El feo vizcaíno que triunfó en la Nochevieja de TVE

Porque aquello, en efecto, era un concurso de feos. Le tocó presentarlo a la mexicana Daniela Romo y en el jurado estaban famosos como el peluquero Ruphert, la gimnasta televisiva Eva Nasarre y el actor Luis Escobar. Compitieron diez caballeros, que mostraron sus muecas más espantosas ante las cámaras, pero desde el principio quedó claro que el vizcaíno Gregorio Gana no tenía rival: su gesto, en el que fruncía los labios y prácticamente se metía la nariz en la boca, convertía a sus contrincantes en voluntariosos guapitos de carpeta. «A este bendito de Dios yo le tengo que dar las gracias porque me ha quitado el complejo de bocazas que he tenido hasta hoy», dijo la encantadora Romo. Gana ganó, claro, y recibió una enorme copa de manos de la Miss España del momento, la también vizcaína Garbiñe Abásolo.

Todo quedaba en casa. Y tanto, porque, de los aspirantes que se vieron las caras en el concurso (incluidos otros tres que no llegaron a aparecer en pantalla), nada menos que siete procedían de Euskadi. ¡Tres eran de Santurtzi! No era que en estas tierras abundasen particularmente los hombres de hechura dudosa, sino más bien que los concursos de feos se habían convertido en una costumbre festiva entre nosotros, de manera que los productores del especial de Nochevieja aprovecharon el 'know-how' vasco en este terreno.

Gregorio Gana, un vecino de Leioa a quien todos conocían por el diminutivo de su nombre, Gorín, era el espléndido monarca en aquel reino de la autoironía y el histrionismo. En la hemeroteca lo encontramos ganando un concurso tras otro (bueno, alguno también lo perdía), siempre en dura competencia con su némesis, Fernando Villanueva, el Frankenstein de Erandio. Sus repetidas victorias y su excelente humor lo convirtieron en una pequeña celebridad en Leioa, donde trabajaba en la brigada municipal de obras y servicios, pero su leyenda llegó mucho más allá: acudió en un par de ocasiones a 'Estudio abierto', el programa de José María Íñigo, e incluso cuenta con foto y párrafo propios en la 'Guía secreta de Vizcaya' que publicó Ramiro Pinilla. «Asegura Gorín, sin embargo, que hasta los veinte años fue hermoso y que incluso quedó el cuarto en un concurso de guapos», remató su semblanza el autor de 'Verdes valles, colinas rojas'. En una entrevista con EL CORREO, Gorín aportaba más detalles sobre aquella anécdota de su único concurso de belleza 'convencional'.

–¿Cómo fue tan osado?

–Es que yo hasta los 20 años he sido muy guapo y...

–¿Qué puesto consiguió?

–El cuarto.

–¿Cuántos se presentaron?

–Cuatro.

En la misma conversación, Gorín desvelaba que le habían ofrecido un puesto en un circo, «haciendo el payaso en la entrada», pero prefería la seguridad de su empleo en el Ayuntamiento a los cantos de sirena de la fama. «Nada de cine por ahora, no quiero que mi esposa se sienta celosa de la Loren», decía. Otras veces, cuando le planteaban lo de emprender una carrera en el cine, él preguntaba si de acomodador.

Gorín era una presencia imprescindible en aquellos concursos de feos de los 70 y los 80, que a veces llevaban nombres rimbombantes como 'campeonato internacional' o 'campeonato de Europa'. El de más tradición era precisamente el de su pueblo, Leioa, pero nuestro protagonista también asomaba su rostro imponente por certámenes como el de Güeñes o el de Usansolo y participaba en otras iniciativas chirenes: en 1973, por ejemplo, el harrijasotzaile Aretxa I apostó contra Gorín y otro txikitero a que levantaba la piedra de cien kilos con una sola mano antes de que ellos se pimplasen un vino, que en aquel desafío fue tinto. Se impuso el deportista, que después les ofreció cambiar los papeles, él con el vaso y los txikiteros con la cilíndrica, y los humilló todavía más.

Cada vez que ganaba algún concurso de feos, a Gorín le preguntaba algún periodista qué iba a hacer con las quinientas o las mil pesetas de premio. «Bebérmelas», solía responder, y su esposa, Floren, daba el visto bueno a ese ambicioso proyecto: «Hace muy bien en gastárselas: él las ha ganado, pues que disfrute con su fealdad». Gorín, gran amante de la guitarra y los farias, falleció en 1989 con 65 años, pero muchos en su pueblo lo recuerdan como si se lo hubiesen cruzado ayer y no escatiman elogios hacia su talante. Siempre fue, dicen, una bellísima persona.