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En la primera escena de 'En busca del arca perdida' (1981), de Steven Spielberg, Indiana Jones entra en un antiguo templo perdido en la jungla, ... evita una serie de trampas mortales, encuentra el cadáver de un competidor que no supo sortear una de ellas y llega a una sala en la que hay un ídolo de oro chachapoyano. Lo retira, pero esto activa un mecanismo que desencadena todas las trampas, que el héroe logra superar –no así su guía traidor, que muere ensartado– hasta alcanzar el exterior, donde, sorpresa, le espera su malvado rival, René Belloq, que se apodera de la estatuilla. Estos diez minutos son «la quintaesencia de la emoción del cine de aventuras».
Y sobre todo de una variante de ese cine, el de las «aventuras que están relacionadas con la Arqueología» y que reproducen una «imagen distorsionada de lo que en realidad es esta disciplina. Una imagen que merece una crítica compleja pero que tampoco hay que rechazar de plano, porque tiene aspectos positivos», comenta el arqueólogo Carlos Tejerizo García, que acaba de publicar 'Cine y Arqueología' (Berenice), un estudio escrito desde la erudición y la cinefilia, pero también con mucho sentido del humor.
El análisis de Tejerizo se basa en 280 películas, nada menos, «siendo la más antigua 'The vengeance of Egypt' (1912), que ya se basa en uno de los temas favoritos de este tipo de cine, Egipto, y la más reciente, 'The Dig' (2021), protagonizada por Carey Mulligan y Ralph Fiennes». Aunque la lista incluye producciones de países como India, Japón o México, el 'cine de arqueólogos' «es básicamente un producto de Hollywood», que es donde se establecieron todos los patrones que lo caracterizan, como «la búsqueda de tesoros, el exotismo de 'los otros' –Egipto, China, Camboya, Perú...– o el personaje hipermasculinizado del arqueólogo», señala Tejerizo.
Salvo excepciones, en el cine la Arqueología no es un método para conocer las sociedades del pasado a través de sus restos materiales, sino «una búsqueda del tesoro, básicamente un tema entretenido. El público empatiza muy rápido con una idea tan sencilla como esta, lo que explica el éxito de estas producciones». En las que, hasta la aparición de Indiana Jones, «la Arqueología era solo una excusa. Con Indiana cambia la cosa y la disciplina acaba siendo un elemento importante en la historia».
Normalmente «las películas de arqueólogos transcurren en lugares lejanos –para los occidentales– en los que hay un tesoro que hay que encontrar», explica Tejerizo. La lista de los objetos es asombrosa colorida y variada, con artefactos que siempre tienen en común ser extraordinarios, cuando no sobrenaturales. Va del Arca de la Alianza a la Espada de Genghis Khan, pasando por el Santo Grial y la Lanza del Destino. Hay tesoros propiamente dichos, es decir, acumulaciones de objetos excepcionales: de los aztecas, los templarios, los masones. Abundan las momias, más o menos mágicas o vengativas; los templos, tumbas y ciudades perdidas en selvas lejanas. «Lo que tienen en común todas estas cosas es el valor. Los objetos en el cine de arqueología son valiosos, no tienen contexto y están ahí solo para ser encontrados».
El arqueólogo tipo de las películas «es un hombre de 30 a 45 años, heterosexual, europeo o estadounidense», explica Carlos Tejerizo. La Arqueología real es una profesión en la que las mujeres están presentes desde hace décadas. ¿Pero qué pasa con ellas en el cine? Está Lara Croft, que no deja de ser una versión femenina de Indiana Jones. Pero en la mayoría de las películas «la mujer actúa como subalterna», incluso cuando ella es la arqueóloga y el héroe no. Sin embargo, «hay algunos ejemplos singulares de mujeres empoderadas incluso en momentos muy, muy tempranos. A principios de los años 40 está 'Nyoka and the Tigermen', que es un serial y que me sorprendió muchísimo porque aparece esta mujer, Nyoka Meredith, muy interesante. Y luego está la arqueóloga Sharon Golban, en 'The Body', que es retratada como una auténtica profesional».
Lo que lleva a la motivación. A los arqueólogos de las películas rara vez les mueve el espíritu científico. Sus motivaciones están entre el lucro y el coleccionismo. «Son expoliadores y actúan como tales», incluso cuando proceden 'correctamente'. «Cuando Indiana Jones dice de un objeto que 'esto tiene que estar en un museo', se entiende que se refiere a un museo de Estados Unidos. Se mueve entre el coleccionismo y el colonialismo».
Sorprende que siendo la excavación la actividad que el público relaciona automáticamente con la Arqueología, sólo en un tercio de las películas de arqueólogos se ve un yacimiento abierto. «Aparecen excavaciones en 'Stargate', 'En busca del Arca perdida', La Momia 3', ... Y no tienen nada que ver con las de verdad». O por lo menos con las actuales, porque sí recuerdan a las de hace más de un siglo, cuando la arqueología todavía estaba en sus pañales metodológicos y todavía era una especie de extensión colonialista del anticuariado. «Se ven cientos de trabajadores locales abriendo zanjas, llevando tierra de aquí allá, en completo desorden en yacimientos gigantescos, siempre a las órdenes de un occidental».
Si ya la Arqueología de verdad es destructiva, en tanto en cuanto excavar un yacimiento supone ir destruyéndolo, como si se quemaran las páginas de un libro a medida que se va leyendo, la del cine «es catastrófica». En 'Lara Croft: Tomb Raider' hay una escena en la que un grupo de vietnamitas tira con de una estatua del templo de Angkor «hasta derribarla, logrando así una entrada». Y si hay que usar dinamita y volar lo que sea para llegar al tesoro o la cámara secreta, en las películas «se usa sin problema».
Pero hay excepciones. Como en 'The Body' (2001), de Jonas McCord, con Antonio Banderas y Olivia Williams. «Ahí aparece una excavación en un entorno urbano muy bien presentada. Yla arqueóloga protagonista demuestra que sabe lo que está haciendo y su papel de autoridad en el yacimiento», cuando impide que unos policías accedan al sitio irregularmente.
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