningún automóvil ni motocicleta miramos a lo alto y vimos dos hidroplanos que volaban hacia Matxitxako procedentes al parecer, de Bayona», contaba en su primera crónica, fechada el mismo 2 de julio pero publicada dos días después.
«Esto sucedía hacia las cinco de la tarde; después, hacia las seis, dieron vuelta, y a las seis y media, quizá por avería en el motor o por alguna otra causa, uno de los hidroplanos descendió hasta el mar, a unas cuatro o cinco millas de Lekeitio». El otro aparato dio dos o tres vueltas alrededor del primero y después «partió con rumbo a Francia». Todo esto «lo vimos perfectamente porque nos habíamos trasladado a la atalaya, y con el anteojo mayor que tienen allí, lo veíamos como si estuviera muy cerca», aclaraba Lartetxe.
El atalayero, Francisco de Etxebarria, encendió «el fuego de señales de socorro para avisar a las embarcaciones de los pescadores de sardina. Estos, enseguida, se percataron de la señal y salieron sin pérdida de tiempo en socorro del hidroplano. La primera que llegó fue la lancha Miren Begoña, de D. Severiano de Mendiola y, echándole unos chicotes, lo remolcaron».
«Es muy bonito y airoso»
Cuando entraron en puerto, «todo el muelle estaba cuajado de gente, y alrededor del biplano venían unas 16 o 18 embarcaciones. Cuando llegó el hidroplano observé que en la cola tiene los colores de la bandera francesa y en la parte delantera la señal '445 D.D.' Es muy bonito y airoso». Aunque no llegó a identificar el modelo –ningún medio lo hizo–, las pistas que daba Lartetxe indican que se trataba de un hidroavión de patrulla Donnet-Denhaut, muy probablemente del modelo Lorraine, que medía 16.28 metros de envergadura y 10.80 de longitud. Impulsado por un motor de 160 caballos, alcanzaba los 130 kilómetros por hora y tenía una autonomía de unos 500 kilómetros. Iba armado solo con dos bombas de 52 kilos.
El alcalde de Lekeitio, Juan Zabala Ibáñez, informó al gobernador civil: «Confirmando lo que por conferencia telefónica acabo de comunicarle, tengo el honor de significar a v. s. que anoche próximamente a la hora de las 8 y media entró en este puerto remolcado por unas lanchas pesqueras un hidroavión francés averiado, tripulado por un teniente de la marina de guerra francesa y su mecánico, cuyo aparato cayó a unas cinco o seis millas de este puerto, y fue visto y auxiliado por las indicadas lanchas», detallaba en una carta firmada el 3 de julio, reproducida por Maite Garamendi en su artículo 'Aeroplano bi pasa-ta...' (revista 'Kurik', 2016).
Entre otras precisiones, el alcalde añadía que los dos tripulantes dieron aviso del accidente a su base «lanzando dos palomas mensajeras». También precisaba que los aviadores habían arrojado las bombas al mar «en cuanto se les dio remolque. A las 11 de la noche después de prestada declaración ante el comandante de Marina se trasladó en automóvil a esa capital el piloto de la aeronave, quien ha regresado a la villa a las 4 y media próximamente de la madrugada, acompañado del vicecónsul francés o un empleado de la Embajada francesa».
Los diarios bilbaínos se interesaron por las repercusiones políticas y diplomáticas del incidente, aunque sin demasiado éxito. En una recepción a los periodistas «respecto de la noticia de la cáída de un hidroavión francés en Lequeitio, el señor Dato -presidente del Consejo de Ministros- dijo que nada nuevo sabía», según recogió 'El Nervión' el 4 de julio. «Negó después que en la reunión que anoche celebró con los ministros de la Gobernación y de la Guerra se ocupasen de este asunto», añadía el diario. En 'El Pueblo Vasco' Gregorio Balparda escribió un artículo criticando el aparente desinterés del gabinete de Eduardo Dato por la situación del avión francés. A su juicio, «triste cosa es que domine en la gobernación de España esa tendencia al achicamiento y a la inacción y que para tomar determinaciones se espere a que los acontecimientos se nos echen encima y las impongan». Dada la falta de medidas y reglamentaciones sobre la entrada de aeronaves de los países en guerra en el espacio aéreo español, se temía Balparda que «cualquier día, haciendo de sus aviones sobre nuestra jurisdicción el mismo uso que los aviadores franceses, vengan los alemanes a combatirles sobre los tejados de nuestras casas, y entonces y bajo la presión de otros intereses dintintos y opuestos al de nuestra patria, el gobierno del señor Dato se resolverá quizá a adoptar disposiciones sobre la materia».
Por último, daba cuenta el alcalde de cómo «esta mañana se han presentado ante este puerto dos barcos pesqueros armados franceses con intención al parecer de llevarse la aeronave a juzgar por el hecho de haber intentado echarle un cable para remolcarlo mar afuera un vaporcito de esta matrícula, lo que ha impedido la autoridad de Marina». El avión permaneció un día más en Lekeitio, convertido en una atracción inesperada y popular. «Viene aquí muchísima gente de los pueblos de alrededor y aun de otros lejanos», contó Lartetxe. «Las carreteras están animadísimas de automóviles y bicicletas». El día 5 se presentó en Lekeitio un buque de guerra francés. Según 'La Gaceta del Norte', «después de obtener el correspondiente permiso de las autoridades de Marina, el buque de guerra zarpó conduciendo el hidroplano y sus dos tripulantes».
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