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Recreación de las ruinas de la ciudad acorde los hallazgos arqueológicos de la zona. Science Channel
La ciudad del Dios Mono y otras ciudades legendarias descubiertas gracias a la tecnología espacial

La ciudad del Dios Mono y otras ciudades legendarias descubiertas gracias a la tecnología espacial

Tiempo de historias ·

Los tiempos de Indiana Jones han quedado atrás. Pilotos y operadores de drones utilizan hoy tecnología láser para localizar los asentamientos perdidos en las últimas selvas de la Tierra; con revolucionarios resultados

miguel gutiérrez garitano

Viernes, 19 de agosto 2022, 00:25

La noticia saltó el pasado mayo: un equipo de científicos del Instituto Alemán y la Universidad de Bonn anunciaron el descubrimiento de once asentamientos, entre ellos dos grandes ciudades, en la llanura boliviana de Mojos; un área llena de vegetación que se inunda cada año en la estación de las lluvias. Se trata -según recoge la investigación- de un entramado urbano unido por una auténtica red de carreteras perteneciente a la enigmática Cultura Casarabe, que se desarrolló en plena selva amazónica entre los años 500 a 1.400 dC. Lo más espectacular, sus ciudades, situadas en lugares conocidos como Landívar y Cotoca, poseen más de un kilómetro de diámetro; en su centro, además, hay pirámides y edificios dedicados al culto presidiendo grandes plazas ceremoniales. Cotoca, la más grande de las dos urbes, poseía en su apogeo 315 hectáreas de campos, regados por canales y cisternas artificiales destinadas a garantizar la producción agrícola durante la estación seca. Canalizaciones muy sofisticadas que traían el agua desde acuíferos que podían distar muchos kilómetros.

Esta civilización amazónica, de la que aún sabemos muy poco, fue descubierta hace veinte años por Heiko Prümers y su alumna, Carla Jaimes Betancourt. Desde entonces, a lo largo de agotadoras campañas en la selva, los científicos del Instituto Alemán y la Universidad de Bonn han ido desenterrando las evidencias de una cultura que da la puntilla a la creencia de que las grandes civilizaciones sudamericanas surgieron solamente en los Andes o en la costa. Pero dicho estudio les hubiera tomado una eternidad a sus responsables si no llega a ser por la tecnología lidar: un sistema de escaneo láser que está revolucionando la capacidad para descubrir yacimientos arqueológicos en la selva.

Tecnología espacial aplicada a la arqueología

El lidar (Light Detection and Ranging) es uno de tantos adelantos que le debemos a la exploración espacial. Se inventó por iniciativa privada para localizar satélites en 1961. Se trata de «un sistema de medición masiva de posiciones en forma remota, basado en un sensor de barrido láser que emite pulsos y registra retornos contra la superficie». En cristiano: un dron, helicóptero o avión que lleva un aparato lidar emite millones de pulsos de luz láser que consiguen traspasar la vegetación de la selva y después rebotan en el suelo, consiguiendo al retornar una suerte de mapa de la superficie en tres dimensiones. La vegetación, por tanto, que era lo que convertía el trabajo científico en algo tremendamente complicado en terrenos selváticos, ya no es un problema. Y las estructuras antrópicas o no naturales -sobre todo aquellas de carácter monumental que asomen de la tierra-, son ahora fácilmente percibidas y medidas.

La tecnología lidar ha revolucionado ciencias como la Geología y la Sismología; pero sobretodo ha dado alas a la Ciencia Arqueológica. Desde su invención, los descubrimientos colosales se cuentan por decenas. En una década, sus láseres han rescatado del olvido ciudades perdidas y civilizaciones de las que no se tenía noticia alguna, además de mejorar el estudio de las ya conocidas. Se puede decir que ha llevado a la Arqueología en la selva a una edad de oro, con descubrimientos emocionantes y sorprendentes.

Honduras: la ciudad del Dios mono

En Honduras existe una vasta región selvática, de corazón impenetrable, en gran parte inexplorada, que responde al descriptivo nombre de Mosquitia. Su espesura es origen de numerosas leyendas, como la de la Ciudad Blanca o Ciudad del Dios Mono, una supuesta urbe indígena a la que escaparon los pobladores tras la conquista española; en el siglo XX, espoleados por estas leyendas, numerosos aventureros se introdujeron en la selva buscando los restos de la mítica Ciudad Blanca. La mayoría murieron, desaparecieron para siempre o regresaron con las manos vacías; excepto un tipo excéntrico llamado Theodore Morde, que consiguió regresar en 1940 cargado de artefactos y muestras de arte mueble. Aseguraba haber descubierto la ciudad perdida de Mosquitia, pero nunca reveló su posición.

Tras estudiar estas leyendas y expediciones, los documentalistas Steve Elkins Y Bill Benenson usaron la tecnología satélite para emplazar lugares probables de la selva donde podría estar la urbe. Escogieron un gran valle entre montañas y después recurrieron a la tecnología LIDAR -gracias al Centro Nacional del Mapeo Lídar Aerotransportado de la Universidad de Houston- para encargarse de mapear el lugar sorteando la barrera vegetal desde un avión; el resultado fue asombroso; el valle estaba ocupado por una ciudad colosal: plazas y pirámides, barrios de viviendas, canales y embalses... Se hicieron evidentes. Después vino la expedición científica y un equipo multidisciplinar se desplazó al lugar tomando fotos de sillas de piedra ceremoniales, recipientes finamente tallados y figuras zoomórficas que despuntaban entre la hojarasca en una región de gran riqueza y biodiversidad. Corría el año de 2012. Hoy los descubridores -ocupados en conservar y estudiar el emplazamiento- no creen en la Ciudad Blanca, sino en una civilización desconocida hasta la fecha, cuyas ciudades son varias y esperan ocultas en la selva de Honduras.

