
1872 se estrenó en Argentina con una matanza de vascos que siglo y medio después sigue siendo un enigma. En la localidad de Tandil, que ... en esa época era la frontera con la Pampa, una turba de criollos y gauchos atacó el día de Año Nuevo a los extranjeros al grito de «Maten, siendo gringos y vascos». Asesinaron a 36 personas, de ellos, una veintena, oriundos del País Vasco. A uno de ellos, no solo le quitaron la vida sino que degollaron a su mujer y a sus hijos, uno de ellos, un bebé.
La masacre de Tandil, como se conoce al incidente, esconde algunas historias que a día de hoy siguen siendo un misterio. El instigador al que se le atribuye la preparación de la matanza era un curandero religioso al que se apodaba 'Tata Dios'. Su nombre era Gerónimo Solané y todavía no se sabe dónde había nacido. Este individuo aseguraba que podía curar enfermedades y esa actividad la mezclaba con sermones en los que mezclaba la xenofobia con el mesianismo.'Tata Dios', que había estado en la cárcel por la práctica ilegal de la medicina, lo mismo anunciaba el fin del mundo que culpaba a los masones y a los vascos de la degeneración de la sociedad argentina o afirmaba que podía curar todas las enfermedades con un imposición de manos.
Según el escritor argentino Juan Basterra, que ha escrito el libro 'Tata Dios. La matanza real que estremeció a toda una sociedad', para entender la ola de violencia es clave la figura de Gerónimo Solané «Era un hombre con un discurso milenarista, que anunciaba la posibilidad de salvarse del inminente del fin del mundo con una matanza. Una prédica casi de guerra santa. Su figura ha sido comparada con la de Charles Manson, quien ordenó el asesinato de Sharon Tate. Su liderazgo y fanatismo son muy parecidos», explica a EL CORREO.
Solané había llegado a Tandil contratado por un terrateniente local que no conseguía que los médicos curasen las migrañas de su mujer. Como tuvo éxito, el cacique le concedió terreno para que se instalase en una de sus fincas. En esa época, 1871, Tandil era la frontera entre la civilización y lo salvaje. Allí se habían instalado los criollos, los descendientes de hispanos que en 1816 habían conseguido la independencia de España. Dado que el pueblo era la entrada a la Pampa, allí también residían los gauchos, la mano de obra de los ganaderos que se consideraban algo parecido a los 'cowboys' norteamericanos. Y la frontera no era solo con las extensiones sin límite praderas. Allí habían habitado los indios puelches, un pueblo nómada que todavía aparecía por el Tandil.
A esa zona comenzaron a llegar inmigrantes tras la independencia. Se trataba de italianos, ingleses, daneses y españoles, en especial, vascos. Según algunos historiadores, la presencia de emigrantes del País Vasco incluía tanto a vecinos de Iparralde como a vascos peninsulares que huían de las guerras carlistas que desde 1833 asolaban con regularidad Euskadi. En total, en Tandil vivían alrededor de 5.000 personas, de las que 266 eran vascas. Pero en el pueblo habían sucedido algunos fenómenos que favorecían una atmósfera apocalíptica.
En 1871 las fiebres amarillas se habían convertido en una epidemia que había diezmado a los vecinos. Cuando los contagios comenzaron a controlarse se produjo una sequía que afectó a los cultivos y al ganado. Y tras ese fenómeno llegó una plaga de langostas. Demasiado bíblico. Según Juan Basterra, «la prédica mesiánica de 'Tata Dios' coincidió con un temor al extranjero, que estaba desembarcando y eran unos trabajadores extraordinarios en tareas de los gauchos como el pastoreo.«
Por ello, cuando 'Tata Dios' comenzó su discurso xenófobo lo que estaba haciendo era recoger un sentir popular en el que se achacaba al de fuera todos los males de la región. El falso profeta tenía cada vez más seguidores en una región con un nivel cultural muy bajo. Sus soflamas religiosas se repetían con devoción en tabernas y en los campamentos de gauchos.
En la Nochevieja de 1871, el curandero repitió con vehemencia sus prédica a favor de exterminar a los vascos y a todos los extranjeros, a los que vinculaba con la masonería. Uno de sus lugartenientes, Jacinto Pérez, que se hacía llamar 'San Jacinto el adivino', anunció que el fin del mundo era inminente y la única forma de salvarse del apocalipsis era degollar a todos los extranjeros. Un diluvio iba a destruir todo el pueblo y un nuevo Tandil nacería en una zona conocida como la Piedra Movediza. Ese lugar paradisíaco solo acogería a lo que hubiesen demostrado mediante el crimen que eran merecedores de la gloria. En la madrugada del Año Nuevo, los gauchos asaltaron durante la mañana el Juzgado de Paz de Tandil para hacerse con sables y otras armas. Sus gritos de guerra eran: «Viva la patria, viva la religión», «Maten, siendo gringos y vascos» y «Mueran los masones».
