Tiempo de historias

El caucho que trajo una fortuna a Lekeitio

En 1943 el bloqueo de los aliados propició que los arrantzales vizcaínos encontraran fardos de goma virgen para Alemania, un material escaso y caro

Domingo, 28 de julio 2024, 00:47

«Más fardos de caucho», anunciaba el 23 de marzo de 1943 un breve de la columna que recogía en EL CORREO las noticias de la Comandancia de Marina. El texto decía que seguían «apareciendo más fardos de caucho, que han sido recogidos por un ... pesquero de Bermeo que los ha dejado en el puerto de Arminza». El 2 de abril, el periódico contaba que los pescadores de Ondarroa habían «encontrado en estos últimos días algunas cantidades de goma virgen. En toda la costera se calculan aproximadamente unos 900 fardos los recogidos».

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Las noticias breves sobre este tipo de hallazgos aparecieron en la prensa censurada de aquellos días, que reducía la importancia de lo que en realidad era el encuentro de grandes cantidades de un material valiosísimo, del que había una gran carencia en España y por el que se pagaban auténticas fortunas. Por eso la prensa también publicaba avisos de las autoridades recordando que su entrega era obligatoria.

La más espectacular de estas 'pescas' se dio el 5 de marzo de aquel año. Fue el «hallazgo más importante que han realizado en toda la historia los marineros de los puertos pesqueros de Bizkaia», considera José María Arriola, autor de un estudio, 'Izurdiak – Las gomas 1943', en el que detalla los pormenores de este episodio, protagonizado sobre todo por arrantzales de Lekeitio, pero también por los de Bermeo, Ondarroa y Elantxobe, puertos que sufrían las penurias y la miseria de la posguerra.

El caucho era utilizado en casi todos los vehículos y máquinas de guerra. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial el caucho sintético era una novedad, por lo que controlar la producción y el suministro de la goma virgen era fundamental para las potencias en conflicto. El avance del Eje propició que Japón dominara las plantaciones de caucho del Asia Suroriental durante unos dos años y medio, convirtiéndose en el proveedor principal de esta materia prima para Alemania. Mientras, los aliados sufrían su carencia.

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Pero a finales de 1942 las tornas habían cambiado. Estados Unidos había mejorado la producción del caucho sintético, además de asegurarse el suministro del natural en plantaciones propias. Por otra parte, los aliados establecieron un bloqueo marino para impedir el paso de los mercantes alemanes que traían la goma desde el Imperio japonés. Así se desencadenó «la gran batalla por el caucho que tuvo por escenario el Mar Cantábrico», en la que se impidió «el suministro de caucho que los japoneses enviaban y que se dirigía hacia puertos franceses, especialmente Burdeos y Brest, entonces ocupados por los alemanes», escribe Arriola. Varios cruceros británicos se dedicaron a hundir sistemáticamente los mercantes alemanes cargados de goma virgen.

¿Delfines?

Los arrantzales vizcaínos empezaron a toparse con los cargamentos de caucho de los barcos hundidos en febrero de 1943, pero el gran hallazgo se produjo el 5 de marzo. Los vio el patrón del arrastrero 'Peñas Arriba', de Lekeitio, que faenaba con su pareja, 'Sotileza'. Avistó desde el puente unas manchas negras en la superficie y dijo «Izurdiak!» (delfines). Pero al observarlos mejor con sus prismáticos dudó. «Ez dira izurdiak...» (no son delfines), le comentó al timonel. «No se mueven, ni saltan...».

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Descubrieron que se trataba de fardos de goma virgen. Los dos arrastreros avisaron a su armador, Ramón Mendieta, que corrió al puerto y apremió a los barcos a que salieran lo más rápidamente posible. Los pesqueros 'Dorotea', 'Nuestra Señora del Socorro', 'Nuestra Señora de Aranzazu' y 'Estrella del Cielo' se hicieron a la mar a toda prisa. Otra pareja de arrastreros, 'General Franco' y General Varela', que estaban cerca del hallazgo, pudieron recuperar una gran cantidad de fardos.

«Las mayores capturas se efectuaron en marzo y abril de 1943 dándose oficialmente por terminada la búsqueda el 31 de mayo de 1943», precisa Arriola. «Desde el primer momento la autoridad militar de Marina se hizo cargo del control total del hallazgo».

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Otros embalajes

Además del caucho, también aparecían embalajes con «té y un licor o aguardiente», dice Arriola, cuyo padre recibió de un patrón varias latas de la infusión y una botella. «Es seguro que se tomó el té en nuestra casa por mis padres, pero me imagino que no se atreverían a tomar el licor, que posiblemente sería sake».

Como se recoge en los expedientes de la Ayudantía de Marina de Lekeitio, que recibió las entregas de caucho de Lekeitio, Elantxobe y Ondarroa, se recuperaron 7.667 fardos, con un peso total de 793.368 kilogramos. Según la legislación española, al hallador le correspondía una tercera parte del valor de lo hallado. Se pagaron 15 pesetas por kilo. El 50% era para el armador y la otra mitad para la tripulación. «El precio total pagado oficialmente a todos los barcos de esta demarcación fue de 11.912.160 pesetas», detalla Arriola. Para hacerse una idea de lo que suponía este dinero, por estas fechas las Agustinas Recoletas compraron en Lekeitio el gran palacio de José María de Abaroa por 240.000 pesetas. Fue inevitable que algunos fardos se 'perdieran' en el almacenaje y transporte a Bilbao, o no fueran entregados por 'despiste', para reaparecer en el mercado negro a 100 pesetas el kilo.

Todo este dinero se tradujo en «la mejora de la flota pesquera. Todos los barcos empezaron a estar equipados con motores diésel». Lekeitio también vio mejorar sus casas, como se puede comprobar comparando fotografías de la villa antes y después del hallazgo.

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