
La muerte le encontró en el mar: Los últimos años de Juan Sebastián Elcano
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Euskadi celebra el 500 aniversario de la vuelta al mundo del marino de Getaria. Un viaje repleto de aventuras, motines, batallas, insectos y hambrej. arrieta | a. madariaga | g. de las heras | i. toledo
Jueves, 1 de septiembre 2022
La aventura de la primera circunnavegación del mundo y las penurias que le acompañaron en el viaje no restaron ánimo a Juan Sebastián Elcano para regresar a la mar. Lo hizo en cuanto el monarca se lo permitió en un nuevo viaje a las Molucas en que, finalmente, encontraría la muerte. Enfermó y «le echaron a la mar», cuentan las crónicas.
Puedes navegar en estos episodios para conocer la aventura y los orígenes de Elcano en Getaria.
últimos años de Juan Sebastián Elcano
Los supervivientes de la armada a la Especiería no habían regresado aún cuando el emperador ya había decidido y ordenado la organización de una segunda expedición. Desde que tuvo noticia de ello, Elcano quiso volver a embarcar, y a poder ser al mando, a pesar de haberse enriquecido con su parte de la carga de la primera expedición y de vivir como un notable en Valladolid, donde tuvo una hija, de nuevo fuera del matrimonio, con María de Vidaurreta.
«Espero ofrecerme cada día a mil muertes, teniéndolas a todas en nada en servicio de vuestra Majestad, cuyo imperial estado nuestro Señor conserve», escribió al emperador en un documento en el que solicitó varias mercedes, entre ellas que se le otorgase la capitanía general de la nueva armada y el hábito de la Orden de Santiago. Ambas le fueron negadas por el monarca.
Pero otras le fueron concedidas: el 23 de enero de 1523 el emperador le asignó una pensión «para en toda su vida» de 500 ducados anuales (unos 83.000 euros) y poco después, su célebre escudo de armas con la representación del orbe con la leyenda 'primus circumdedisti me' (trad. 'Primero en rodearme'). Elcano obtuvo otro favor que le preocupaba: el perdón real por la venta de su nao a extranjeros.
A finales de ese año, el de Getaria fue convocado por el emperador para prestar su testimonio en un encuentro en el que representantes de Portugal y Castilla iban a tratar de solucionar sus diferencias sobre el reparto del mundo, y en concreto sobre el dominio de las islas de las Especias. Juan III de Portugal tenía intención de casarse con Catalina, hermana del emperador, pero el enlace estaba en el aire por el enfado del portugués debido al triunfo de la expedición española. También corría peligro la boda del propio Carlos con Isabel de Portugal, hermana de Juan III.
El encuentro se celebró en Badajoz. La misión de Elcano y de sus acompañantes era presentar testimonios que afianzaran el argumento de que, en el reparto del mundo, las Molucas caían en el lado español. El emperador les ordenó que «platicaran mucho y hablaran con una sola voz». Para el bando castellano, Elcano era un héroe, pero desde el lado portugués no se le tenía simpatía, precisamente: «Le quieren mal y teme por su vida». El emperador le asignó una escolta.
El encuentro resultó infructuoso, con un dictamen de astrólogos y cartógrafos a favor de Castilla que Portugal no admitió. Así las cosas, Elcano fue enviado a supervisar los preparativos de la segunda expedición, más ambiciosa que la primera, pues su objetivo era crear un asentamiento permanente en las Molucas y asegurar el acceso de Castilla a las especias. Al mando del noble Francisco José García Jofre de Loaísa y con Elcano como segundo, estaba formada por una flota de seis naos y un patache, con 450 hombres en total, entre los que se contaban tres hermanos, un sobrino y un cuñado del marinero de Getaria. Elcano capitaneó la nao Sancti Spiritus, de 240 toneladas.
