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En la ilustración puede verse un detalle del folleto original de la cacería. Tomás Ondarra
Cacería de ratas en la reserva de Santutxu

Cacería de ratas en la reserva de Santutxu

En 1976. ·

Los vecinos del barrio, hartos de sentirse abandonados por el Ayuntamiento, tiraron de brutal sarcasmo en sus reivindicaciones

Domingo, 9 de junio 2024, 01:06

Al pasear por Santutxu, con ese apretado urbanismo que deja tan pocos espacios de respiro, nos resulta muy difícil imaginar cómo era esta zona en la primera mitad del siglo XX, cuando todavía reinaban los caseríos, los campos de cultivo y los clásicos txakolis. El barrio dio su acelerado estirón en la década de los 60 y los edificios conquistaron con voracidad el paisaje tradicional de esta periferia bilbaína, pero, como sucedió en tantas otras áreas que acogieron el éxodo rural de la época, las infraestructuras no avanzaron al mismo ritmo que el número de habitantes. A mediados de los 70, los vecinos de Santutxu se sentían abandonados por el Ayuntamiento... y decidieron dejarlo muy claro.

«Santuchu era hace escasamente diez años una gran huerta, una ermita –la de San Francisquito– y unas pocas familias. Hoy, Santuchu es un atiborramiento de edificios de alto precio y novísima planta. Pero ¿qué se ha hecho para dotar de los servicios indispensables al ingente aluvión de personas que lo han elegido como dormitorio?» planteaba en EL CORREO el periodista Florencio Martínez en enero de 1976. A su juicio y el de muchos, Santutxu se había convertido en «una colmena donde se duerme, no donde se vive», con una «urbanización anárquica» a la que se sumaban serios problemas de iluminación, de alcantarillado y de presencia constante de ratas. Los roedores no campaban solo en esta parte de Bilbao (de hecho, eran noticia habitual desde La Casilla hasta Otxarkoaga), pero la Asociación de Familias del barrio las situó en el centro de sus protestas.

Parte de las capturas, reunidas en Basarrate. Archivo Municipal de Bilbao, Fondo La Gaceta del Norte. Autor: Cecilio.

Aquel enero de 1976, cuando no habían pasado ni dos meses desde el fallecimiento del dictador Francisco Franco, los residentes organizaron una sarcástica campaña de denuncia para la que el Ayuntamiento no estaba muy preparado. Lo primero fue lo que bautizaron irónicamente como Guía Turística de Santutxu, una colección de cuarenta carteles que descubrían a los visitantes algunos alicientes del barrio: lucían mensajes como '¡Atención! Casa en ruinas, peligro constante', '¿Cuándo se asfaltarán estas calles?', 'Bilbao es el bocho y Santuchu un bache' o '¿Necesitamos caminar con linterna para que iluminen estas calles?'. La larga mano de las autoridades retiró los carteles poco después de que los colgasen, pero entonces se promovió una 'exposición monstruo' en la campa de Basarrate, «la única zona de expansión para 75.000 personas», según la describía este diario, además de un acto informativo en el cine del barrio. Invitaron al alcalde, José Luis Berasategui, pero se excusó de acudir.

Depredadores y tiragomas

'Santuchu, zona residencial para las ratas', rezaba alguna de aquellas pancartas que confeccionaron los vecinos. Y el último acto de la campaña reivindicativa estaba reservado precisamente a los roedores, que, según lo formulaba la asociación, constituían «el 165% de la población» del barrio. Para el fin de semana del 31 de enero y el 1 de febrero, convocaron la Primera Cacería de Ratas en la Gran Reserva de Santuchu, con «libre inscripción» para «toda la juventud de 3 a 110 años», premio especial a la pieza más grande y, como remate del acto, una «quema simbólica» de las capturas. El folleto que difundió la asociación, ilustrado con el dibujo de una rata gigante, proponía algunas zonas de caza particularmente prometedoras, como Particular de Allende, Sagarminaga, Pintor Losada, Azurleku, El Morro, Cocherito de Bilbao o la prolongación de Fika.

El sábado llovió con ganas y eso deslució un poco la gran batida. Estaba permitido el uso de «depredadores» como perros o gatos, pero el arma más mortífera fueron los tiragomas de la chavalería. «Hubo ejemplares hermosos», resumía en su crónica la 'Hoja del Lunes'. «No faltó el buen humor de los cazadores, que habían estudiado el campo de operaciones con ánimo de lograr ejemplares detacados», apuntaba 'La Gaceta del Norte'. El centro de operaciones de la jornada se ubicó en Basarrate, donde los organizadores regalaron bolsas de raticida: allí se fue reuniendo el domingo el fruto de la cacería, además de unos cuantos roedores vivos en jaulas. El desenlace se apartó de lo previsto, ya que no hubo pira ritual sino una especie de procesión vía Iturribide. «Después de la exhibición pública –recogía EL CORREO–, un numeroso grupo de vecinos de Santuchu descendió hacia el Ayuntamiento de la villa llevando los ejemplares muertos en una carretilla, cuyo contenido fue depositado en las escaleras de la Casa Consistorial».

La insistencia de los vecinos en el problema de las ratas no sentó muy bien a las autoridades municipales. El concejal de Sanidad e Higiene, Jaime Cibrián, escribió a este periódico para aclarar que el Ayuntamiento ya tenía pedido el presupuesto a «seis de las casas más famosas del mundo en desratización» para acometer en primavera la tarea pendiente de exterminar la plaga. «Agradeceríamos sinceramente –añadía el edil– que, además de organizar estas campañas, las familias educasen a todos los que las integran para que lleguen a conseguir una conciencia de que lo fundamental no es 'ni limpiar mucho, ni matar ratas', sino manchar poco».

Indigencia crónica

Según publicaban los periódicos, el coste de desratizar Bilbao rondaba los 150 millones de pesetas, una cifra importante para un ayuntamiento que, en palabras del propio alcalde, arrastraba «una crónica indigencia económica».

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