La primera víctima fue Santiago Imberti, a un organillero italiano, que vivía casi como un vagabundo en la plaza del pueblo. De allí se dirigieron al río y asesinaron a un grupo de vascos que se dedicaban al comercio en carretas. «Se salvó uno de ellos, apellidado Castellanos, gracias a que se escondió bajo el cuero de una vaca», explica Basterra. Siguieron con la matanza buscando a daneses e incluso a un norteamericano. Y tras destrozarlos con sables y lanzas, cabalgaron casi 25 kilómetros hasta una pulpería, -una especie de bazar que también servía de hospedería- dirigido por el vasco Juan Chapar. Los gauchos degollaron a este hombre, así como a su mujer y a sus hijos, una niña de cinco años y un bebé.
Tras esa matanza, los asesinos se escaparon a caballo a través de la Pampa. En Tandil se formó entonces una cuadrilla para ir tras los asesinos. Este grupo evitó que los extranjeros se cobrasen venganza y lincharan a algunos de los supuestos autores de la matanza. Uno de los primeros detenidos fue 'Tata Dios'. El falso curandero fue enviado a la prisión del pueblo. Allí le asesinó un desconocido el 6 de enero, disparando un trabuco a través de la ventana de su celda. El crimen jamás se resolvió. Él no había participado en la matanza y su muerte evitó que prestase declaración sobre cómo había sido organizada y quién había dado las órdenes.
En los días siguientes se fue dando caza a algunos de los instigadores de la cárcel. Algunos de ellos fallecieron en la persecución. Uno de ellos, que encontró la muerte atravesado por una lanza, fue la mano derecha de 'Tata Dios', Jacinto Pérez. De nuevo, una muerte impedía que se interrogase a los responsables de la masacre. En los siguientes días se detuvo a casi todos los participantes y a tres de ellos se les fusiló meses después.
Según Basterra, los crímenes supusieron una conmoción en la Argentina. La prueba es que se llegaron a sacar daguerrotipos, el antecedente de la fotografía, de los compinches de 'Tata Dios'. Les habían apodado 'Los apóstoles'. «Hay que pensar que el daguerrotipo era una técnica que se reservaba para grandes dignatarios a los que se quería inmortalizar. Al presidente Sarmiento, por ejemplo, sí se le habían sacado fotografías, pero a unos pobres gaucho, jamás», asegura.
Más de un siglo después, sigue sin esclarecerse si existía alguna motivación oculta tras la masacre. Pero uno de los datos que siempre ha despertado dudas es que, al llevar a cabo el asesinato del vasco Juan Chapar, los asaltantes destruyeron sus libros de cuentas. En esos documentos aparecían las deudas que muchos habitantes de Tandil tenían pendientes con el comerciante. Además, no hay una respuesta que explique la cabalgada de la turba hasta la pulpería de este hombre, ya que en Tandil seguía habiendo vascos y extranjeros a los que, repentinamente, se dejó de perseguir en la madrugada sangrienta.
Asimismo, en Tandil se ha especulado con la posiblidad de que 'Tata Dios' y sus secuaces fueran marionetas dirigidas por una incipiente burguesía criolla que no quería rivales extranjeros en la lucha por el poder local. Basterra no cree en esta teoría y sostiene que se trató de una mezcla de fanatismo y xenofobia la que desató la ola de violencia. Para el autor, la mayoría de los implicados eran gauchos que hasta ese momento no habían tenido ningún problema con la ley. Su pasado no era violento ni peligroso. Para Basterra, ese dato evidencia que el discurso violento y mesiánico de 'Tata Dios' les había convertido en una turba en busca de sangre.
Por otro lado, el cuerpo de 'Tata Dios' jamás apareció. «Parece ser que lo enterraron, de pie y con grilletes, en algún lugar desconocido, para que su fosa no se convirtiera en un lugar de peregrinación», afirma Basterra. El autor argentino, no obstante, cree que muchos de los extremos de la masacre nunca se resolverán. «La verdad es escurridiza», resume.
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