Mahendraparvata y las ciudades perdidas de Camboya

El llamado Imperio Jemer o Imperio de Angkor fue un poderoso reino que surgió en tierras de la actual Camboya; llegando a extenderse -de los siglo IX-XV d.C- a territorios que hoy pertenecen a Tailandia, Laos, Vietnam, Birmania y Malasia. Su desarrollo religioso, cultural y artístico tuvo influencia en todo el sudeste asiático; y los restos de sus ciudades aún se visitan; como las maravillas del mundo de Angkor Wat y Bayon, cuyos templos y edificios medio devorados por las grandes raíces selváticas hacen las delicias de millones de turistas cada año.

Turista occidental descansando en las ruinas de Angkor Vat Reuters

Desde que surgió a partir de la escisión de los reinos Chenlá y Funán, el Reino Jemer no hizo sino engrandecerse con la construcción de ciudades y centros religiosos unidos por carreteras, gran parte de cuya magnificencia yace hoy bajo una densa selva, que además está minada tras las guerras que asolaron Camboya, Vietnam y Laos a finales del siglo XX.

Algunos de los centros urbanos del desaparecido imperio, han sido olvidados; otros fueron descubiertos, pero de ellos restaba tan poco, que se llegó a poner en duda dicho hallazgo. Es el caso de la legendaria Mahendraparvata. Los arqueólogos la tenían localizada; desde hace unos 150 años distintas misiones habían ido recolectando artefactos que -sospechaban-provenían de la urbe, fundada en 802 d.C. por el rey Jayavarman II. Este soberano se proclamó a sí mismo chakravartin o Rey del Mundo en las montañas de Phnom Kulen. Es en este lugar donde unas ruinas parecían señalar la presencia de la perdida capital.

De 2012 a 2017, un grupo de investigadores de varios países liderados por el australiano Damian Evans -director del Centro Arqueológico de la ciudad de Sidney-, usaron un dispositivo LIDAR para mapear el terreno montañoso en el lugar donde se sabía que estaba Mahendraparvata. Cotejaron los datos obtenidos con aquellos derivados de anteriores misiones arqueológicas y estudios. De forma nítida salieron a la luz más de 50 kilómetros cuadrados de urbanismo en cuadrícula, demostrando, no sólo la posición definitiva de una de las primeras capitales del Imperio Jemer; sino también dando buena prueba de su majestuosidad. Algo sorprendente teniendo en cuenta las veces que otros científicos la habían recorrido sin poder advertir apenas sus edificios, sepultados como estaban por la selva. Desde entonces hasta ahora, han sido decenas las ciudades jemeres que han podido «redescubrirse» gracias a la tecnología LIDAR; incluyendo a la maravillosa Angkor Wat, el mayor centro urbano preindustrial de la Tierra, cuyas dimensiones eran, sin embargo, mayores de los que se creía.

Los eternos mayas

Otra de las regiones cuyo estudio histórico se ha visto revolucionado por el LIDAR ha sido Mesoamérica, cuyas culturas surgieron y desaparecieron en la más abigarrada selva. Ejemplo inevitable son los mayas, cuya cultura -gracias a los códices, el juego de pelota, los observatorios astronómicos y las pirámides- ha fascinado al público occidental desde la Conquista española de América. Su duración de 20 siglos y su colapso total entre los siglos IX-X han derivado en toneladas estudios científicos. Ciudades como Tikal, Palenke, Chichén Itzá o Uxmal son verdaderos centros de peregrinación para millones de turistas y estudiosos.

Por todo ello, no puede extrañar que los estudios mediante LIDAR se hayan aplicado, desde la creación de esta tecnología, en los restos de las ciudades mayas situadas entre México y Honduras. Por ejemplo, en 2016, un avión sobrevoló la Reserva de la Biosfera maya en la región de Petén, en Guatemala, barriendo -con 33.500 millones de pulsos láser- 2,144 kilómetros cuadrados en torno a una decena de yacimientos ya conocidos. Se trataba de la cobertura Lídar más grande de la historia y permitió localizar barrios enteros y cientos de kilómetros de calzadas, pertenecientes a ciudades mayas como Tikal, Holmul o Xultún.

Turistas en las ruinas mayas de Tikal, Guatemala. AP

En una fecha tan cercana como el pasado mayo se anunció el descubrimiento de nuevas ciudades mayas en la región de Puuc, en Yucatán, tras bombardear el área con billones de rayos láser en 2017. La zona llevaba años siendo estudiada por el arqueólogo William M. Ringle. Gracias a la colaboración, una vez más, del Centro Nacional del Mapeo Lídar Aerotransportado, institución estadounidense que está detrás de muchas de la investigaciones mediante esta tecnología en América, Ringle pudo mapear con toda nitidez cuatro grandes acrópolis mayas datadas entre 700 y 450 a.C. El equipo descubrió asimismo, entreverados con la hojarasca, varios grandes palacios pertenecientes al Periodo Clásico Tardío (600-750 d.C.) así como un número indeterminado de carreteras, pueblos y aldeas.

La época en la que aventureros y exploradores se aventuraban machete en mano por los bosques tropicales tratando de dar con ruinas antiguas ha terminado. Se acabaron las largas y peligrosas expediciones buscando fortuna y gloria; la ciencia cabalga hoy de mano de pilotos y operadores de drones. Con revolucionarios resultados.

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