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Doce oficios del Bilbao de antaño

Un repaso en imágenes a algunas profesiones que han caído en desuso o simplemente han desaparecido

Martes, 14 de noviembre 2023

Quizá algún día, dentro de unas cuantas décadas, alguien mirará una vieja fotografía de las calles de Bilbao y sentirá la punzada de la nostalgia, o el pellizco de la sorpresa, al contemplar la imagen de un repartidor de Amazon o un 'rider' de Glovo. ... Cada época tiene sus oficios, y en la nuestra nos han tocado esos, pero muchos todavía recordamos otras figuras que fueron una presencia cotidiana y hoy, al menos en algunos casos, empiezan a resultarnos remotas, adscritas sin remedio a otra época, otra sociedad, casi otro mundo. Si hoy nos llevan muchas cosas a domicilio, entonces el objetivo era simplemente acercarlas a la ciudad, y esa tarea requería la intervención de un pequeño ejército de personas que ejercían de intermediarias entre el campo (y el mar, y la industria...) y el consumidor. Botijeros, lecheras, sardineras, vendedores de periódicos, mieleros, vendejeras, repartidores de leña... Todos ellos recorrían las calles con sus mercancías a cuestas, o cargadas en burros, o en carros atestados hasta los topes. Hasta el afilador con su bici o su ciclomotor, precedido por la sencilla melodía de su chiflo, se ha vuelto hoy una rareza que a muchos nos trae ecos de la infancia. Lo mismo ha ocurrido con los barquilleros y la promesa de su ruleta, o los limpiabotas que sacaban lustre hasta reflejarse en el calzado. Viajemos en el tiempo con estas doce imágenes de la Bizkaia de antaño.

Afilador

No hace tantos años, era habitual escuchar la sencilla escala de su chiflo y cruzárselos por las calles y plazas, sacando filo a cuchillos y tijeras con su piedra giratoria. Muchos de ellos procedían de Galicia: es el caso del afilador de la foto, Raúl Pérez, un orensano que también reparaba paraguas.

Barquillero

La ruleta del barquillero era una obsesión para los niños de antaño, que tenían muchas menos tentaciones a su alcance. En Bilbao, el barquillero por excelencia fue Boni, Bonifacio López, con su pregón de «al barqui, barqui, barqui» y su entusiasta mensaje inscrito en el bombo: «Viva mis clientes».

Cecilio

Botijero

No solo vendían botijos, pero la castiza vasija con asa y pitorro servía para dar nombre a estos ambulantes de la alfarería, que aparejaban sus borricos con unas angarillas de ramas de encina donde transportaban su tesoro de barro. En la imagen, un botijero atiende a unas clientas junto al mercado del Ensanche.

Cecilio

Chocolatero

En 1975, José María Gorricho concedió por fin la jubilación a la vetusta chocolatera centenaria que ya había usado su tatarabuelo y que contaba con el primer motor eléctrico instalado en Bilbao, allá por 1912. El recordado chocolatero de Belosticalle se mantuvo firme en sus procedimientos artesanales mientras todo el sector se iba industrializando: «He llegado a vender a una peseta la tableta de 400 gramos. Ahora, las últimas han salido a 13 pesetas con la mitad de peso», explicaba en 1973.

Claudio hijo

Lechera de Artxanda

En los tiempos anteriores al tetra-brik y el tratamiento UHT, la leche se compraba a granel y se hervía en las casas. Era todo un mundo que sorprende a los más jóvenes: la palabra 'lechera' designaba un recipiente (todos los hogares tenían alguna, de varios litros, para transportar el preciado líquido) y también a las personas que vendían la producción de sus vacas, muchas de ellas trayéndola desde el caserío.

Cecilio

Limpiabotas

Ha quedado la imagen de los limpiabotas que trabajaban de manera más o menos ambulante por calles y cafés, pero en Bilbao también existieron varios salones estables dedicados a lustrar zapatos: en la Plaza Nueva, por ejemplo, funcionó uno con servicios independientes para señoras y caballeros. Las nuevas costumbres y los nuevos calzados dejaron sin trabajo a aquellos profesionales del betún y el cepillo. El último salón de limpiabotas de Bilbao, el de Tomás Cuenca, cerró hace quince años.

Mielero

Solían proceder de La Alcarria e iban de puerta a puerta con un pequeño tonel, donde llevaban la miel, y una balanza romana para pesar la mercancía. Era habitual que vendiesen también quesos y cañas de lomo.

Cecilio

Repartidor de leña

En la foto va de vacío, pero la leña y el carbón fueron combustibles esenciales para mantener calientes las casas y dar vida a las tradicionales 'cocinas económicas'. El de la imagen es Manuel Gil, más conocido como 'Chatillo Manzanilla', un sevillano que desempeñó mil oficios en Bilbao: además de repartidor de leña, fue torero cómico, pero también fotógrafo callejero, pastelero, zapatero, empapelador, cristalero, electricista, fontanero y vendedor de pintxos de bacalao.

Cecilio

Sardinera

Su figura, con la cesta en la cabeza o apoyada en la cadera y la falda debidamente arremangada, se ha convertido en uno de los emblemas de la Bizkaia más tradicional. Las sardineras eran mujeres a las que no se les ponía nada por delante, entrañables y también temibles si alguien se atrevía a contrariarlas. La de la foto es la popularísima Rosario Santín, la Bella Charo, que hizo de modelo para la escultura que homenajea a este colectivo en Santurtzi.

Serenos

Eran una presencia tranquilizadora en las noches de la villa, con unas funciones variopintas que fueron perdiendo su razón de ser: desde vocear la hora y el tiempo que hacía («¡las doce y sereno!») hasta abrir las puertas a los noctámbulos, que podían reclamar su presencia con un grito o unas palmadas. Todavía quedaban unos pocos en activo en la segunda mitad de los 80. Del chuzo, esa especie de lanza que portaban, solo solemos acordarnos ya en la expresión 'caer chuzos de punta'.

Vendedores de periódicos

Hace muchos años, estaba extendida la costumbre de llamarlos también 'periodistas', porque al fin y al cabo compartían con los redactores la tarea de conseguir que las noticias llegasen puntualmente a los lectores. Algunos se hicieron muy populares por sus maneras personalísimas de pregonar las distintas cabeceras. En la imagen, los vendedores de 'La Gaceta del Norte' recogen los ejemplares del día del coche de reparto.

Cecilio

Vendejeras

La palabra 'vendeja' siempre ha sido muy usada en Bizkaia y Álava, hasta el punto de contar con una acepción regional específica en el diccionario de la RAE: «Verduras, hortalizas y frutas que las aldeanas llevan en grandes cestas a la plaza del mercado para su venta». Mientras los hombres se quedaban en el caserío, ocupados con las tareas del día, las mujeres acudían a los núcleos urbanos cargadas con productos para vender: «Hacían el largo camino de ida y vuelta desde Lezama, Loiu, Larrabetzu, Amorebieta, Basauri o Plentzia hasta Bilbao. A pie o en burro, pero siempre levantándose a las 3 o 4 de la madrugada para llegar pronto al mercado y vender toda la mercancía a buen precio, antes de que llegaran las competidoras», relata Ana Vega Pérez de Arlucea.

Claudio
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