miguel gutiérrez garitano
Martes, 24 de enero 2023, 19:07
Miguel Gutiérrez Garitano, Presidente de la Sociedad Geográfica La Exploradora
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Los documentos antiguos siempre nos han fascinado. A través de novelas y filmes hemos encumbrado, con más o menos fantasía, a arqueólogos que manipulan papiros, piratas que esgrimen mapas de tesoros, magos que extraen hechizos ... de vetustos papeles... La realidad, como suele suceder, deja atrás a la ficción. Los documentos manuscritos que hemos heredado de nuestros antepasados se conservan en diversos soportes, como el papiro, fabricado en el Antiguo Egipto con láminas de papiro superpuestas; el pergamino, inventado en Bizancio a partir de pieles de cordero; o el papel, creado por los chinos a base de pulpa de celulosa en el Siglo II d.C.
La aparición o descubrimiento de algunos de estos documentos han provocado fascinación en todo el mundo. Como cuando el arqueólogo Flinders Petrie descubrió en el poblado obrero de Lahun, en Egipto, en 1889 el famoso papiro del mismo nombre. Aunque se encuentra en mal estado de conservación, el documento es un tesoro cultural con pocos precedentes; en sus fragmentos pueden encontrarse las primeras raíces cuadradas; además de fórmulas anticonceptivas o recomendaciones de higiene femenina. También sobre la ciencia de la salud trata el famoso Papiro de Ebers, que, con sus veinte metros de largo, contiene casi novecientos apartados de Medicina.
Los papiros se fabricaban ya en el cuarto milenio a.C. Pero los egipcios no fueron los únicos en fabricar soportes documentales en la antigüedad. En 1947, dos beduinos descubrieron -mientras perseguían a sus cabras- en una cueva de Qumrán (Israel), unos rollos de papel guardados en vasijas que vendieron a trozos a un anticuario de Belén. El hallazgo terminó por llamar la atención de los arqueólogos y deparó en la búsqueda y descubrimiento de más de seiscientos pergaminos más, además de un número incalculable de fragmentos. Se trata de las primeras interpretaciones del Antiguo Testamento, plasmadas por la secta hebrea de los esenios y escritas en idioma hebreo y arameo entre el año 60 a.C. y el 250 d.C. Su importancia es tal que ha llegado a poner nueva luz sobre las religiones abrahámicas, su historia e interpretación.
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En otras ocasiones lo que nos fascina es el misterio; la enigmática presencia de un lenguaje encriptado o un idioma que o conocemos. Es el caso del Manuscrito Voynich, un libro ilustrado del siglo XV, probablemente alemán, que está escrito por un autor anónimo en un idioma que nadie ha conseguido comprender. Las hipótesis sobre su autoría e interpretación son tan numerosas que es difícil llevar la cuenta.
Un enigma sánscrito desvelado
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El 15 de diciembre se hizo público: Rishi Rajpopat, doctorando de la Universidad de Cambridge, ha resuelto un enigma de 2.500 años de antigüedad. En esta ocasión el misterio no pivota sobre un documento sino sobre un sistema de gramática que permite construir millones de palabras en este idioma indoeuropeo, gramaticalmente correctas. El estudioso ha trabajado sobre la obra 'Astadhyayi', del sabio hindú de la antigüedad Panini. Este gramático elaboró o más probablemente recopiló en su obra 4.000 reglas gramaticales que permitían, construir frases y palabras en sánscrito mediante un proceso elaborado y reglado, paso a paso.
El problema radicaba cuando se aplicaban dos reglas gramaticales de Panini de manera simultánea, sin que se supiera cuál de ellas aplicar primero. Rishi Rajpopat creó un algoritmo con el que demostró en qué orden se deben utilizar las reglas de Panini para generar frases del idioma sánscrito. Sostiene en este sentido, que entre las reglas aplicables a los lados izquierdo y derecho de una palabra respectivamente, Panini quería que se escogiera la regla aplicable al lado derecho. Gracias a esta interpretación Rajpopat demostró que la regla de Panini era perfecta. Al introducir la base y el sufijo de una palabra, Panini las convierte en palabras y frases gramaticalmente correctas, un proceso reglado, hasta ahora sumido en el misterio, que permite comprender una lengua antiquísima que hablan aún hoy 3.000 personas.
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El primer texto filosófico y un fraude medieval
Pero los hallazgos de los estudiosos de manuscritos no son cosa del pasado; todos los meses se realizan curiosos descubrimientos en este campo: El pasado noviembre, por ejemplo, la egiptóloga y experta en lenguas muertas alicantina Marina Escolano-Poveda, halló en el Museo Bíblico de Mallorca fragmentos del que se ha considerado, el «primer texto filosófico de la humanidad». La estudiosa ha descubierto que el papiro es en realidad un fragmento del conocido como Papiro 3024 de la colección que guarda el Museo Egipcio de Berlín, a donde llegó en 1843, sin que se sepa cómo terminó una parte en Mallorca. Respecto al texto estudiado por Escolano-Poveda, se trata del relato conocido como 'El debate entre un hombre y su ba (alma)', escrito en hierático, forma sintetizada del jeroglífico. Conocido ya anteriormente, el fragmento trata de un hombre enfermo que filosofa sobre las bondades de la vida y de la muerte, dándose además la circunstancia de que los fragmentos estudiados se encuentran entre los documentos más antiguos que hay en España.
Otro estudio reciente y de carácter nacional corresponde a un equipo de estudiosos de la Universidad de Burgos y el CSIC; y versa sobre lo que podría calificarse como uno de los primeros bulos o «fake news» de la historia. El objeto de estudio fue en este caso un supuesto manuscrito del siglo X que se conserva en el Fondo Osuna del Archivo Histórico de la Nobleza. Sin embargo, al parecer, se trata de una falsificación fabricada en el siglo XII por los monjes del monasterio de Cardeña que querían usarlo para ganarles un pleito judicial a los Concejos de Peñafiel y Castrillo del Duero: el premio era una iglesia en Santa María de Cuevas de Provanco (Segovia). Un auténtico testimonio de delito de falsedad documental llevado a cabo antes de que existiera el código penal. Sobre el documento original, un habilidoso copista insertó nuevas frases que decantaron el pleito a favor de la abadía. Dos monjes juraron además que era auténtico. Con la Iglesia hemos topado.
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