El certero cachavazo del ciego Lorenzo en Sopuerta
Un crimen de 1902. ·
El mendigo y su lazarillo, Primitivo, iban a pasar la noche en el monte junto a otro pordiosero, Antonio. ¿Qué ocurrió para que este acabase muerto?Secciones
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Un crimen de 1902. ·
El mendigo y su lazarillo, Primitivo, iban a pasar la noche en el monte junto a otro pordiosero, Antonio. ¿Qué ocurrió para que este acabase muerto?Lorenzo Gaínza y Antonio Fernández, los protagonistas del brutal suceso ocurrido en Sopuerta el 6 de septiembre de 1902, malvivían de implorar la caridad por los pueblos y aldeas de la zona minera. Del primero sabemos que tenía 39 años, que era ciego y que ... recorría los caminos guiado por su sobrino Primitivo Fernández, un chaval de 12 años nacido en la localidad burgalesa de Quintana de los Prados. De Antonio, en cambio, no conocemos la edad exacta (en torno a los 60, según estimaron los cronistas de la época), pero sí su lugar de origen, Valle de Tobalina, también en Burgos. La prensa nos cuenta que Antonio era cojo o, según puntualiza una de las informaciones, «supuesto cojo», porque en aquellos tiempos proliferaban extraordinariamente los granujas que fingían una discapacidad para conmover el ánimo de los ciudadanos y aligerar de unos céntimos su cartera.
Aquel 6 de septiembre, Lorenzo y el niño Primitivo habían estado mendigando en la localidad cántabra de Setares, que entonces era un floreciente asentamiento minero (su censo rondaba los 1.500 habitantes) y en la actualidad es un poblado fantasma en ruinas. Emprendieron el regreso hacia Sopuerta en compañía de Antonio, pero la caminata era larga y, cuando se acercaba ya la medianoche, decidieron detenerse y pernoctar en las inmediaciones del barrio de Las Muñecas. Y, entonces, ocurrió lo que los medios catalogaron como «crimen espantoso» o «crimen misterioso», según a qué rasgo se atendiese más.
La abundancia de pedigüeños llegaba a convertirse en un problema para los ayuntamientos de principios del siglo XX. El de Bilbao, por ejemplo, solía emprender «campañas de recogida» para enviarlos de vuelta a sus pueblos de origen.
Así lo contó 'El Nervión', con base en el relato de lo sucedido que había hecho Lorenzo: «De pronto aparecieron dos hombres que, indudablemente, venían siguiendo a los infelices mendigantes y, arrojándose sobre Antonio y Lorenzo, comenzaron a maltratarlos bárbaramente, exigiéndoles todo el dinero que llevaran. El lazarillo huyó aterrorizado. Uno de los ladrones, llegando hasta el límite del salvajismo, después de descargar tremendos golpes de palo sobre el pobre Antonio, arrastró el cuerpo de este a cierta distancia y concluyó con su vida dándole un garrotazo en la cabeza. El otro malhechor, no menos salvaje que su compañero, maltrató cruelmente al ciego Lorenzo Gaínza y también hubiera concluido por matarle, pero sintió pasos». Aquel ruido que puso en fuga a los criminales, temerosos de que el lazarillo regresase con más gente, correspondía en realidad al crío solo: Primitivo, «dominando el espanto», había decidido volver atrás. El botín que se llevaron los salteadores ascendía a 70 pesetas.
«Los criminales no han sido descubiertos, pero, si lo fueran, se exponen a sufrir el ludibrio del garrote, pues en la comisión del crimen han demostrado poseer instinto de hiena», se escandalizaba el 'Diario de Burgos'. Pero, ya en aquel primer momento, resultaba evidente que algo no acababa de cuadrar en el relato. Lorenzo y su lazarillo fueron auxiliados en una casa cercana, pero al parecer ni siquiera explicaron cómo había acabado el ciego así de maltrecho: «Está tan amedrentado por el susto recibido que apenas se da cuenta de lo que pasó», añadía el periódico burgalés. «Está en gravísimo estado», aseguraba 'El Noticiero Bilbaíno'. Esas frases eran torpes intentos de explicar que, en lugar de hacer público lo ocurrido y presentar la correspondiente denuncia, tío y sobrino hubiesen continuado sin más con sus vidas. El cadáver de Antonio lo encontró, ocho días después, un vecino del barrio de La Baluga que se dirigía al monte al amanecer.
Lorenzo no tardó en dar con sus huesos en la cárcel de Balmaseda, después de que los investigadores detectaran varias contradicciones entre su testimonio y el de Primitivo. Los periódicos tuvieron que admitir que todo lo que habían contado del caso hasta aquel momento no era más que «una novela mal urdida» por el verdadero asesino, según lo formuló 'El Nervión', y pasaron a retratar al ciego, hasta entonces una vulnerable víctima que inspiraba compasión, como un hombre «de carácter irascible y siempre propenso a armar camorra». Lorenzo y Antonio no eran afables camaradas de sendero y puerta de iglesia, sino que entre ellos existían «feroces y ocultos resentimientos», al parecer vinculados con el hecho de que el cojo solía recaudar más que el ciego. La chispa que desencadenó el enfrentamiento definitivo fue el pago de la cena en Setares, que al parecer Lorenzo reclamaba a Antonio.
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Según la reconstrucción de lo ocurrido que hizo la Guardia Civil, cuando los dos hombres y el niño se apartaron de la carretera para pasar la noche junto al camino viejo, resurgió la disputa en la que estaban encelados los pordioseros. Antonio abofeteó al ciego y le atizó con un palo, pero entonces Lorenzo levantó su bastón y le asestó al otro un certero cachavazo en la cabeza que le fracturó el hueso frontal y le provocó la muerte. Después, con ayuda de su sobrino, le robó las veinte pesetas que llevaba en los bolsillos y trasladó el cuerpo a una hondonada cercana, donde quedaba menos a la vista.
El niño declaró que había guardado silencio sobre lo ocurrido por miedo, ya que su tío le había amenazado con matarlo a él también. En el juicio, celebrado en junio de 1903, Lorenzo Gaínza fue condenado a doce años de cárcel por el homicidio y a dos meses por el hurto del dinero.
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