La flota zarpó desde La Coruña el 24 de julio de 1525 y emprendió el cruce del Atlántico desde el Golfo de Guinea a finales de octubre, llegando a las costas de Brasil el 19 de noviembre. Pasar el Estrecho no fue fácil. El 14 de enero, parte de la armada entraba por error en el río Gallegos: «A la verdad fue muy gran ceguera de los que primero habían estado en el Estrecho, sobre todo de Juan Sebastián del Cano», escribió Andrés de Urdaneta, entonces un joven grumete de 17 años (más o menos).
Atrapados en una tormenta, Elcano hizo embarrancar la Sancti Spiritus, mientras el resto de navíos se desperdigaba y Loaísa, en la capitana, la nueva nao Victoria –construida en Bermeo–, navegaba en solitario intentando alcanzar a todos los demás. La mala mar y el tiempo infernal animaron las deserciones de la San Gabriel, que tomó rumbo a Galicia, y la Anunciada, que se dirigió al cabo de Buena Esperanza y de la que nunca más se supo.
Se sucedieron los accidentes e incidentes. Algunos asombrosos, como un amago de enfrentamiento con indígenas de Tierra del Fuego que se resolvió porque, según el cronista Fernández de Oviedo, entendieron lo que se les decía en euskera. Los nativos «les hablaron en son de amenaza y el clérigo (Areizaga) les respondió en vascuence. ¡Ved cómo se podían entender!»
Por fin, el 26 de mayo de 1526, la flota doblaba el cabo Deseado y salía del estrecho de Magallanes tras 48 días de penosísima travesía, «repleta de contrariedades y dificultades. Es tierra despoblada y de poco verano y largo invierno, asaltada por grandes tempestades», según Urdaneta.
El Pacífico no hizo honor a su nombre y los barcos se dispersaron. En la Victoria, Loaísa enfermó y con él, varios oficiales, entre ellos Elcano, que hizo testamento el 26 de julio. Cuatro días después moría el capitán general y se abrían las instrucciones del emperador sobre la sucesión al mando de la expedición:
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Pero el de Getaria sucumbiría pocos días después, el 6 de agosto. «Se le hicieron las mismas exequias y le dieron la misma sepultura que se le dio al comendador, y le echaron a la mar». Dejó como heredero único a su hijo Domingo y a cuatro mujeres como beneficiarias de su testamento: su madre, Catalina; sus dos parejas, María Hernández de Hernialde y María de Vidaurreta; y su hija, que probablemente también se llamaba María.
La nueva Victoria fue el único barco de los siete que componían la expedición que alcanzó las Molucas.
Al parecer, Elcano escribió un diario durante la primera expedición a la Especiería, pero no se ha conservado. El principal relato de aquel viaje lo escribió el italiano Antonio Pigafetta, que se embarcó en la expedición, según él, por pura curiosidad y ganas de ver mundo. Sin embargo, por alguna razón, en su relato ('La primera vuelta al mundo', editado por Alianza) ni siquiera menciona a Elcano.
El testimonio del marino de Getaria sobre la expedición ha llegado hasta nosotros por varias vías. Además de las cartas que escribió al emperador, está la declaración que prestó ante Santiago Díaz de Leguizamo, alcalde «de la casa y corte». También recogieron el testimonio de Elcano las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo, Maximiliano Transilvano y Pedro Mártir de Anglería.
Todas las citas entrecomilladas en este reportaje provienen de estas fuentes, recogidas la mayor parte del libro 'J.S. Elcano', de Julián Díaz Alonso (Itsasmuseum); y de 'Elcano, viaje a la historia', de Tomás Mazón Serrano (Encuentro Ediciones); 'Magallanes & Co.', de Isabel Soler (Acantilado); 'Elcano, los vascos y la primera vuelta al mundo', de Daniel Zulaika (Mundubira 500 Elkano Fundazioa); 'Urdaneta y el Tornaviaje', de Agustín R. Rodríguez (La esfera de los libros); y 'La carabela San Lesmes', de Luis Gorrochategui (Crítica).
Puedes navegar en estos episodios para conocer la aventura y los orígenes de Elcano en Getaria.
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Lucía Palacios | Madrid
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