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Era una de esas cosas raras que pasan en una ciudad como Vitoria festoneada de historias excepcionales. Desgraciadamente, tenemos que imaginarlo. En la capilla mayor del convento de San Francisco de Vitoria, sí, el demolido con alevosía y deshonor en 1930, una nave gigantesca con enormes ventanales góticos de tracería y vidrieras, había cuatro sarcófagos de mujeres: la más importante era Berenguela López de Haro, infanta de Castilla, benefactora del monasterio.
Ocupaba el centro de la nave. Más apartadas, en un segundo plano, Isabel de Castilla, María de Mendoza y Leonor de Guzmán. Una singular confluencia de personajes femeninos. Lo recordaba recientemente el arqueólogo Ismael García-Gómez en una memorable conferencia en la que no cabía un alfiler. «Era la capilla de las mujeres».
No parece muy lógico en una sociedad tan patriarcal una circunstancia así, pero ya hemos dicho que a medida que se conoce la Historia en profundidad se desvanecen muchos mitos y tabús falsos. Una mujer poderosa, una fémina de la nobleza en aquella época, podía acceder a privilegios que creíamos reservados para los hombres.
La construcción del convento de San Francisco, según la tesis doctoral de Ismael García-Gómez, se debe al impulso de los franciscanos y al empuje del mismísimo Alfonso X el Sabio, uno de los grandes reyes castellanos, que cede los terrenos; además, Pascual Sánchez y Doña Maribañez mandan construir la gran capilla de la Magdalena, cuyos restos se conservan hoy; la tercera gran donación corresponde a la infanta de Castilla Berenguela López de Haro, hija de Lope Diaz de Haro y su mujer Urraca (esta a su vez, hija de Alfonso IX de León).
Señala Ismael García-Gómez que «esta señora signa su testamento en 1296, y dispone ser enterrada en el templo de San Francisco, algo que sucedió». El historiador Landázuri, que llegó a ver y disfrutar esa capilla en 1780, lo describe de esta manera: «En el centro de la Capilla Mayor está el sepulcro de esta ilustre señora, y hasta nuestros días ha permanecido sobre sus cenizas un magnífico panteón, adornado de muchos baxos relieves, y de una estatua tendida orizontalmente (sic) sobre el panteón».
El testamento dice que quiere ser enterrada en el monasterio franciscano, «que yo fago en medio del coro (capilla mayor)» y que dos de los monjes canten por su alma. La deducción es sencilla. Doña Berenguela está costeando a finales del siglo XIII la construcción del convento. En este momento partes esenciales del edificio como la propia iglesia que hemos descrito y que tenía nada menos que una longitud de 50 metros y unos 20 de anchura. La parte más destacada es la cabecera ochavada. Según Fray Juan de Victoria, la patrona renovó la «casa de los frailes», la iglesia, y una fuente que estaba conectada al canal de agua realizado en 1281 desde Olarizu y Mendiola y conocido como el Cauce de los Molinos.
«Hay varias cosas que destacar. Berenguela es nieta de rey y está emparentada con toda la nobleza. Pero la costumbre entonces era que los sucesores del primer enterrado trasladen su sepulcro a las esquinas para ponerse ellos. Eso no ocurre con esta mujer que permanece en el centro de la capilla hasta el derribo en 1930. No había nadie con más 'galones' que ella», apunta Ismael García-Gómez.
Cuenta Landázuri algo que roza la leyenda. La señora bienhechora quedó ciega pocos años antes de morir pero pudo ver la capilla mayor durante una repentina curación de su vista y volvió de nuevo a la ceguera. Una interesante línea de reflexión a partir de ese foco sobre Berenguela es la presencia de los Señores de Vizcaya en Vitoria. Que una representante del linaje de los Haro ocupe un lugar privilegiado en uno de los grandes edificios de la ciudad de la época confirma el peso que tiene esta familia en esos años en todo el País Vasco y muy especialmente en un centro de poder como Vitoria.
Recordemos que Bilbao se funda una vez en 1300 y una segunda en 1310, primero por Diego López de Haro y luego por su sobrina María Díaz de Haro. El fuero navarro de Vitoria es firmado por Sancho el Sabio de Navarra en 1181. «Vitoria durante los siglos XIII y XIV era sin duda una de las más destacadas villas vascas, si no la más importante», apunta el historiador Ernesto García. Por ejemplo, en ningun núcleo de población había tres conventos como en la capital alavesa.
Este dato es muy importante porque los señores de Vizcaya son mucho más que lo que dice su título. En ese período de la Edad Media, los López de Haro tienen una presencia principal en el País Vasco. Un López de Haro manda, en 1200, las tropas castellanas y por supuesto soldados vizcaínos que asedian Vitoria gobernada por los navarros y la conquistan para Alfonso VIII. Otros cinco 'Haros' están presidiendo la cofradía de Arriaga, la hermandad de la nobleza rural frente a las villas realengas entre 1200 y 1288. Habrá además dos Marías Díaz de Haro que llegan a jurar el cargo de señoras de Vizcaya.
Pero es que además los López de Haro son también 'tenentes' o 'dominus' del Castillo de San Vicente que estaba situado en lo que es actualmente la parroquia. Y representa al rey castellano en la urbe y está por encima del concejo de la villa. Todo el poder para una familia en la que destaca Berenguela que puede elegir dónde quiere ser enterrada y qué convento quiere favorecer.
Berenguela además de ser hija de Lope Diaz II de Haro, 'Cabeza Brava', señor de Vizcaya y de Urraca de León, es esposa de Rodrigo González Girón, Mayordomo Mayor del rey Fernando III y madre de Gonzalo Rodríguez Girón, Adelantado Mayor de Murcia. Su hermana Mencía es reina de Portugal. Junto a su tumba se van a colocar las de otras tres mujeres. Se trata en primer lugar de Isabel de Castilla, nieta de Alfonso XI y casada con uno de los representantes de las grandes familias alavesas, Pedro Vélez de Guevara. Es hija del conde Don Tello. Su túmulo se situaba al lado del Evangelio.
Al lado de la Epístola, Landázuri leyó esta inscripción en un túmulo funerario: «Aquí yace la generosa doña Leonor de Guzmán y Mendoza, mujer de don Pedro López de Ayala, señor de la Casa de Ayala y abuela de doña María de Mendoza. Los historiadores tienen aquí un caso por resolver, puesto que Leonor tiene otro hermoso sepulcro de alabastro, efigie incluida, en la torre-capilla de Quejana, junto a su marido el canciller. Un misterio de ubicuidad. Micaela Portilla optaba por Quejana.
Y otra tumba, cuarta de mujer, junto a doña Berenguela, reza así: «Aquí yace la señora María de Mendoza, señora de la casa de Martioda, mujer de Pedro López Sarmiento, repostero mayor del Rey. Casó en segundas nupcias con Juan de Mendoza, señor de Urrialdo, que tuvo por hijo a Juan de Mendoza, el alcayde de San Vicente. María fue hija de Rui Díaz de Mendoza, mayordomo de Juan II».
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